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Columna
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Doble de lo malo y mitad de lo bueno

Antonio Gutiérrez Vegara

Contra los pronósticos más rigurosos se empeñó el Gobierno en confeccionar los Presupuestos Generales del Estado para el año que ahora termina con previsiones del 2% en inflación y del 2,9% para el crecimiento del PIB. Tampoco la coyuntura internacional ni las tendencias de la economía española, desacelerándose desde finales de 2000, avalaban el voluntarismo gubernamental. El año 2001 había terminado con un alza de los precios del 2,7%, aumentando el diferencial con la UE, y el crecimiento, si bien se mantuvo por encima de la media europea, perdía fuelle desde el 4,1% promedio alcanzado durante el cuatrienio 1997-2000 hasta el 2,7%.

Coincidieron las cifras, pero marcando direcciones contrapuestas, precios hacia arriba y actividad económica hacia abajo. No obstante, podrían haberse granjeado una cierta credibilidad si hubieran incorporado algunas innovaciones anticíclicas en la política económica, pero la obsesión por mantener el equilibrio presupuestario anuló tal posibilidad.

Las consecuencias al finalizar el año han sido que tendremos casi el doble de inflación, la mitad de empleo y un crecimiento inferior en un punto al 2,9% inicialmente previsto.

Y pese a todo, el pretendido saneamiento de las cuentas públicas también está en entredicho. Desde 1996 se ha venido abusando de la contabilidad creativa, excluyendo partidas del Presupuesto para ir encajándolas en entes públicos. Diversos proyectos que antes se catalogaban como operaciones no financieras y por tanto incluidas en el saldo presupuestario, se fueron pagando inicialmente con el dinero que se obtenía por privatizaciones. Tras agotarse esta vía pasaron a utilizar la concesión de préstamos por el Estado a empresas y entes públicos, considerándolos activos financieros excluidos asimismo del control del Presupuesto. Ya el año pasado se llegó a estimar un déficit de entre el 1,5% y el 2% en algunos cálculos alternativos que utilizaban criterios de contabilidad pública.

El resultado es que la deuda pública nominal en circulación se ha incrementado en 5,6 puntos del PIB correspondiente a 2002. en lugar de haberse reducido siguiendo las directrices del Sistema Europeo de Cuentas 1995 que obligaba a destinar las cantidades obtenidas por privatizaciones a la amortización de la deuda del Estado.

Simultáneamente, los déficit anuales que acumula el Estado se han compensado con los superávit de la Seguridad Social y del Inem (0,85% en 2001 y 0,5% previsto para 2002). En definitiva, la gestión de los responsables económicos del Gobierno tampoco es tan eficiente como exhiben ni tan pulcra, puesto que cada vez se hace más opaca, dada la escasez de los datos facilitados por Hacienda.

También se estrenaba este año que ahora acaba con la presidencia española de la UE y las muchas expectativas que el Gobierno Aznar había generado para ese semestre.

Sin embargo, la primera de las cumbres organizadas, la de Barcelona, no pasará a la historia de la Comunidad por sus aportaciones a la lucha contra el desempleo. Si acaso marcó un hito, afortunadamente pasajero, fue en atacar a los desempleados y a los sistemas de protección social.

De la estrategia de la Cumbre de Lisboa orientada a las políticas activas para la creación de empleos de calidad, acordes con la sociedad del conocimiento a la que se aspira, quiso pasar el Gobierno del PP a la activación de los parados en la búsqueda de empleo, como si éstos fueran los únicos responsables de su situación, y al adelgazamiento de las prestaciones, entendiendo que éstas eran demasiado generosas.

La cristalización inmediata de tales ideas fue el decretazo del 25 de mayo, que provocó el mayor conflicto social desde 1994, para terminar rectificándolo parcialmente (queda todo lo concerniente al sistema contributivo en la agricultura y al subsidio de Andalucía y Extremadura) pero sin haber conseguido restaurar plenamente el clima de diálogo social. Y entre la huelga general del 20 de junio y las disensiones con los Gobiernos de Francia, Alemania y de los países nórdicos en política de inmigración, terminó la presidencia europea en Sevilla con mediocres resultados.

Finaliza el año con la catástrofe del Prestige, agravada porque, entre otras causas, también se redujeron a la mitad los medios de salvamento marítimo para hacer frente a éstas contingencias. Es lo que suele ocurrir cuando en lugar de procurarse los medios para hacer las políticas adecuadas, se hace política con los medios de un Estado previamente adelgazado hasta rozar la anorexia.

Se ha cumplido la primera mitad de una legislatura que presenta más sombras que luces y, lamentablemente, el enrocamiento del Gobierno, siempre más dispuesto para la bronca que para el diálogo aún en las ocasiones en las que se lo ofrece la oposición, lo que puede llevarle a cometer el doble de errores en la segunda mitad.

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