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Columna
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Queremos conocer la verdad

Al clamor popular que niega la guerra como solución o pide que no vuelvan a producirse mareas negras, debe irse incorporando la exigencia de información, como ocurrió en la manifestación del pasado domingo en Madrid con una de las pancartas que abrían la marcha, donde podía leerse: 'Queremos conocer la verdad', expresando el sentimiento general de millones de ciudadanos que, ante los desastres que nos acechan, ignoran lo que de verdad ocurre aunque tienen el derecho de saberlo.

La información sobre estos temas es tan importante que, por ejemplo, si de los informes de los inspectores de Naciones Unidas se deriva la existencia en Irak de determinado número de esas armas que se denominan de destrucción masiva, puede darse la paradoja de que el pueblo iraquí, ignorante de la dedicación que han hecho sus gobernantes de los fondos públicos, se vea masacrado simplemente porque dichos gobernantes han procedido, en el mayor de los secretos, a producir o a importar armas químicas, bacteriológicas o cualesquiera otras.

Y el caso es que este problema de ocultamiento de datos militares no es privativo de dictaduras como Irak, de manera que los ciudadanos de los desarrollados países que se preparan para la guerra ignoran el número de armas, también de destrucción masiva, que han producido sus propios gobernantes, las exportaciones de armas que han realizado a países en desarrollo como Irak, la verdadera capacidad destructiva de las armas propias y las de los enemigos, los efectos posteriores sobre la salud del uso de agentes químicos, bacteriológicos y nucleares y, en general, desconocen todo sobre una materia de la que depende nada menos que la propia existencia del planeta.

Los esfuerzos que, desde 1955, viene realizando Naciones Unidas para la prohibición de la producción o almacenamiento, y en su caso destrucción, de armas nucleares, bacteriológicas, químicas, tóxicas y minas antipersonas no tienen el menor reflejo estadístico, puesto que todos esos productos, así como los consumos intermedios para su elaboración, brillan por su ausencia en las estadísticas de producción industrial y en las cuentas de las Administraciones y, por supuesto, tampoco figuran en las clasificaciones del PIB ni en las balanzas de pagos que debieran dar cuenta del detalle de las transacciones internacionales.

Por si ello fuera poco, y para evitar el menor problema a los Gobiernos que incumplen los tratados y convenios de Naciones Unidas, se impide la detección de estas irregularidades por la vía financiera, consintiendo que determinados países, algunos de ellos democráticos y globalizadores, erigidos en paraísos fiscales, mantengan en secreto determinado tipo de movimientos especulativos de capitales, aunque éstos faciliten la adquisición de armas, el narcotráfico o la evasión de divisas, como la que ha llevado a la ruina al pueblo argentino. También podemos hablar de penuria informativa en materia medioambiental, por más que la conciencia sobre la gravedad de problemas como el calentamiento atmosférico o la desaparición de capas de ozono haya llevado a dar carácter obligatorio a estadísticas sobre usos del agua, vertido de residuos, agentes contaminantes y otros aspectos que traen consigo el deterioro del entorno.

Pero, a pesar de esta obligatoriedad, la obtención de información veraz tropieza con fuertes resistencias, como las manifestadas en el caso del Prestige y, lo que quizá sea más importante, hay que incluir en los planes estadísticos temas que todavía están en estado incipiente, como el impacto del deterioro medioambiental en materias como la salud, que han de llevarse a cabo mediante estudios epidemiológicos sobre las personas que se han visto sometidas a riesgo por su residencia, profesión o por haber recogido vertidos tóxicos.

La presión ciudadana no debe cejar en su reivindicación de conocer la verdad en todo tipo de campos del conocimiento humano, incluidos los que todavía se consideran secretos. El colectivo científico, por su parte, puede prestar una ayuda inestimable señalando líneas de investigación y reclamando los datos necesarios para llevarlas a cabo, poniendo en relación las múltiples variables que intervienen en cada fenómeno y estudiando las relaciones causa-efecto para demostrar la complejidad, y las verdaderas soluciones, de tantos problemas que se nos intentan vender de un modo tan simplificado como torpe.

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