Vivir con un euro fuerte
La Casa Blanca volvió a reiterar ayer su política del 'dólar fuerte'. Pero ello no impidió que el billete verde continuase su imparable senda bajista, más pronunciada después de que el secretario del Tesoro, John Snow, dijese en Francia que la caída de la divisa (en torno al 22% en el último año) ha sido 'bastante moderada'. El euro se colocó momentáneamente por encima de su cotización de partida hace cuatro años (1,17 dólares) y los operadores del mercado afirman que se encamina hacia una paridad de 1,20 dólares por euro a corto plazo y que la sangría real de la moneda norteamericana no ha terminado, con lo cual vuelven a sonar las alarmas en Europa sobre la amenaza que una moneda fuerte supone para las exportaciones en países como Alemania.
En España, las empresas no parecen inquietas por una apreciación del euro que, entre otras cosas, ayuda a controlar la inflación. La parte del león de nuestras exportaciones tiene como destino a otros socios de la UE (Alemania y Francia en cabeza), con lo cual la variación cambiaria no tiene por qué resultar especialmente gravosa salvo en industrias que compitan directamente con empresas de fuera de la UE. Otra cosa es el efecto derivado de un estancamiento económico en Europa que se acerca peligrosamente a la recesión. A la larga, el declive económico europeo ensombrece las perspectivas para las exportaciones españolas, que ya contribuyen negativamente al crecimiento económico.
Alemania, Italia y Holanda registraron crecimientos negativos en el primer trimestre del año. Y Francia escapó por los pelos a una recesión técnica al registrar un crecimiento marginal del 0,2%. Mal panorama como para afrontar una apreciación acelerada de la divisa comunitaria, que pone más cuesta arriba cualquier tipo de recuperación. Sobre todo, si el celo antiinflacionista del Banco Central Europeo sigue imponiéndose y las ataduras del Pacto de Estabilidad (déficit cero en 2006) no se aflojan.
EE UU ha ensayado ya las dos palancas más efectivas de la política económica contra la crisis. Y ambas han fracasado. Ni la bajada vertiginosa de tipos de interés ni la fuerte expansión del gasto público han sacado a la economía norteamericana de la atonía. Por ello, ahora tocan la tecla más incómoda para la Administración norteamericana: bajarle la temperatura al dólar y corregir el alarmante déficit por cuenta corriente generado en los últimos años.
Una maniobra que puede poner contra las cuerdas a Europa. Dado que el BCE considera el precio del euro adecuado para los fundamentos económicos, es posible que crea llegado el momento de bajar los tipos para estimular la demanda centroeuropea sin miedo a despertar los fantasmas inflacionistas, y menos cuando los que parece que despiertan son los deflacionistas. Pero que nadie espere que una bajada de tipos alivie de forma estructural al euro; suficiente es que avive al crecimiento. El tipo de cambio, si no hay intervenciones, será, como siempre, una consecuencia.