Otra guerra inoportuna
Si alguien les ha dicho alguna vez que una guerra es la solución a un problema económico, les ha mentido. Como muestra de ello observen el comportamiento de las economías más industrializadas en los últimos nueve meses: han pasado de mostrar tibias señales de recuperación económica a mostrar signos de deterioro profundo de las expectativas.
Da igual que Sadam sea un tirano, en la guerra que lo va a derrocar hemos empezado perdiendo todos mucho antes de la ruptura de hostilidades, al menos en lo referente a crecimiento de la producción y empleo, por no hablar del comportamiento de las Bolsas o de los activos con riesgo.
En los últimos nueve meses las Bolsas han perdido no menos de un 10%. La más afectada, con una diferencia muy significativa, ha sido la Bolsa alemana. Si la Bolsa española no sigue al resto de las Bolsas europeas es por la ordenada solución que han venido teniendo los problemas de las principales empresas españolas en Latinoamérica.
El comportamiento diferencial de la Bolsa alemana puede deberse al retroceso de su sector asegurador y bancario, particularmente afectado por la crisis bursátil, y a la evolución de su sector industrial. El comportamiento de la producción industrial, independientemente del país que se considere, era esperanzador antes del verano de 2002. Aunque todavía se observaban decrecimientos en la producción, se había experimentado un punto de giro en los indicadores de opiniones empresariales, que posteriormente confirmarían los indicadores de producción. Un punto de giro, para los que analizan la coyuntura económica, es un momento en el que revierte la tendencia del indicador. En este caso, hacia principios del verano de 2002, ya no crecía el pesimismo.
Pero la incertidumbre sobre la economía mundial con una guerra por resolver retrajo las decisiones de inversión, a pesar de la laxitud de la política monetaria y fiscal en los países industrializados. Entre los países más afectados por la dilación de la inversión figura Alemania, cuyo sistema productivo tiene una actividad muy volcada en la producción de bienes de equipo.
En el caso norteamericano, tras un retroceso de la confianza empresarial hacia julio de 2002, la mejoría posterior es atribuible, en buena medida, a los pedidos de material militar.
Lo sorprendente ha sido el comportamiento de los mercados bursátiles tras el ultimátum a Sadam, con revalorizaciones del orden del 10-15%, poco justificables salvo que se tenga mucho optimismo sobre la resolución del conflicto, o se concluya que el ajuste entre enero y mediados de marzo ha sido excesivo.
Porque, independientemente de cómo se resuelva y cuál sea el precio de petróleo a la salida de la guerra, la economía mundial y las principales economías industrializadas han acumulado desequilibrios significativos. En el caso estadounidense está desequilibrada la cuenta corriente, con un déficit en torno al 5% del PIB; las finanzas familiares, por el aumento de su endeudamiento; las cuentas públicas, que ante los agresivos programas de reducción de impuestos supondrán déficit público del 3% del PIB en los próximos tres ejercicios; y el mercado laboral, que muestra una destrucción significativa de empleo en los primeros meses de 2002.
En el caso alemán, el mayor problema radica en la mala situación de su sistema financiero, muy afectado en sus resultados por la morosidad que provoca la mala situación económica, el aumento del desempleo y el deterioro de la solvencia empresarial.
Respecto a Japón, con una economía prácticamente estancada desde principios de los noventa ante la quiebra técnica de su sistema financiero no puede ser esperanza para nadie.