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Columna
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Empleo y cotizaciones sociales

Julián Ariza analiza la propuesta de reducción de las cotizaciones sociales, que califica de 'temeridad'. El autor asegura que no se ha demostrado que una rebaja generalizada se traduzca en un impulso del empleo

En un reciente debate público, varios diputados pertenecientes a la comisión parlamentaria del Pacto de Toledo coincidieron en defender la reducción de las cotizaciones sociales para, según el representante del PSOE, aumentar la competitividad de las empresas. De entre los varios argumentos utilizados están limitar las aportaciones al Fondo de Reserva, puesto en marcha en el citado Pacto de Toledo, así como dinamizar el empleo.

Con anterioridad a estas declaraciones, el Ministerio de Trabajo había hecho públicos sendos informes titulados El efecto sustitución del empleo en el sistema de Seguridad Social, el primero de ellos fruto de un estudio realizado para el año 2000, mientras que el segundo es un avance del correspondiente a 2001. Con los datos y conclusiones de estos informes, parece un contrasentido apostar por la rebaja generalizada de las cotizaciones; sobre todo pensando que si algo ha caracterizado el debate sobre las pensiones ha sido rechazar enfoques cortoplacistas y sopesar todas las medidas para evitar que en el medio y largo plazo el sistema enfrente graves desequilibrios y se ponga en cuestión la garantía de unas pensiones dignas en las que, como mínimo, se mantenga el poder adquisitivo de sus beneficiarios.

Para entender mejor el problema, hay que recordar que todos los años los presupuestos de la Seguridad Social incorporan una gran partida dedicada al conjunto de las pensiones, cuyo porcentaje de elevación sobre el año precedente viene siendo entre el doble y el triple de lo que a cada pensionista se le eleva su pensión. Ello es así porque el gasto recoge, entre otras cosas, la actualización de las pensiones derivada de los incrementos de la inflación, el aumento del número absoluto de pensionistas -entran en el sistema más de los que salen-, así como el mayor gasto provocado por la diferencia entre la menor pensión que percibían los que abandonan el sistema -casi siempre por fallecimiento- respecto de lo que perciben los nuevos que entran en él. Diferencia que ilustra saber que para 2003 el gasto en pensiones contributivas crece un 6,8%, del que un 2,46% es consecuencia del mayor importe de las pensiones nuevas respecto de las que decaen.

Las bases medias de cotización de las nuevas contrataciones son hasta un 40% inferiores a las bases medias de cotización preexistentes

Es conocido que uno de los problemas de futuro proviene del aumento continuado del número de pensionistas; problema menor si, en paralelo, creciera lo suficiente el número de cotizantes. De hecho, viene siendo así los últimos seis años.

Pero en el pasado no ocurría lo mismo ni de cara al futuro hay una sola previsión que no parta de que la tendencia a medio y largo plazo es hacia la reducción de la proporción entre cotizantes y pensionistas, habiendo varios estudios que auguran a 30 años vista una población ocupada similar a la actual y un número de pensionistas vez y media superior.

Al lado del problema que representa lo que no es más que la consecuencia del envejecimiento de la población, aparece uno nuevo sobre el que se viene hablando poco y que ilustran los informes del Ministerio de Trabajo citados más atrás. Conviene precisar que abordan el efecto sustitución en el empleo, concepto diferente al efecto sustitución en las pensiones, que es el del mayor importe de las nuevas respecto de las que desaparecen.

Dicho en pocas palabras, la inquietud que suscitan los datos sobre el efecto sustitución en el empleo nace de conocer que, actualmente, las bases medias de cotización de las nuevas contrataciones son entre un 30% y un 40% inferiores a las bases medias de cotización preexistentes.

No puede olvidarse que en nuestro sistema son las cotizaciones de los activos las que financian las pensiones de los pasivos. Si, de momento, tan notable disminución de las bases de cotización en las nuevas contrataciones no ha afectado a la financiación es porque, como se ha comentado más atrás, el número de afiliados a la Seguridad Social ha crecido de manera más que notable. Pero o se equivocan todos los demógrafos y todos los cálculos de futuro realizados sobre el ratio cotizantes/pensionistas o ese crecimiento de cotizantes se va a frenar. Quizá ya estemos en esa fase. Desde esta perspectiva, es una temeridad reducir de manera general las cotizaciones sociales.

Dicho lo anterior, debe añadirse que las rebajas selectivas del gasto en las cotizaciones de las empresas se vienen practicando hace años para, entre otros fines, favorecer la estabilidad en el empleo y facilitar la incorporación al trabajo de una variada gama de colectivos con especiales dificultades para su inserción laboral. Por otra parte, no se ha demostrado que rebajas generalizadas impulsen el empleo. Prueba de ello es que con los tipos actuales de cotización se destruyó mucho empleo en la primera mitad de la pasada década y se ha creado más empleo que nunca desde 1995 para acá.

Por último, no puede soslayarse la existencia de una gran masa de pensiones que no alcanzan o apenas sobrepasan el salario mínimo, situación que afecta a multitud de personas para las que ése es su único ingreso. Sería más apropiado preocuparse por esto que por rebajar cotizaciones.

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