Las cajas invierten un 40% más en acciones en dos años de crisis bursátil
El gobernador del Banco de España, Jaime Caruana, advertía ya hace dos años que 'las inmovilizaciones permanentes en inversiones en empresas industriales con vocación de control representan compromisos a largo plazo con responsabilidades adicionales y, si sobrepasan determinados límites o alcanzan proporciones relativas importantes en el balance, pueden ser extrañas a la naturaleza y objetivos de las cajas'.
Sin embargo, lejos de moderarse, lo cierto es que las cajas han aprovechado los bajos precios de la Bolsa para tomar posiciones en las empresas y aumentar su cartera de participaciones estables, precisamente cuando los bancos se repliegan y ponen en revisión toda su política de inversiones empresariales.
Al finalizar 2002, las entidades de ahorro tenían una cartera de participaciones estables de 6.716,8 millones de euros, casi un 40% superior a la de diciembre de 2000. En un sólo año el crecimiento ha sido del 18,7%. A este saldo habría que sumar los 12.159 millones de participaciones en empresas del grupo, aquellas en que las entidades participan en la gestión, con un crecimiento del 6,8% en dos años, según los balances de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA).
Desde 2000, la cartera de los bancos sólo creció un 2,7%, hasta 5.499 millones de euros. Descendió incluso un 4,2% si sólo se toma como referencia el último año. Las participaciones en empresas del grupo -37.065 millones-, donde los bancos concentran la mayor parte de sus inversiones, descendieron un 1,5% en ese periodo, según la Asociación Española de Banca (AEB).
Si en vez de observar las participaciones estables (por encima del 3% si la empresa cotiza en Bolsa o al menos del 20% si no cotiza), el análisis se centra en la adquisición de acciones y otros títulos de renta variable, la evolución es muy diferente. Las cajas disminuyeron un 9,8% su cartera de inversión de carácter financiero y especulativo, mientras los bancos la aumentaron un 20,5%.
Así, estos se repliegan y deciden reducir el peso de los riesgos ajenos al negocio bancario clásico y deshacen posiciones en empresas consideradas hasta hace poco estratégicas. Sólo en este contexto se explican operaciones tan sonadas como la venta de Dragados o ACS, en el caso del Santander, o las desinversiones en Repsol, Telefónica o Metrovacesa, en el del BBVA, bajo el criterio de que toda la cartera industrial 'está en venta' si no cumple la prueba de la rentabilidad y de creación de valor para el accionista.
Las cajas buscan, entre tanto, nuevas vías de rentabilidad, conscientes de que el entorno será cada vez más competitivo. En este sentido, confían en que la toma de participaciones en un momento de caída de la Bolsa sea garantía de plusvalías futuras.
Los bancos encontraron en la inversión en empresas un área generadora de nuevas oportunidades de negocio y una manera de engrosar resultados vía dividendos mucho antes que las cajas.
El problema es que estas participaciones demandan abundantes recursos propios para cumplir los límites vigentes a las participaciones industriales y a la concentración de riesgos, lo que obliga a las cajas, que no pueden emitir acciones, a buscar nuevas fórmulas de financiación de su crecimiento, como la deuda subordinada y las participaciones preferentes emitidas desde filiales.
Este instrumento, se utilizó con especial intensidad durante el año 2000, bajo la mirada crítica del Banco de España.
El peso de los activos de más riesgo crece 17 puntos desde 1996
La presión de los márgenes por la caída de los tipos de interés y la mayor competencia han conseguido que bancos y cajas de ahorros se parezcan cada vez más. Los primeros tratan de recuperar posiciones en el negocio tradicional, escarmentados con su apuesta empresarial y latinoamericana y reproducen la fórmula más doméstica de las cajas. æpermil;stas, por el contrario, exploran nuevas oportunidades de negocio en actividades, como la inversión en renta variable, que hasta hace poco les eran ajenas. El resultado es que la estructura del balance de las cajas es cada vez más parecida a la de sus competidores, a juzgar por el peso que tienen en el balance los activos de mayor riesgo. El balance de las cajas casi se ha duplicado desde 1996 y desde entonces el peso de los créditos y la inversión en renta variable ha crecido nada menos que 16,87 puntos. Al finalizar 1996, los créditos representaban el 48,07% del total de los activos y la renta variable el 2,79%. En diciembre de 2002, estos porcentajes eran del 63,16% en el caso de los créditos y del 4,57% en la cartera de renta variable. Eso significa que estos activos de riesgo, de impago, en el caso de los préstamos, y de depreciación, en lo que se refiere a las participaciones empresariales, han pasado de representar el 50,86% de los activos totales al 67,73%. El Banco de España ya alertó sobre este aumento constante del perfil de riesgo y pidió a las cajas moderación y prudencia tanto en sus inversiones crediticias como empresariales. Pero pese a los mensajes del supervisor, las cajas han vivido años de aumento espectacular de los préstamos. Lo cierto es que, de momento, no se ha traducido en mayor morosidad y el sector cuenta con una cobertura de riesgo en niveles históricos. En cualquier caso, las cajas son conscientes de que el entorno se complica y obligará a políticas más defensivas que expansivas.