La mesa verde
Abril inaugura la temporada de las hortalizas más tiernas
Los agricultores afirman que en el campo, siempre que llueve, hay cosecha, y como abril es el mes de las mil lluvias no extraña que reverdezcan ahora las hortalizas. Se abre la temporada de los espárragos, alcachofas, lechugas, acelgas, puerros, habas, remolachas; un poco más adelante, la de las berenjenas, tomates, cebollas, pepinos, y están todavía en tiempo otras verduras de invierno que alargan sus recolecciones y aprovechan la primavera para culminar sus últimos brotes.
Todas conforman una mesa fresca, floral y suculenta; cada una desde su modesta aportación en forma de hojas (acelgas, lechugas, espinacas), flores (coliflor, alcachofa), vainas (judías verdes), raíces (zanahorias, remolachas, nabos), bulbos (cebollas, ajos), brotes (espárragos), semillas (guisantes), frutos (tomates, pimientos, berenjenas, pepinos) o tubérculos (patata). Y por supuesto, una mesa sana: es muy considerable su aporte de minerales, vitaminas y fibra.
De toda la cesta, elegimos las que se han granjeado un apellido a base de alimentar y emplear durante años a toda una zona determinada y que ya disfrutan de organismos reguladores para organizar y garantizar la producción. El Ministerio de Agricultura tiene inscritas denominaciones de origen, específicas o de calidad, de Alcachofa de Benicarló, Alcachofa de Tudela, Berenjena de Almagro, Calçot de Valls (en Tarragona), Chufa de Valencia, Espárrago de Huétor-Tájar (en Granada), Espárrago de Navarra, Patata de Galicia, Pimiento del Bierzo y Pimiento del Piquillo de Lodosa.
Los espárragos producidos y elaborados en la Vega Baja del río Genil, en Granada, deben su textura tierna, firme y carnosa, su profundo aroma y su exclusivo sabor entre amargo y dulce a las excelentes condiciones climáticas de la zona y a los mimos que impone el Consejo Regulador de la Denominación Específica Espárrago de Huétor-Tájar.
Por su parte, los que se producen en el valle medio del río Ebro, concretamente en 211 municipios navarros, riojanos y aragoneses que aglutinan casi 7.000 hectáreas de cultivo, son equiparables en calidad, aunque no en producción ni en fama. La denominación Espárrago de Navarra, que ampara estas producciones, persigue espárragos blancos o morados completamente perfectos, 'enteros, con aspecto y olor frescos, sanos, limpios, escurridos tras el lavado, bien formados y prácticamente rectos'. Tales características han de partir primero de las excelentes condiciones climáticas de la zona, paisajes suaves de clima mediterráneo templado; de las estrictas normas de elaboración que impone el consejo, y de las peculiares condiciones de cultivo del producto: estudio del suelo para comprobar su fertilidad, implantación del espárrago mediante semillas previamente seleccionadas en viveros, una baja densidad de plantación, un laboreo preciso y una recolección manual que se inicia justamente en estos días.
La fértil huerta que se extiende en las inmediaciones del Ebro genera otras suculentas hortalizas, tales como la Alcachofa de Navarra, que surge de la variedad, probablemente, más prestigiosa, la famosa Blanca de Tudela. Su cultivo se realiza en 33 municipios situados a lo largo de la Ribera de Navarra, que destinan unas 800 hectáreas a la producción de esta alcachofa. Los productores, 13 industrias, han creado una Indicación Geográfica Protegida, cuyo Consejo Regulador certifica el producto a partir de estrictas normas de calidad.
Berenjena de Almagro
En Ciudad Real, varios términos municipales como Aldea del Rey, Almagro, Bolaños o Calzada, Granátula y Valenzuela de Calatrava albergan las aproximadamente 40 hectáreas que generan las berenjenas amparadas y reguladas por el Consejo Regulador de la Denominación Específica Berenjena de Almagro. Este organismo busca sólo las producciones de mayor calidad, cultivadas con métodos tradicionales y recolectadas con los mayores cuidados. Tras una elaboración acorde con estas pautas, se presentan aliñadas, embuchadas con pimiento natural o con pasta de pimiento o troceadas.
Alcachofa de Benicarló
Las tierras castellonenses de la zona de Benicarló, Peñíscola, Vinaroz o Cálig gozan de condiciones climáticas y geográficas idóneas para el cultivo de alcachofas de gran calidad. A estas poblaciones pertenecen las 850 hectáreas donde las cinco firmas que componen el Consejo Regulador de la Denominación de Calidad Alcachofa de Benicarló recogen cada año los aproximadamente 95 millones de kilos que comercializan, según datos de Mercasa. El producto es tierno, con gran resistencia al ennegrecimiento y un aspecto externo compacto y apiñado.