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El Espejo de los Fondos

El dólar y los desequilibrios

Juan Ignacio Crespo Director de análisis de Lipper

Afinales de febrero pasado el volumen conjunto de los fondos de inversión domiciliados en España que invierten en activos denominados en dólares ascendía a un equivalente en euros de 1.042 millones. Aunque no es un gran volumen si se compara con el patrimonio total de fondos, que asciende a casi 174.000 millones de euros, la evolución del dólar será determinante para su rentabilidad futura.

La balanza comercial de EE UU alcanzó en el año 2002 un saldo negativo récord de 435.000 millones de dólares (un 21% más que en el año 2001) y se calcula que el déficit de la balanza de pagos por cuenta corriente, que, además de los bienes y servicios, tiene en cuenta las transferencias corrientes que EE UU intercambian con el exterior, se acercará al medio billón de dólares, cifra que equivale a un 5% del PIB.

Históricamente, cuando el desequilibrio en las cuentas exteriores de un país alcanza estos niveles, su moneda no tiene más remedio que depreciarse, de ahí que, durante los últimos 12 meses, el dólar haya retrocedido un 19% frente al euro y un 12% frente al yen, hasta su cotización actual de 1,08 dólares por euro y 118 yenes por dólar.

La reducción del déficit comercial de EE UU a una cifra más manejable exige una depreciación del dólar, una nueva recesión o ambas cosas a la vez

La última vez que las cuentas exteriores de EE UU vivieron una situación parecida fue en el periodo 1985-1991. Al comienzo de este periodo el dólar cotizaba a 260 yenes y frente a las monedas europeas su fuerza era tal que, si entonces hubiera existido el euro, hubiera cotizado a 0,73 dólares por euro. En esas circunstancias los países del G-5 alcanzaron el acuerdo de provocar su depreciación (Acuerdos del Plaza), consiguiendo tal efectividad que seis años después (en 1991) el dólar cotizaba a 1,42 dólares por euro y a 134 yenes por dólar (una depreciación de casi el 50%).

En esos seis años el déficit de la balanza por cuenta corriente de EE UU realizó un cambio de dirección: siguió creciendo hasta finales de 1987 (en parte por el llamado efecto curva J, es decir, el crecimiento de la cifra global de las importaciones por el puro efecto monetario de calcular su contravalor en un dólar depreciado) cayendo a continuación, hasta alcanzar el equilibrio en 1991 por el triple impacto del menor crecimiento de la economía americana, la depreciación del dólar y la recesión de 1990-1991.

Curiosamente, el empujón final con el que las cuentas exteriores de EE UU alcanzaron el equilibrio lo proporcionaron las transferencias realizadas por sus aliados en compensación por los costes de la operación Tormenta del Desierto.

¿Significa todo esto que el déficit exterior de la economía de EE UU seguirá creciendo en 2003 y que el dólar tiene por delante al menos cuatro o cinco años de tendencia a la depreciación? Muy probablemente sí y, aunque la comparación parezca demasiado esquemática, la situación es ahora bastante más delicada que a finales de los años ochenta, pues la economía estadounidense ha pasado por una recesión que no ha contribuido casi nada a la corrección del déficit comercial.

Aunque no tenga por qué producirse una desaparición total del déficit comercial norteamericano, su reducción a una cifra más manejable (por ejemplo, la mitad) exige o bien una depreciación adicional del dólar o una nueva recesión de la economía norteamericana, o ambas cosas a la vez. A no ser que, tal y como esperan Hans Blix y su equipo de inspectores, se produzcan enormes cambios en el último minuto.

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