Los republicanos utilizan la amenaza iraquí para acelerar la ley energética
Los congresistas republicanos trabajan contrarreloj para lograr consensuar con los demócratas el texto de la ley energética y lograr su aprobación antes de las elecciones de noviembre, en las que se renovará parcialmente el Parlamento. El objetivo no parece fácil, dadas las discrepancias entre los proyectos de uno y otro grupo, pero el contexto bélico que vive el país puede favorecer la rapidez en su aprobación.
Los republicanos de la Cámara de Representantes sostienen que la aprobación de la ley tendría un claro mensaje para Irak. 'Le diría, no necesitamos tu petróleo', asegura el jefe del comité conjunto Cámara de Representantes-Senado, el republicano Billy Tauzin.
Alta dependencia
La amenaza de ataque a Irak se ha convertido, así, en un nuevo argumento para los defensores de la rápida aprobación de la legislación. 'La creciente amenaza procedente del nervioso Sadam Husein sólo deja más clara la necesidad de una ley energética', sostiene el senador republicano Frank Murkowski.
Irak proporcionó a EE UU unos 800.000 barriles de petróleo al día en 2001, lo que supone el 8,6% del total de las importaciones petroleras de EE UU, según el Departamento de Energía. Estados Unidos importa el 56% del petróleo que consume y el objetivo de esta nueva ley es, precisamente, reducir ese porcentaje. Muchos analistas consideran que EE UU lleva muchos años de retraso como para lograr revertir con rapidez la dependencia exterior.
'Es casi insano que estemos hablando de la invasión de Irak y que, al mismo tiempo, los estadounidenses envíen 20.000 millones de dólares diarios a Bagdad', insiste Tauzin. 'Esto hace prioritario para nosotros trabajar en la conservación, las energías alternativas y renovables y en la producción tanto como sea posible', aseguraba el presidente del comité.
La posibilidad de una guerra contra Irak pondría a los ciudadanos estadounidenses, al menos inicialmente, del lado de la Administración y, por tanto, de los republicanos. De ahí, que este partido intente sacar todo el rédito electoral posible al conflicto iraquí.
Pero las versiones aprobadas por la Cámara y por el Senado ofrecen serias discrepancias. Los republicanos apuestas por permitir la explotación petrolífera en la Reserva Natural de Alaska, un plan rechazado por los demócratas pero aplaudido por la Casa Blanca. Por el contrario, los republicanos se oponen a la propuesta del Senado (controlado por los demócratas) de reducir el calentamiento global e impulsar el uso de las energías renovables.
Otro de los principales puntos que se discutirá esta semana es si la nueva ley obligará a las empresas automovilísticas a fabricar vehículos menos contaminantes y de menor consumo.
Entre los puntos pactados se encuentran los incentivos y desgravaciones fiscales para productores energéticos, como Exxon Mobil, y la limitación de la responsabilidad para los propietarios de plantas nucleares, como Exelon, en caso de accidente radioactivo o ataque terrorista.
Los lobbys de uno y otro lado trabajan activamente estos días en Washington para tratar de sacar adelante sus propuestas. Y entre los grupos de presión se encuentra el propio Gobierno, que a través de los secretarios de Interior, Gale Norton, y de Energía, Spencer Abraham, tratan de sacar adelante el proyecto originalmente defendido por el vicepresidente, Dick Cheney. Las conexiones de Cheney con los antiguos directivos de Enron, que quebró este año, han levantado muchas críticas a su plan.