La proliferación de acuerdos regionales favorece el crecimiento
Trabajar en los procesos de integración es clave en el desarrollo económico de América Latina
La década de los noventa ha traído consigo un aumento exponencial en el número de acuerdos regionales promovidos a escala mundial, y América Latina no ha sido una excepción a todo este proceso.
La grave crisis económica que vivieron los países latinoamericanos a lo largo de la década de los ochenta impulsó el acometimiento de ambiciosas reformas estructurales en la región. Las políticas comerciales dirigidas a fomentar la apertura de estas economías formaban parte de este programa como una vía para mejorar la productividad y atraer la inversión extranjera directa (IED).
Este conjunto de acciones ha impulsado la creación de una multiplicidad de acuerdos intrarregionales en América Latina.
Sin embargo, los países latinoamericanos no se han limitado a estrechar lazos comerciales con la región, sino que también han mostrado una intensa actividad a la hora de promover acuerdos que contribuyan a diversificar geográficamente el destino de sus exportaciones. Este tipo de iniciativas ha tenido un reflejo inmediato sobre las tasas arancelarias, de forma que éstas han descendido desde un 40% en los ochenta a un 12% a finales de los noventa. Asimismo, el coeficiente de apertura (exportaciones + importaciones/PIB) de la región se ha incrementado desde un 26% en 1990 a un 32% en 1999.
En este sentido, la valoración de los procesos de integración regional en América Latina resulta tremendamente exitosa si se atiende al número de acuerdos abiertos en los últimos años, más de 30.
Sin embargo, estas cifras deben ser matizadas mediante el análisis de la profundidad de las integraciones planteadas. Así, en todos los casos se trata únicamente de áreas de libre comercio o uniones aduaneras, que solamente, tras arduas negociaciones, han podido establecer un arancel externo común (Caricom, Comunidad Andina o Mercosur). Por tanto, hay una ausencia de formas de organización más complejas que permitan no sólo la libre circulación de mercancías, sino también de factores.
El escaso grado de profundización alcanzado obedece a una serie de causas. En primer lugar, a que se ha llevado a cabo una liberalización incompleta donde las barreras no arancelarias persisten dificultando las relaciones comerciales, siendo Argentina y Colombia de los países que más obstáculos de este tipo mantienen. Además, la agricultura, sector en el que América Latina es muy competitiva, continúa siendo un tema espinoso en las negociaciones con los países más desarrollados. En tercer lugar, los servicios han sido escasamente abordados en los tratados, excepto en el caso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta, por sus siglas en inglés).
Sin embargo, por encima de todos estos obstáculos destaca la inestabilidad macroeconómica y cambiaria. Ciertamente, la inestabilidad cambiaria es una grave barrera en cualquier proceso de integración regional, ya que provoca tensiones que pueden desencadenar medidas proteccionistas, una reducción en las exportaciones del país que pierde competitividad y la relocalización de inversiones hacia el país que cuya moneda se está depreciando. Prueba de ello han sido los problemas por los que ha atravesado el Mercosur a raíz de la devaluación del real en 1999 o por el fin de la convertibilidad argentina.
De cualquier modo, el futuro de la integración regional en América Latina pasa por la evolución hacia formas más complejas de organización, donde la constitución del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) constituye el objetivo más inmediato.