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Columna
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La guerra y las escaramuzas

En los últimos meses se suponía que la guerra contra Irak estaba ya decidida por la Administración republicana y que el necesario y obligado desarme del régimen de Sadam Husein en realidad escondía otras cosas que irían apareciendo a medida que nos acercáramos a la propia lógica del despliegue militar estadounidense. Es obvio que después del discurso del presidente Bush presentando el modelo pos-Sadam ya se han puesto encima de la mesa los verdaderos objetivos del diseño de EE UU para el mundo árabe.

El desarme de Sadam Husein, lo haga o no, es la excusa para ocupar el territorio iraquí, establecer una administración de ocupación bajo la tutela de un gobernador estadounidense, civil o militar, durante un periodo mínimo de dos años, reconstruir el país, celebrar elecciones libres y democráticas y realizar una sana contaminación democrática de los países árabes vecinos, especialmente de Arabia Saudí y de Siria. Esta nueva realidad reduciría la presión árabe sobre Israel, que, relajado y con una posición militar preeminente en la zona, se avendría a aceptar un Estado palestino sui generis. Entre tanto, el otro miembro del club del 'eje del mal', Irán, tendría la posibilidad de normalizarse dentro de este escenario; de lo contrario, sería el próximo.

A través de esta estrategia, el terrorismo internacional, especialmente el de origen fundamentalista, quedaría privado de soporte político, territorial y financiero. La sociedad musulmana descubriría que entre la chaira y los valores de la democracia occidental no hay medida y en unas generaciones el mundo islámico habría cambiado. Los riesgos y amenazas de los excesos fundamentalistas serían un recuerdo doloroso en la historia de la humanidad salvada gracias al genio estratégico y geopolítico de la actual Administración republicana que detenta el Gobierno en EE UU.

Tal vez resulte excesiva mi ironía, pero lo que les estoy contando es lo que nos están diciendo quienes más mandan en el planeta Tierra. Lo peor es que esta extraña teoría se sustenta en la última ratio del excepcional poderío militar estadounidense, que sustentado en la noción de guerra preventiva y en el nuevo concepto estratégico de la llamada guerra de proyección sería después del más que seguro aplastamiento del régimen iraquí un escarmiento de tal calibre que nadie tendría ninguna duda que el modelo se seguiría aplicando en el siglo XXI.

Irak es la prueba y la necesaria demostración que este modelo de relaciones internacionales será el imperante para las próximas generaciones. Para Bush atacar Irak, destruir el régimen de Sadam Husein y dejar bien claro ante el mundo que esto es lo que le puede ocurrir a cualquiera que represente un riesgo o potencial amenaza para EE UU se ha convertido en una necesidad histórica. Por eso hará la guerra.

Si alguno de mis lectores tiene la paciencia de leer y establecer una secuencia entre el discurso del secretario de Defensa, D. Rumsfeld, en el seminario de Seguridad de Múnich y el discurso de Bush en el Instituto de Economía podrán constatar que no exagero. El nuevo modelo estadounidense necesita un castigo ejemplar sobre Irak para asegurar su credibilidad. Por eso harán la guerra. No dudo que el petróleo es un dato importante, pero creo que en el modelo presentido en el discurso de Bush es mucho más un modelo ideológico y de valores, algunos profundamente reaccionarios, junto a la necesidad obsesiva de pasar a la historia con un nuevo diseño estratégico para el mundo basado en la seguridad nacional de EE UU. Esta seguridad nacional exigiría al parecer cambiar progresivamente los fundamentos vitales de más de 1.200 millones de musulmanes, empezando por el castigo ejemplar de Sadam, luego ya entenderán los otros que al que se desmande le puede ocurrir lo mismo…

Este diseño es tan peligroso para nosotros, españoles, y sacrifica tanto nuestras posibilidades de política exterior que sigo sin entender las razones últimas que han llevado al presidente Aznar a apuntarse con tanto denuedo a un modelo estratégico donde lo único que podemos ser, nosotros españoles, es un instrumento más de unos intereses superiores que no podemos controlar. Pensar que estando en primera línea entre los defensores de este nuevo modelo se nos otorgará el papel de actor global en el mundo y país decisivo en los grandes conflictos… ¡Quién se atreverá a explicar en el Consejo de Ministros a nuestro presidente que el cuento de la lechera aplicado a las relaciones internacionales puede producir consecuencias dramáticas para una potencia mediana como es el Reino de España!

Manuel Marín es portavoz de Asuntos Exteriores del Grupo Socialista en el Congreso

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