Un nuevo modelo de relaciones laborales
Hace unos días se hacían públicos los datos referidos al paro registrado en las oficinas del Inem durante febrero, datos que mostraban un descenso en el número de desempleados registrados y un incremento de las afiliaciones a la Seguridad Social, y una vez mas la estadística volvía a alinearse con el absurdo juego de, en algunos casos y sobre la base de unos intereses, injustificar lo justificable, y en otros y en base a otros, justificar lo injustificable. Dejando de lado esa, a mí entender, incomprensible e innecesaria confusión que se genera en la opinión pública, voy a centrarme en reflexionar, no sobre los datos en sí, sino sobre el fondo de los mismos.
La comprensión de los datos que con periodicidad nos aporta el mercado de trabajo requiere asumir que éste se compone de factores exógenos y endógenos. Entre los primeros están todos aquellos acontecimientos propios de la economía, es decir, la correlación entre los datos macroeconómicos y el índice de paro, y que tiene su máxima expresión en la inseparable dupla crisis económica/paro.
Entre los segundos están todas aquellas acciones que tienen que ver con la gestión estratégica de las relaciones laborales, es decir, el conjunto de acciones que en el entorno empresarial llevan a cabo los agentes sociales.
Las cifras proporcionadas por el Inem sobre febrero determinan que el paro se sitúa en una tasa del 9,38%, y que se siguen manteniendo algunos problemas que vienen de un antaño tal que se han situado en la delgada línea que separa lo crónico de lo anecdótico. La precariedad y la segmentación son un claro ejemplo de ello.
No voy a caer en el error de afirmar que los datos, Inem y/o EPA, no son importantes. Lo son y mucho, y además en este caso favorables, puesto que parecen indicar que estamos iniciando, desde el punto de vista económico, una recuperación que invita, aun con reservas, a una cierta euforia.
Ahora bien, ¿cuánto de ese porcentaje de desempleo es debido a factores exógenos y cuánto a endógenos? La importancia de la pregunta estriba en que el ratio correspondiente a los endógenos pondría de manifiesto dos cuestiones críticas. La primera, cuál es la cantidad de demanda de empleo disponible sin cubrir (recordemos que en la economía del trabajo dicha demanda la realizan las empresas). Y la segunda, contrastar que dentro de la tasa de paro son los factores endógenos los que actúan como multiplicadores.
Esa tasa del 9,38% no es más que un mero indicador de determinada situación en un determinado momento. Lo importante no es si esta cifra es buena o mala, o mejor o peor que otras; lo importante, lo trascendente, lo crítico, es saber leer el camino por el que hemos transitado y sobre la base de ello descubrir las claves del desempleo, descubrir que en el entorno actual, cambiante, de incertidumbre, y ausente de linealidad, no podemos seguir obviando la gestión de los factores endógenos en pro de un lloriqueo quejicoso por la mala suerte en los factores exógenos.
La capacidad de lectura e interpretación de los acontecimientos que rodean al entorno empresarial es un débito que se nos ha de exigir a aquellos que tenemos responsabilidades sobre el funcionamiento del mercado de trabajo
Creo sinceramente que estamos en un momento en el que ya no valen medias tintas, muy cómodas desde la perspectiva política pero absolutamente ineficaces desde planteamientos sociales y posturas empresariales. Esa mirada hacia atrás, al más puro estilo del Ulises homérico, ha de ser el catalizador de un nuevo modelo de relaciones laborales capaz, per se, de flexibilizar el mercado de trabajo en todas sus dimensiones. Y este nuevo dimensionamiento ha de hacerse desde una herramienta, la negociación colectiva, y desde una doble óptica, la de una negociación colectiva descentralizada, y la de una negociación colectiva con repercusión estratégica.
Y esa flexibilización, a medio plazo y a través de la corrección de los negativos datos de los factores endógenos, ha de ser no sólo el camino hacia unas cifras de desempleo mucho mas próximas a los mínimos friccionales, sino también el garante de que esas cifras estarán neteadas en lo que se refiere a precariedad y siniestralidad.
Renunciar a ello supondría negar la realidad que el pasado nos está plasmando con cada uno de los datos que mensualmente aporta el Inem y que trimestralmente aporta la EPA.