Beneficios y responsabilidad social
Marta de la Cuesta explica el funcionamiento de los índices éticos de Bolsa. Recuerda que empresas como Enron o Ahold han sido incluidas en estos índices y considera esencial exigir más transparencia para evitar intromisiones
Parece que en España van a comenzar a elaborarse índices bursátiles éticos como los que ya son conocidos y están consolidados en otros países. Entre los más importantes se encuentran el Dow Jones Sustainability, FTSE4Good, KLD Social Indexes, Ethibel Sustainability o el Domini 400.
Los denominados índices bursátiles éticos, sostenibles o socialmente responsables incluyen a las empresas que destacan por tener un mejor comportamiento social y medioambiental y sirven de referencia para buena parte de las inversiones éticas.
Estas inversiones no pretenden que las empresas descuiden sus objetivos de riesgo y rentabilidad financiera, se conviertan en mártires y sacrifiquen su beneficio para el de la humanidad, sino que incorporen como criterio en sus decisiones el conjunto de obligaciones y compromisos, legales y éticos, nacionales e internacionales, que se derivan de los impactos que la actividad y operaciones de las organizaciones producen en el ámbito social, laboral, medioambiental y de los derechos humanos. Esto es, que asuman sus responsabilidades sociales.
Los índices bursátiles éticos no pretenden que las empresas se conviertan en mártires, sino que asuman sus responsabilidades sociales
Las propias empresas son conscientes cada vez más de esas responsabilidades no sólo por imagen corporativa, sino también por necesidad de instrumentar una buena gestión de riesgos. Por ello está aumentando su interés por ser calificadas como empresas socialmente responsables y formar parte de los índices bursátiles éticos.
æpermil;tica y beneficios no son conceptos incompatibles. Al contrario, parece cada vez más evidente que, a largo plazo, un comportamiento socialmente responsable será condición para tener beneficios. Formar parte de estos índices atrae nuevo capital de inversores institucionales cada vez más conscientes de que una buena gestión de los impactos sociales y medioambientales de la empresa repercute en el valor de la misma a medio y largo plazo.
¿Cómo funcionan esos índices? A partir de unos criterios previamente definidos, y con base en la información procedente de las agencias especializadas, el gestor del índice aplica el denominado filtro ético y selecciona a las empresas con mejores puntuaciones en cada sector. No es por tanto una valoración absoluta, sino relativa y enfocada a destacar aquellas compañías con mejor comportamiento dentro de cada sector, sirviendo de ejemplo para el resto.
Estos índices no pueden por tanto reflejar todos los valores morales de cada inversor particular o grupo de inversores, como ocurre en el caso de fondos de inversión o fondos de pensiones éticos, aunque a la hora de definir los criterios de inclusión deberían tener en cuenta las preocupaciones sociales y medioambientales más valoradas en ese momento por los inversores a los que van dirigidos.
Utilicemos como ejemplo el índice Dow Jones Sustainability. Las compañías que se incluyen en él han hecho esfuerzos reales en los últimos años por mejorar sus relaciones con el entorno, elaborando memorias sociales, desarrollando estrategias de diálogo con sus accionistas o grupos de interés o mejorando sus sistemas de gestión medioambiental. Incluirlas en un índice ético o social no presupone que sean éticas y responsables en todos sus aspectos, sino reconocer su esfuerzo y dar la señal a sus competidoras de que es posible ser rentable y responsable al mismo tiempo.
¿Pero cómo es posible, que empresas que a priori están incluidas en los más importantes índices éticos hayan protagonizado algunos de los más sonados escándalos financieros (casos como el de Enron o el más reciente de la multinacional Ahold), o hayan sido fuertemente criticados por sus comportamientos sociales o medioambientales?
Estos índices utilizan para la selección de empresas la información pública disponible en el mercado. Si los informes económicos, sociales y medioambientales de las compañías no son del todo correctos, los responsables de esa falta de transparencia son, en primer lugar, los directivos de la empresa y subsidiariamente los sistemas de control y auditoría existentes, mientras que los principales perjudicados son los propios accionistas, así como los empleados, la comunidad local, las generaciones venideras y otros agentes de interés.
No obstante, para lograr el objetivo que persiguen, debemos exigir a los gestores de estos índices que apliquen mejor el filtro ético reforzando sus sistemas de investigación y que no relajen los criterios de evaluación social tratando de abarcar un número representativo de empresas. Y, en todo caso, que pidan explicaciones a las empresas denunciadas y las eliminen del índice en cuestión.
Pero también debemos exigir a los gobiernos que garanticen a los inversores y a la sociedad en general la máxima transparencia empresarial y disponibilidad de información en el mercado para poder valorar adecuadamente si los criterios sociales recogidos en el índice son cumplidos por las empresas que lo integran. Si no se exige a las empresas que suministren de forma homogénea el tipo de información que se precisa para controlar el cumplimiento de dichos criterios y se deja en manos de auditores externos la verificación de los impactos sociales y medioambientales de la actividad de la empresa, éstos probablemente pondrán de relieve los aspectos positivos y no denunciarán aquellos en los que no es transparente. Si, por el contrario, hay obligación legal de informar de forma estandarizada acerca de las cuestiones sociales y medioambientales, el juicio que se hará por parte de los auditores será más honesto y justo.
Esta obligación debería hacerse extensible a todas las organizaciones que quedan fuera de las sanciones del mercado de capitales y a las que debe exigirse la misma transparencia en la gestión, independientemente de que coticen o no, o sean de propiedad pública o privada.