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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Plegarias atendidas

El comisario europeo para Asuntos Económicos, Pedro Solbes, reconoció ayer que siempre ha apostado por un euro fuerte, pero que su deseo se está haciendo realidad con demasiada rapidez. Los problemas que comienza a generar en la zona euro, especialmente para Alemania, la apreciación de la divisa común vienen a recordar aquella vieja cita que sostiene: 'Se llora más por las plegarias atendidas que por las no atendidas'.

Enfrente, la política defendida por el nuevo secretario del Tesoro de EE UU, John Snow, defendiendo la política del dólar fuerte como 'una cuestión de interés nacional'. Este empeño en marcar distancias con su antecesor, Paul O'Neill, es ante todo una cuestión de necesidad. El alto déficit por cuenta corriente de EE UU exige que la economía atraiga 1.400 millones de dólares al día de capital extranjero para financiarlo. Con la caída de las Bolsas, los valores estadounidenses han perdido atractivo y sólo una divisa fuerte y estable es capaz de propiciar la financiación necesaria para que la economía funcione.

En el caso europeo, la disparidad de intereses, como siempre, hace difícil una posición de consenso al respecto y, por tanto, una plegaria común. Para Solbes, el verdadero motivo de preocupación es la alta volatilidad que refleja la rápida ascensión del euro, más que la cotización en sí. El comisario siempre ha defendido que la moneda europea se encontraba infravalorada respecto al dólar y no considera que el cambio actual de 1,082 dólares por euro sea excesivo.

Para Alemania, por el contrario, la preocupación pasa por sus efectos sobre el crecimiento. El comportamiento de las exportaciones ha permitido compensar una deprimida demanda interna y, con ello, alcanzar un crecimiento de apenas el 0,2% en 2002. Si las exportaciones alemanas pierden competitividad, la recuperación en 2003 puede darse por perdida. Pero ése es sólo uno de los muchos intereses en juego en Europa. En el caso de otros países, como España por ejemplo, la apreciación del euro ayuda a compensar la subida de los costes energéticos derivada del alza del petróleo. Y, con ello, a evitar que los precios, ya fuera de control, se disparen aún más.

El recurso al tipo de cambio en momentos de crisis es un clásico. Lo cierto es que la apelación de Snow a la fortaleza del dólar revela la dependencia estructural de EE UU de la inversión extranjera. En 2002, China ya superó a EE UU como primer destino del capital extranjero y una posible guerra en Irak no favorecería, cuando menos, un cambio de preferencias para los inversores. En el caso europeo, la disparidad de posiciones en torno al euro dificulta el debate abierto en el seno de la Unión sobre la reorientación de la política monetaria. Si el objetivo único del BCE es controlar los precios, la apuesta por el euro fuerte es clara. Si además tuviera que favorecer el crecimiento, sería el momento de apostar por una rebaja de tipos.

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