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Columna
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El euro en el Reino Unido sí, pero no ahora, quizá luego

La decisión del Gobierno británico sobre la posibilidad de adopción del euro no ha sorprendido a nadie: ni a los medios de comunicación ni a los economistas ni a los particulares ni a los demás países miembros de la Unión europea.

De los 15 países miembros de la UE, sólo Dinamarca, Suecia y Reino Unido permanecen fuera del euro. Pero de los tres, el Reino Unido ha mantenido siempre una postura ambigua, con una opinión pública más bien en contra, con una industria que ve más ventajas que inconvenientes y con unos Gobiernos que parecen incapaces de tomar una postura clara ni de convencer de sus ideas.

De los otros países, Suecia ya ha anunciado un referéndum sobre la posible adopción para finales de año. Dinamarca rechazó la entrada (por el 53% de los votos) en un referéndum en 2000, aunque tiene su moneda vinculada al euro, y no descarta una nueva consulta pública.

Con la declaración del lunes, el ministro de Finanzas británico ha caído en la misma descripción que utilizó para criticar la política de sus antecesores y que recordó Financial Times la semana pasada: la indecisión del Gobierno y, en general, de ambos partidos, sigue haciendo que la política británica respecto a Europa sea inconsistente y no clara.

La parafernalia con que se ha presentado la comunicación de la decisión pretendía revestir de objetividad académica lo que es, y debe ser, una decisión política. Para fundamentar la elección del Gobierno, previamente se hicieron públicos 18 informes analizando el impacto de la adopción del euro en diferentes variables macro y micro. æpermil;stos permitirían responder a los cinco tests diseñados para dilucidar si la adopción responde al interés nacional; es decir, si la economía se encuentra en una situación de convergencia y flexibilidad pertinentes para realizar la transición al euro de forma fácil, sin problemas, óptima.

Sobre la teórica adopción del euro, el canciller Gordon Brown señaló los efectos positivos y los negativos, cuestiones sobre las que existen numerosísimos documentos e investigaciones académicas, y sobre las cuales los países ya integrados en la moneda europea pueden mostrar sus experiencias de cuatro años.

Las ventajas se inscriben en el lado de la estabilidad cambiaria, de los menores costes de transacción y de las condiciones monetarias homogéneas con países con los que el Reino Unido tiene relaciones comerciales que suponen el 30% de su PIB.

Como inconvenientes, es obvio que la política económica común para la zona puede no ser adecuada para un país concreto, que puede sufrir en consecuencia, aunque aún se dispone de algún margen de maniobra con instrumentos fiscales y reformas estructurales. ¿Hace falta algo más que mirar las implicaciones de la situación monetaria actual para países como Alemania o España?

El balance neto de ventajas e inconvenientes parece ser positivo, aunque la actual coyuntura haya exagerado los costes y los beneficios se esperen en el denominado medio-largo plazo.

El siguiente paso ha sido comunicar que el Reino Unido no cumple los cinco tests. En particular se ha señalado el riesgo de la mayor vulnerabilidad británica a los tipos de interés, debido al alto grado de endeudamiento hipotecario, y a la falta de convergencia en inflación. También mencionó como inconveniente la actual posición cíclica de su economía, muy diferente de la europea.

Evidentemente toda divergencia es un inconveniente, pero si se hubiera esperado a que las fuerzas del mercado homogeneizaran la coyuntura y la estructura de las economías integrantes de la eurozona, ésta no existiría. Al canciller británico se le debería recordar que los países que expresaron su voluntad política de pasar la última etapa de la Unión Monetaria debieron enunciar planes de convergencia, en los que expresaban su compromiso de avance, con calendarios concretos.

Es posible que lo que se pretenda es avivar el debate público y político a partir de ahora y hasta el otoño cuando se debata el Presupuesto, y cuando se anunciará si se planea un referéndum. También puede que el debate en otoño sirva para aclarar el tipo de cambio de la libra.

En los últimos años la libra ha estado sobrevalorada frente al euro, y uno de los 18 estudios ha señalado un tipo de equilibrio que supone cierto grado de depreciación. La fortaleza de la libra ha representado durante mucho tiempo cuestión de poder económico y prestigio nacional. Las discusiones sobre convergencia, conveniencia y satisfacción de los tests se concretarán en el tipo de cambio libra/euro de equilibrio y de su efecto sobre el comercio externo.

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