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Columna
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Todo el monte es orégano

La reciente publicación del Informe sobre el desarrollo humano correspondiente a este ejercicio, promovido para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ha vuelto a poner ante la distraída y fugaz mirada de la opinión publica la desgarradora situación de un planeta dual, en el que coexisten poco más de medio centenar de países en los que la vida personal y colectiva merece el calificativo de humana con una treintena en que la miseria y la desesperación hacen de la existencia de sus pobladores un drama tan cotidiano como inhumano. Mientras que el resto se desazona viendo lo que queda para acceder a los estándares de los primeros y recelan de si las consecuencias de la globalización no les empujaran a caer de nuevo en la sima de los sin futuro.

El citado informe es algo más que un repertorio de datos, pues trata de entenderlos dentro de lo que supuso la enunciación de los objetivos de la Cumbre del Milenio o las propuestas del Pacto de Monterrey para la cooperación entre ricos y pobres.

De sus páginas pueden desprenderse consideraciones sobre la gobernabilidad de las sociedades que en ellos se asientan, así como sobre la eficiencia de sus Gobiernos y políticas o de las aportaciones de las iniciativas privadas y de las organizaciones bienintencionadas. Pero también dudas sobre si el avance es posible sin cambiar las actuales estructuras del comercio mundial o de si es posible la asimilación de los avances científico-técnicos en realidades sociales y económicas que están en estadios de desarrollo que hace siglos que se superaron en el Primer Mundo. La brecha que separa ese mundo del que vive por debajo de los niveles de subsistencia se agranda con la misma velocidad que crece la retórica a favor de atajar la pobreza y luego desentenderse de hacer algo para lograrlo.

Mientras en los países del primero se especula sobre las razones que hacen que sus habitantes no sean felices, o se habla de la importancia que tiene el denominado capital social o la cohesión ciudadana para que las gentes vuelvan a sonreír, en los pobres no hay muchos que sepan cómo cambiar las condiciones externas que hacen que sus economías vayan a la quiebra o que sus Administraciones sean mas proclives a la corrupción y al saqueo social. Aunque en los primeros lo de la dualización también sea una cruda realidad. Que de no aplicarse políticas activas iría agrandando las diferencias entre la sociedad de los satisfechos que anhelan nuevos umbrales de felicidad y la que depende de la caridad pública para acceder a los bienes que configuran los mínimos vitales.

La aplicación de políticas de este corte se ha tratado de encauzar y normalizar en la UE después del Consejo de Niza mediante los planes de acción para la inclusión social y que antes de concluir este mes los Estados miembros tendrán que presentar en su segunda entrega. Lo que ha permitido, de acuerdo con los indicadores que se aprobaron posteriormente en Laeken, saber cómo está la inclusión en cada ámbito comunitario y constatar, nuevamente, que aunque España haya superado a Italia en el índice del PNUD, todavía le queda mucho por hacer para acercarse a la media europea. Por más que en los borradores que circulan del plan pudiera desprenderse que esto es Jauja y que las políticas aplicadas en el primer plan han sido excelentes, aun sin que se aporten datos que testifiquen sus resultados. Quizás porque en algunos ambientes todavía queden esos resabios de aquel país atrasado en el que un ministro del anterior régimen se permitía decir, para eludir hablar de la dura realidad, que las estadísticas eran cosa de comunistas.

Con ser preocupante tal complacencia ministerial, resulta todavía más la que se desprende de una redacción de objetivos para el futuro que abarcan todo lo que cualquiera pudiera imaginar. Sin que se pare en barras a la hora de explicitar lo que costaría hacer realidad cada deseo. Como si toda la realidad social fuese orégano y no cupiese tener alguna prudencia pensando, como se sentenciaba en el dicho, que también pudieran cosecharse algunas alcaraveas. Y más cuando algunas realizaciones previas que se mencionan es probable que haya quien las ponga en solfa o las desmienta con datos que dicen que nada o poco se hace por erradicar las causas de algunas exclusiones. Lo cual conducirá a que vuelva a haber reconvención de Bruselas para que haya una mayor concreción, al no explicarse como se sufragará tanto entusiasmo.

O no entiendan cómo hay funcionarios que con tal de apoyar su superioridad en la carrera por la sucesión, o deteriorar su imagen, pues en tal carrera todo es posible, no tengan rubor al proponer como realizaciones y programas de acción lo que no dejan de ser desnortadas cartas a los Reyes Magos escritas a destiempo.

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