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El paladar

Sabrosas y sensuales

La huerta española debe su riqueza al mundo árabe

Me caso con usted si me promete no hacerme comer berenjenas', advierte Fermina Daza a Florentino Ariza cuando éste le propone matrimonio, cuenta el escritor colombiano Gabriel García Márquez en El amor en los tiempos del cólera. Cinco décadas después, Fermina, que termina casándose con otro pretendiente, accede por fin a resucitar la relación con Florentino y consuma su pasión luego de ingerir un copioso plato de esta hortaliza que ambos bautizan como las berenjenas del amor. El escritor argentino Abel González observa esta curiosa rareza de su colega colombiano y concluye que García Márquez sabe y da a entender con ella que 'la berenjena forma parte de la farmacopea afrodisíaca, capaz de hacer remontar el fervor de los amantes remisos o de quienes están fatigados del amor frecuente'.

Desde la Edad Media, la berenjena ha sido remedio milagroso de amantes poco fogosos, pero, si a pesar de todo se resistían, no había más que mezclarla con jengibre, y entonces no había pasión que no se desatara. Muchos años antes, los egipcios ya utilizaban la fórmula, como muestra una carta de la reina Nefertiti a su marido Akenatón, siempre ocupado en contiendas bélicas, a quien cuenta que no para de comer berenjenas y mantenerse así siempre ardiente para honrarle cuando por fin decida volver a casa.

Otra historia más prosaica data la procedencia de la berenjena en zonas tropicales y asiáticas, en India o Birmania, aunque llega a España (concretamente a la zona de Campo de Calatrava, área de influencia de la indicación geográfica Berenjena de Almagro) de la mano de los árabes. En toda La Mancha, la berenjena forma parte de la cocina tradicional desde el siglo XIII. De hecho, la forma en la que hoy se elabora la hortaliza amparada por la indicación geográfica manchega parte de la artesana y tradicional manera en que se ha hecho siempre en los hogares de la región. También los árabes traen a España el cultivo, el consumo y la conserva de espárragos, aunque estos frutos eran ya conocidos en el Imperio Romano, como lo demuestra La materia médica, de Diocleciano, obra en la que ya se les refiere. En otros libros de gastronomía editados en Al-Andalus, los espárragos trigueros aparecen como exquisitos manjares para la clase árabe más pudiente. Y si este pueblo fue el que introdujo en España tal verdura, nada extraño es que en Granada, o más concretamente en la comarca de Huétor-Tajar, en la vega del Genil fuera donde más caló.

Por su parte, la alcachofa lleva siendo cultivada en la zona de Benicarló, al menos, desde el siglo XIII, como refleja el famoso botánico Cabanilles, quien sostiene que las scolimus hispanicus se cultivan desde esa época en la huerta valenciana. De hecho, el escudo de Benicarló refleja una floreciente planta de alcachofa.

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