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Crónica de Manhattan

A bordo de la precampaña

Fuentes de la Casa Blanca aseguraban que sería en el segundo aniversario de los atentados del 11 de septiembre cuando comenzaría la precampaña electoral para las presidenciales de 2004. Pero no ha sido así. La llegada de las tropas de Irak a puerto americano ha brindado una ocasión menos oportunista. Así las cosas, la cuenta atrás hasta noviembre del año que viene comenzó en el mismo momento en el que el portaaviones USS Abraham Lincoln, camino de puerto en California, recibió a George Bush, en su puesto de presidente y comandante en jefe, para que en ese escenario proclamara el fin de los grandes combates en Irak. El acto, programado para la televisión hasta el último detalle, con un Bush vestido de campaña llegando a bordo en un avión y paseándose entre los soldados casco en mano fue, según los más veteranos comentaristas del lugar, del más puro estilo Ronald Reagan, uno de los presidentes más populares de la era de la televisión.

Las populistas imágenes de Bush, que pararon las programaciones en la mayoría de las cadenas, se volverán a ver en los vídeos de campaña electoral. En los minutos de su discurso, en el que volvió a insistir en la asunción no probada de la unión de Al Qaeda con el régimen de Irak de Sadam Husein y la existencia de unas armas de destrucción masiva que nadie ha visto aún, el presidente no terminó de cerrar su papel como comandante en jefe por la posibilidad de que Irak se desestabilice o alguien recuerde que ni el ex líder iraquí ni Osama Bin Laden han sido localizados.

Bush recoge en este vídeo uno de los aspectos más importantes para la política que hasta ahora ha sabido rentabilizar mejor de cara a las elecciones, la seguridad nacional. Y éste ha sido un podium seguro para saltar a otro terreno más pantanoso según las últimas encuestas, la situación económica. El Washington Post aseguraba el viernes que el 52% de los estadounidenses cree que el país va en la dirección correcta frente al 46% que piensa que está seriamente afectada.

En California, donde nunca ha podido cantar victoria y uno de los estados donde mayores manifestaciones antiguerra se han registrado, el presidente aprovechó el carácter militar de la visita para acercarse a una empresa también militar, United Defense Industries (fabricantes de un veloz vehículo de transporte de tropas muy utilizado en Irak), y volver a la retórica de defensa de su plan de recortes fiscales, ahora en dificultades en el Senado. Su público, compuesto por republicanos elegidos por el partido y el cuerpo directivo de la empresa y algunos trabajadores, le aplaudía con entrega. El presidente estaba a sus anchas entre otras cosas gracias a que sus asesores le evitaron el mal trago de pasar por algunas de las empresas más duramente tocadas por la crisis en el Valle del Silicio, la cuna de la alta tecnología y refugio demócrata.

La estrategia no es nueva. De momento, la Casa Blanca ha elegido la industria militar como escenario para los más completos discursos de Bush sobre economía. Si la semana pasada fue California, la anterior fue en la fábrica de Boeing en San Louis y de un fabricante de tanques en Lima (Ohio). Por cuánto tiempo va a poder revestir sus discursos económicos de este carácter de seguridad nacional es aún una incógnita que depende de la tolerancia a la crisis de los votantes.

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