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Columna
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Alemania, una digestión difícil

Víctor Gonzalo analiza el estancamiento de la economía alemana. El autor, que califica de alarmante la morosidad en la banca germana, asegura que gran parte de los problemas que arrastra el país permanecen desde la unificación

La economía alemana acapara los titulares de la prensa económica en los últimos días. El pasado lunes, el Bundesbank dio su estimación de crecimiento del PIB en el tercer trimestre de 2002: sólo 0,25% trimestral, con lo que se puede esperar que la producción agregada en 2002 sólo avance un 0,3% respecto a la de 2001. Esta noticia, no por esperada menos mala, se sumaba al anuncio del ministro de Finanzas, sobre un presupuesto extraordinario en 2002, en el que amplía los gastos en 5.000 millones de euros al tiempo que se reducen las expectativas de recaudación en 8.500 millones. Para el ministro la situación de estancamiento explica los problemas presupuestarios.

Estos problemas con el déficit público, que en 2002 puede llegar al 3,8% del PIB frente a un objetivo inicial del 2,4%, van a llevar a la Comisión Europea a iniciar el procedimiento de aviso y sanción por incumplimiento de los límites acordados en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento.

Sólo la presión política impidió que el primer aviso fuera dado en la parte inicial de 2002, cuando ya era evidente que Alemania incumpliría con el programa de convergencia que había remitido en 2001 al Consejo de Ministros de Economía de la Unión Europea. No haber hecho aquel aviso a tiempo ha supuesto un problema mucho mayor, ante el retraso de las medidas por corregirlo.

Las empresas germanas, que podrían haber aumentado la producción en la zona este del país, han preferido invertir en otros países del Este

Ahora, las medidas de Hans Eichel, que tratan de contrarrestar el deterioro de las finanzas públicas se centran en aumentos de impuestos, con un gravamen (efectivo) del 7,5% de las plusvalías en Bolsa que tengan periodo de maduración superior a un año y un incremento de los impuestos sobre la energía.

El incremento de recaudación en 2003 llegaría a los 11.700 millones de euros, mientras que la contención de gastos reduciría 4.600 de millones el déficit. Difícilmente, ante la expectativa de un crecimiento moderado también en 2003, se puede reducir la cifra de déficit del 3%. Y todo ello, sin contar con la previsible posición en contra de las medidas fiscales de la oposición, que domina la Cámara alta, y ve que la coalición que ganó las pasadas legislativas presentó una situación de las cuentas públicas que no se correspondía con la realidad.

La patronal también criticaba la actuación del Gobierno, al considerar vanas las promesas hechas por el canciller Gerhard Schröder sobre reformas estructurales, los nuevos impuestos y el origen de las desviaciones del Presupuesto, más relacionadas con decisiones tales como la eliminación de los topes sobre el gasto farmacéutico o la reducción del IRPF -ambas datan del año 2001- que con las inundaciones del pasado verano o la situación por la que atraviesa la economía.

El Bundesbank también considera que el aumento de impuestos puede ser menos efectivo sobre los problemas presupuestarios que la contención del gasto, y aboga por la puesta en marcha de medidas estructurales.

Con una economía parada, compromisos sin cumplir con la patronal, que reclama las promesas hechas sobre reforma laboral, y la sospecha de que el Gobierno ha escondido la gravedad de la situación para no verse perjudicado en la elecciones legislativas, no es extraño que la posición política del Gobierno sea especialmente delicada, y que la incertidumbre política sobre Alemania, la principal economía del área del euro, acabe por afectarnos a todos.

Apenas hay frentes en los que le queden amigos al canciller, al que la patronal acusa de oportunismo político en las medidas económicas, más del agrado de los sindicatos que de la patronal ante las elecciones legislativas de septiembre y las regionales en Hessen y en la Baja Sajonia en febrero de 2003. El asunto es que, probablemente, los problemas alemanes no se solucionen con un mayor crecimiento de la economía mundial. La situación actual se parece a la que sufrió el país en 1998, cuando su economía quedó tocada por las crisis asiática y rusa y la pérdida de mercados para los productos alemanes.

La recuperación posterior, 1999-2000, tuvo muy poca repercusión en términos de creación de empleo, apenas un 2%, o corrección del déficit público, sólo aliviado por los ingresos que supuso la subasta de licencias UMTS en el año 2000. De hecho, Alemania ha crecido menos que sus vecinos toda la década, probablemente como consecuencia de la lentitud de la digestión de la unificación. Después de 11 años de aquel hecho todavía se mantiene una tasa de paro cercana al 18% en los Estados que formaban la antigua RDA, frente a un desempleo del 8% en el resto del país. Al tiempo, el sector empresarial alemán, que podría haber aumentado su producción con nuevas plantas en el Este del país, ha preferido invertir en países del Este de Europa, mucho más competitivos en salarios que Alemania, pero, sobre todo, mucho más competitivos que la Alemania del Este en costes laborales unitarios. El tipo de cambio al que se hizo la unificación monetaria en Alemania sigue lastrando la competitividad de los trabajadores de la parte este del país. El esfuerzo inversor del sector público en la zona no ha compensado esa pérdida de competitividad del trabajo.

Peor aún, como dice el informe de la Comisión Europea, las causas del mal comportamiento de las finanzas alemanas sólo obedecen en parte a factores cíclicos, argumentando que el saldo presupuestario alemán ha pasado del +1,1% del PIB en 2000 (con los ingresos por la subasta de licencias UMTS) al 2,8% en 2001 y al probable 3,8% en 2002. Por el camino, se han puesto en marcha planes de reducción de impuestos, como el del IRPF de 2001, y de aumento de gasto, como los de 2001 y 2002, de clara intención electoralista.

Finalmente, esta indisciplina fiscal no es un caso generalizado en la zona euro. Se corresponde con países que han tenido consultas electorales recientes, Portugal, Alemania y Francia, más que con un aumento generalizado de los problemas presupuestarios como consecuencia de una mala fase del ciclo.

En conclusión, es evidente que Alemania está estancada, como se observa en multitud de indicadores, y más alarmante en la morosidad en la banca alemana, pero es difícil argumentar que esto sea la causa del decepcionante comportamiento de sus finanzas públicas.

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