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Bolsa

Los peores valores de los últimos dos años fueron los recomendados por los analistas

Aestas alturas, pocos son los inversores que desconocen que si algo sobra en el mercado son las recomendaciones de compra.

Hace dos años, poco más del 1,5% de las opiniones emitidas por las firmas de inversión llevaban la etiqueta de vender. Los análisis se habían convertido en una gran mentira aceptada por casi todos. Así, los bolsistas más avezados, y naturalmente los inversores profesionales, se habían acostumbrado a leer entre líneas las notas de los analistas para encontrar la verdadera esencia de cada informe. El calificativo de comprar, vender o mantener carecía de significado.

La explosión de la burbuja tecnológica trajo consigo las denuncias de muchos pequeños inversores que se sintieron estafados por este juego. No obstante, tuvo que llegar un escándalo como el de Enron para que las autoridades bursátiles y la propia industria decidieran desmontar todo el tinglado.

La quiebra de Enron destapó, entre otras cosas, que los informes tenían un claro sesgo alcista. æpermil;ste estaba provocado por la presión que, en algunos casos, ejercían las divisiones de banca de inversión sobre los analistas de su propia firma para no perder clientes o simplemente porque una parte importante del sueldo de los analistas estaba ligada a la evolución del negocio de banca de inversión. Los reguladores bursátiles, la justicia y las propias firmas se han puesto desde entonces manos a la obra para acabar con estas prácticas

Hoy por hoy, cuesta creer que los responsables de vigilar que se cumplan las reglas del juego no se dieran cuenta de lo que sucedía. Además de la evidencia clara que suponía la escasez del calificativo vender en los informes, la estadística ilustraba que algo estaba podrido.

Un estudio1 llevado a cabo por cuatro profesores de universidades como Berkeley, Stanford y Davis, muestra que, en 2000, las empresas con mejor calificación habían caído un 31,2%, mientras que las peor recomendadas habían subido un 48,66%.

Nunca antes había sucedido una anomalía como esta. Hasta entonces, al menos en los 14 años de muestra del estudio, los rendimientos en Bolsa guardaban coherencia con la opinión emitida por expertos. El estudio ilustra cómo entre 1996 y 1999, coincidiendo con la explosión de la banca de inversión, esta coherencia -buena recomendación igual a mejor comportamiento en Bolsa y viceversa- se había acentuado, síntoma de que los banqueros de inversión acababan de descubrir que con las recomendaciones de los analistas se podía hacer negocio.

Los profesores, en las conclusiones de su estudio, señalaron: 'Aunque no podemos demostrar que estos resultados son necesariamente una consecuencia de una mayor implicación de los analistas en tareas de banca de inversión, sí deberían añadirse al debate sobre la utilidad que tienen para los inversores las recomendaciones de valores'.

El año pasado, según un estudio de la firma estadounidense de recopilación de datos financieros Zacks Investment, la distorsión fue incluso más acentuada: los mejor recomendados bajaron cerca del 70%, mientras los que recibieron notas más bajas subieron el 60%.

Las investigaciones sobre las firmas más prestigiosas de Wall Street llegan tarde, pero demuestran algo que era evidente para muchos, que el fraude se multiplicó en los últimos cuatro años.

Las entidades financieras intentan lavar su imagen y, de forma más o menos vehemente, explican a los inversores las bondades de su renovado sistema de murallas chinas y la objetividad de los análisis. Aun así, un banquero de inversión reconocía hace pocos días a este diario que 'no podemos presentarnos ante un cliente para ofrecerle un servicio si la recomendación sobre su compañía es de vender'. Un conflicto difícil de solucionar.

Los expertos actúan con frecuencia de forma gregaria

 

¿Por qué erraron tanto los analistas en los últimos dos años? Además de las implicaciones entre su tarea y el negocio de banca de inversión, que vició completamente las opiniones, hay que tener en cuenta otros aspectos para dar respuesta a la pregunta.

 

 

 

 

 

 

 

Tal y como explicaba hace unos meses un veterano gestor de fondos al semanal financiero estadounidense Barron's, los informes de los analistas 'tienen cada vez un componente menor de predicción y uno mayor de situación actual de la compañía'. Es decir, las recomendaciones son vistas cada vez más como un indicador atrasado que como un adelantado.

 

 

 

Por otro lado, la experiencia de los últimos cinco años demuestra que los analistas actúan de forma gregaria, muy condicionados por el mercado y siguiendo a un líder. Así, según escribe David Futrelle, uno de los columnista sobre tecnología de más renombre en Wall Street, si uno de los analistas estrellas del panorama financiero emite una recomendación los demás tienden a sumarse a la corriente marcada por él, aunque para entonces la acción ya se ha movido marcadamente en una u otra dirección.

 

 

 

Otra razón muy simple es que a muchos analistas no les gusta dar recomendaciones negativas. No hay que olvidar que la mayoría trabajan para compañías cuyo negocio principal es la intermediación y la banca de inversión, y las opiniones negativas no benefician a ninguno de los dos.

 

 

 

Asimismo, aunque la firma del analista no tenga ninguna vinculación comercial con la empresa sobre la que emite una opinión, muchas veces se encuentran que si la recomendación es negativa, los directivos de esa compañía ponen muchas trabas a su trabajo o, sencillamente, prestan más atención a los expertos de otras entidades que han tendido a ser favorables con ellos.

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