Sí irlandés a la UE ampliada
El sí de los irlandeses al Tratado de Niza, después de un primer referéndum en el que triunfó el bloqueo, despeja la incógnita que ha mantenido en el aire durante 16 meses el histórico proceso de la ampliación de la Unión Europea. La entrada de 10 nuevos países, prevista para 2004, ha superado otro obstáculo, pero la Unión en pleno ha logrado evitar esa amenaza que se cierne sobre su futuro, consistente en que una pequeña minoría pueda atascar la construcción europea. El referéndum en Irlanda ha sometido el porvenir de 75 millones de personas en Europa Central y del Este al veredicto de tres millones de irlandeses que dudaban sobre la ratificación de un Tratado suscrito ya por los otros 14 Estados comunitarios en representación de más de 370 millones de ciudadanos.
El sentido común ha imperado en Irlanda y la ciudadanía ha ignorado las proclamas milenaristas de los enemigos del Tratado de Niza, que agitaron el riesgo de una supuesta leva para un futuro ejército europeo (en un país que proclama orgulloso desde 1921 su neutralidad) o la fuga hacia Europa del Este de la inversión extranjera que en 10 años ha colocado el PIB per capita irlandés, en términos de paridad de poder adquisitivo, por encima del de Alemania, Francia o Reino Unido.
La cumbre de Copenhague (12 y 13 de diciembre) debe respaldar el ingreso de Polonia, Hungría, la República Checa, Eslovaquia, Chipre, Malta, Eslovenia, Letonia, Estonia y Lituania. Los países (Francia, especialmente) que aún dudan sobre el proceso de ampliación, ya no disponen del parapeto que les hubiera supuesto un segundo no en Irlanda. Esta misma semana será preciso un esfuerzo de los Quince para lograr una solución a los capítulos agrícola, presupuestario y de competencia, que siguen abiertos. El problema de las ayudas públicas en algunos países del Este, expuesto con crudeza por el traslado de parte de la producción de Seat a Eslovaquia, también debe superarse. Después del trago irlandés, nadie puede permitirse provocar un retraso en la ampliación. El precio de una crisis europea y de un foco de inestabilidad y desilusión en los países candidatos (la mayoría, democracias muy jóvenes) resultaría más elevado que cualquier sacrificio que se deba asumir en la negociación.
La actual Convención sobre el futuro de Europa, que bajo presidencia de Valéry Giscard D'Estaing prepara el borrador de una Constitución europea, debe explorar un nuevo marco institucional que permita avanzar en una Unión de 27 miembros, sin que un proyecto pueda quedar secuestrado por un solo socio. La incorporación en 2004 de seis nuevos miembros aún más pequeños que Irlanda (Estonia, Chipre, Letonia, Lituania, Malta y Eslovenia) ilustra la urgencia de ese nuevo marco. La ratificación de un Tratado debería ser posible si la mayoría de los socios son partidarios. En una Unión de Estados europeos esta solución puede despertar serias reticencias; en unos Estados Unidos de Europa, sería una opción aceptable.