Alemania no levanta cabeza
El Gobierno alemán confirmó ayer las peores previsiones de los analistas al anunciar que la mayor economía de la UE permaneció prácticamente estancada durante el cuarto trimestre de 2002 y creció un raquítico 0,2% en todo el ejercicio. El dato supone el menor ritmo de actividad desde la recesión de 1993 (cuando el PIB alemán sufrió una contracción del 1,1%) y el crecimiento más modesto dentro del Grupo de los Siete. Incluso Japón, que lleva una década en crisis, creció un 0,8% en el tercer trimestre del año (último dato disponible).
Además, las perspectivas futuras no son nada alentadoras para el gigante europeo. El consumo privado descendió el año pasado por primera vez desde la reunificación y sólo las exportaciones, que representan casi un tercio del PIB, ayudaron a impedir un crecimiento negativo. Las ventas al exterior se incrementaron un 2,9% y contribuyeron con 1,5 puntos al crecimiento del PIB.
El equipo del socialdemócrata Gerhard Schröder, acusado por la oposición de mentir a los ciudadanos sobre la gravedad de la crisis para ganar las últimas elecciones, asegura que no hay motivos para el pesimismo. Pero lo cierto es que las malas perspectivas a medio plazo han llevado a muchas empresas del país a recortar fuertemente sus inversiones durante el año que acaba de terminar (8,4% menos en el caso de los bienes de equipo) y a poner en marcha severos planes de ajuste de plantillas.
El resultado es una tasa de paro que supera el 10% de la población activa (más de 4 millones de desempleados) y un fuerte desplome en la confianza de los consumidores, que se ha colocado al nivel más bajo en ocho años. No parece, pues, previsible un fuerte repunte del consumo privado a corto plazo. Ni tampoco por parte del Gobierno federal, que tiene que esmerarse en poner en orden las cuentas públicas. Alemania cerró el ejercicio 2002 con un déficit público del 3,7% del PIB (frente al 2,8% del año anterior), claramente superior al 3% de límite fijado en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento europeo. El Ejecutivo de Bruselas ya ha puesto en marcha el procedimiento que puede culminar con una sanción a Alemania por incumplir el objetivo de déficit, con lo cual Schröder tiene muy poco margen de maniobra fiscal para impulsar el crecimiento.
Empresarios y economistas coinciden en que la reactivación de Alemania sólo puede venir de fuera del país, fundamentalmente de EE UU, vía un impulso adicional en las exportaciones. Pero la apreciación del euro frente al dólar, en torno al 9% desde mediados de octubre, amenaza con dañar la competitividad de las exportaciones germanas en el mercado estadounidense.
A ello se suma el peligro de guerra en Irak, que está impulsando fuertemente al alza los precios del petróleo y amenaza con ralentizar el crecimiento de todas las economías (incluida la de Estados Unidos, que por ahora se expande a un ritmo del 4% interanual). El equipo de Schröder mantiene para este año una previsión de crecimiento del 1,5%, aunque reconoce que podría bajar. Los institutos privados de análisis barajan hipótesis más modestas, de entre el 0,6% y el 1%, y ello contando con que el Banco Central Europeo (BCE) vuelva a bajar los tipos de interés, que quedaron el mes pasado en el 2,75%.
Alemania representa en torno a un 30% del PIB de la zona euro. Y los efectos de la desaceleración de su economía son palpables desde hace meses en sus principales socios comerciales. Francia indicó ayer que su PIB creció un moderado 1,1% en 2002, debido, entre otros factores, a los menores pedidos procedentes de Alemania. Francia y Alemania son, precisamente, los principales destinos de las exportaciones españolas. Y Comercio Exterior confirmó ayer que las ventas a ambos países sufrieron fuertes declives hasta noviembre, con una caída del 1,6% en las ventas a Alemania y del 1,1% en las destinadas a Francia.