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Columna
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El eje agrario franco-español

Los medios de comunicación han recogido recientemente la noticia de la creación de una alianza entre Francia y España para reconducir la propuesta de reforma de la PAC que la Comisión Europea hizo pública el pasado julio y será discutida los próximos meses. ¿Cuál es la naturaleza de esta alianza, hasta qué punto es sólida, qué pretende y qué posibilidades tiene de lograrlo?

Empecemos por la naturaleza. En principio, no es fácil que Francia y España puedan compartir una visión estratégica sobre la PAC del futuro. Primero por las grandes diferencias en las condiciones naturales y estructurales en las que se desenvuelven ambas agriculturas, mucho más desfavorables en nuestro caso. Segundo, por el hecho de que cualquier reforma en profundidad de la PAC comportaría cambios distributivos importantes que irían siempre en detrimento de los intereses franceses, dado que Francia es con gran diferencia el Estado que más se beneficia del presupuesto agrícola comunitario. En tercer lugar, el sistema agroalimentario francés está mucho mejor organizado y es, en general, más competitivo que el español. Por cierto, en las producciones en las que España es más competitiva, como es el caso de muchas frutas y hortalizas, los agricultores franceses se dedican a volcar e incendiar camiones españoles ante la pasividad de las autoridades del país vecino.

En definitiva, aunque sería exagerado afirmar que el eje franco-español es contra natura, sí parece que nos separan demasiadas cosas como para construir una alianza estratégica, por lo que sólo cabe esperar una alianza táctica y coyuntural.

¿Hasta qué punto es una alianza sólida? Se puede responder en parte con los mismos argumentos que en la pregunta anterior. Tengo serias dudas de que el eje agrario franco-español pueda mantenerse muchos meses. Un escenario probable es que Francia y España recorran juntos un tramo de la negociación sobre la reforma de la PAC y que en la fase final, donde ya se juegan intereses concretos, se rompa la alianza y cada país negocie sus cosas por separado. En cualquier caso y desde la perspectiva española no es un mal escenario, pues seguro que nos va mejor así que negociando desde el principio en solitario nuestra propuesta de reforma de la PAC.

La tercera pregunta, quizá la más interesante, ¿qué persigue el eje agrario franco-español? Lo que persigue es organizar un frente que neutralice la presión de la coalición de países liberales-contribuyentes, que en grandes líneas defiende la propuesta de la Comisión. La alianza franco-española hace un planteamiento inteligente, pues no propugna el rechazo frontal de la propuesta de la Comisión, sino su reconducción, eliminando, o al menos suavizando, sus puntos más polémicos, como el desacoplamiento de las ayudas directas.

La conversión de las actuales ayudas directas más o menos vinculadas (acopladas) a la producción, en ayudas a la renta de los agricultores totalmente desvinculadas (desacopladas) de la producción, es decir, ayudas que se concederán por cultivar cualquier cultivo o incluso por no cultivar nada, es algo sin sentido y que difícilmente podrá soportar la sociedad europea. ¿Cuál es la razón para apoyar la renta de los agricultores y no apoyar la renta de los comerciantes u otros agentes económicos en dificultades? Sólo cabe aducir razones históricas, pero estas también prescriben.

Lo que pretende la alianza franco-española es defender una propuesta alternativa, global y coherente de reforma de la PAC, cosa que no sucedió por ejemplo en la reforma de la PAC de la Agenda 2000, en la que cada país miembro se dedicó a negociar por libre su carta a los Reyes Magos.

Los elementos principales de la propuesta alternativa del eje agrario franco-español son los siguientes: 1) frente a la modulación lineal con franquicia de las ayudas directas, se propone la modulación por tramos de las mismas; 2) frente al desacoplamiento productivo de las actuales ayudas directas, se propone la segregación de las mismas en un tramo no desvinculado de la producción y otro tramo desvinculado de la producción cuyo fundamento sería la multifuncionalidad de la actividad agraria, en aquellos casos en los que ésta produzca otros bienes y servicios además de alimentos (ayuda multifuncional) y 3) frente a un segundo pilar básicamente orientado hacia las ayudas agroambientales, se propone un segundo pilar más equilibrado en el que se destinen importantes fondos a las ayudas al desarrollo rural propiamente dichas y a la consolidación de un sistema agroalimentario competitivo vía precios y vía calidad y seguridad de los alimentos.

En cuanto a las posibilidades de que el eje franco-español logre su objetivo, no son pocas, pues se acaba de anunciar que en las próximas semanas pueden sumarse a él países como Italia, Grecia, Portugal, Irlanda e incluso Austria, el país del comisario Fischler, hecho que sería realmente insólito. Sin embargo, el mayor riesgo de la alianza franco-española es que no llegue a buen puerto y naufrague en medio de las tempestades que, sin duda, azotarán la travesía hacia el acuerdo final en el Consejo.

José María Sumpsi es catedrático de Economía y Política Agraria de la Universidad Politécnica de Madrid

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