_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Y después de la guerra, ¿qué?

Me han propuesto escribir sobre el escenario más probable para la economía y los mercados una vez que la guerra en Irak finalice. En el fondo, escrito o no, lo cierto es que la mayoría de los analistas ya ha anticipado este escenario en sus previsiones para los mercados. Otra cosa es que este hipotético escenario parezca más un deseo que el resultado de un estudio meticuloso.

También podemos intuir que las autoridades económicas internacionales han hecho un ejercicio similar. De forma obvia, rechazan hacerlo público. O aseguran que la incertidumbre es demasiado elevada como para hacer previsiones. Sin duda se trata de evitar influir de forma negativa en el ánimo de los agentes económicos. Y es que tras tres años de caídas en las Bolsas, de moderación (recesión incluida) en el crecimiento mundial y utilización al límite de los instrumentos de política económica, lo que no necesitamos son previsiones negativas para el futuro.

Pero los datos que vamos conociendo los últimos meses apuntan al pesimismo. ¡Será por la incertidumbre sobre el impacto negativo de la guerra! No se puede descartar. Es evidente que muchos proyectos de inversión se han retrasado hasta que las condiciones -económicas y políticas- mejoren. Y el consumo familiar lleva demasiados meses soportando el crecimiento, una situación que es complicado que perdure en un contexto de aumento del paro y menor riqueza familiar.

Tras lo anterior, la conclusión parece muy simple: la duración del conflicto es un condicionante fundamental para que la recuperación económica se materialice. En los últimos días hemos escuchado cuantificaciones sobre este tema. Un miembro del BCE adelantó que si la guerra supera los tres meses, el crecimiento mundial podría reducirse en dos puntos (las previsiones del FMI en el mejor de los casos son de un crecimiento del 3,3%). Pero una guerra corta no parece ahora suficiente para la recuperación. ¿Qué más debe ocurrir?

Hace unos días pudimos escuchar cómo una fuente de la Reserva Federal dudaba de que los 'desequilibrios' de los noventa se hubieran superado. No, no se trata del déficit de la balanza corriente de EE UU (implícitamente, tampoco del dólar). Sus comentarios se centraban más bien en la burbuja tecnológica en las Bolsas, el exceso de capacidad en la industria y los numerosos casos de corrupción contable. Por tanto, el culpable de la incertidumbre sobre la recuperación económica sigue siendo el mismo de los últimos años. ¿Cómo combatirlo? Más tiempo, en un contexto sin incertidumbres. Es la misma solución mencionada desde el año pasado, aunque no cumplida precisamente por el escenario de guerra en Irak.

La guerra en Irak parece ahora inundarlo todo. Sin embargo, tenemos que reconocer que su impacto inicial sobre los mercados financieros nos ha sorprendido. Las Bolsas han recuperado casi todas las pérdidas acumuladas en el año y el precio del petróleo ha bajado hasta los niveles del mes de noviembre, dejándose en el camino un descenso del 29%. Si se mantiene esta tendencia mientras dure el conflicto, y éste es corto, estaríamos ante la mejor situación de partida posible para anticipar un aumento en las tasas de crecimiento. Pero, para que esta recuperación sea sostenible en el tiempo hace falta que se recupere la confianza de los agentes económicos. En definitiva, hace falta tiempo.

Es preferible que la recuperación económica sea lenta pero decidida, a asistir a un aumento explosivo del crecimiento que no se sostenga en el tiempo. El mejor ejemplo en este último caso fue la respuesta de la economía norteamericana tras los atentados terroristas del 11-S.

Por otro lado, es cada vez más evidente que no podemos confiar en que el crecimiento norteamericano siga liderando de forma indefinida el crecimiento mundial. El hecho de que el crecimiento de EE UU haya supuesto el 70% del crecimiento mundial en los últimos años, mientras el peso de su economía es inferior al 30% da bastante que pensar.

Lo que fallan no son los mercados emergentes, cuyo crecimiento promedio puede superar este año el 4,5%. Son los desarrollados, como la economía europea o la japonesa, los que deben aumentar su crecimiento potencial. Quizá la situación ahora no acompañe para aplicar reformas estructurales. Y esta petición ya suena a algo demasiado repetido y retórico. Pero es algo muy real: una de las debilidades ahora de la economía mundial es la convergencia de los ciclos económicos entre las principales zonas. En parte resultado de la apertura y crecimiento de los mercados de comercio exterior, pero que falla cuando se producen asimetrías en las tasas de crecimiento de las principales economías.

En definitiva, el escenario que se nos presenta para el futuro no tiene por qué ser negativo. La evolución ahora de los mercados financieros es un punto sin duda favorable a considerar, aunque no es suficiente. Los mercados se suelen caracterizar por cometer excesos, especialmente en situaciones de fuerte incertidumbre como ésta. Recuperar la confianza de los agentes económicos es fundamental y esto requiere tiempo. El resto es especulación.

Archivado En

_
_