La crisis global del comercio
La mejora experimentada por el comercio internacional en 2002, cuando creció una media del 2,5% tras la catastrófica caída del 1% el año anterior, corre el peligro de quedarse en un espejismo. El informe presentado ayer por la Organización Mundial del Comercio (OMC) prevé que el comercio de bienes y servicios, cuya expansión constante en las últimas décadas ha sido motor de la economía global, experimente en el mejor de los casos un moderado crecimiento en 2003. Los responsables del organismo no quieren ser optimistas e incluso esta débil previsión ha quedado en cuarentena.
La OMC señala con nitidez que 'una considerable incertidumbre nubla las posibilidades de crecimiento comercial para 2003'. Esta creciente incertidumbre que las cifras reflejan, según el director general de la OMC, 'es mala para el crecimiento y el desarrollo económico y origina mayor inestabilidad en todo el mundo'. No le falta razón a Supachai Panitchpakdi. A las repercusiones de la invasión de Irak por EE UU y al sombrío panorama económico general se está sumando ahora con peligro el efecto de neumonía atípica sobre las economías asiáticas. Son éstas, con crecimientos de dos dígitos en el comercio, las que actuaron en gran parte de locomotoras en la desigual recuperación de 2002. Y la economía de China, locomotora con un crecimiento comercial superior al 20% el año pasado -desbancó al Reino Unido del quinto puesto por importancia del comercio-, es la más perjudicada por la epidemia.
Pero estas razones no justifican que después de décadas brillantes, de unos noventa con un crecimiento medio del 6,7%, de un espléndido 2000 con un desarrollo del 12%, el comercio internacional esté en crisis.
Las razones hay que buscarlas en los nuevos aires de proteccionismo, que se ven con claridad en los nulos avances de las conversaciones de liberalización comercial de la Ronda de Doha. Tan cierto es que estas negociaciones podrían dar un gran impulso al comercio mundial como que existe escasa ambición para que avancen. Las fechas límite para la liberación de patentes farmacéuticas bajo ciertas condiciones de necesidad o de los precios agrícolas se han superado con fracaso. Y casi nadie duda que el nuevo tratado sobre comercio mundial, que debía estar concluido el 1 de enero de 2005, se retrasará hasta finales de la década.
A la vez, EE UU y la UE mantienen la guerra comercial más importante de la historia. Las ayudas fiscales de Washington a sus empresas exportadoras, decretadas ilegales por la OMC, o el aumento de aranceles al acero para proteger a siderúrgicas obsoletas son los principales ejemplos de barreras en EE UU. Mientras, en la vieja Europa, las ayudas a la agricultura siguen ignorando las normas del libre comercio internacional.
Frente al proteccionismo de uno y otro lado del Atlántico y contra las voces aislacionistas que se alzan cada vez más fuertes en EE UU, es imprescindible dar una oportunidad al comercio. En 2001 supuso el 24% del PIB mundial. æpermil;sa es ya razón suficiente.