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Tribuna
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Juego de seducción en Johanesburgo

En 1972, en una pequeña sala de la ciudad de Estocolmo, nació el desarrollo sostenible. Al principio pasó desapercibido e ignorado, hasta tal punto que no lo bautizaron hasta que la ministra sueca Gro Bruntland lo definió, 14 años después. Su primer gran evento fue en 1992, a través de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo y Medio Ambiente. Allí, le garantizaron un futuro próspero y prometedor; recibió guiños y complementos; pero después de la fiesta, las carrozas pasaron de nuevo a ser calabazas, y volvió a quedar en la esquina de las agendas políticas.

Hoy, con sus 30 años cumplidos, su concepto seduce a todo tipo de Gobiernos y organizaciones en todo el mundo. Más de 65.000 personas acudirán a la Cumbre Mundial para el Desarrollo Sostenible en Johanesburgo a solicitar sus encantos y pedirle un cotizado baile. Será la conferencia más grande jamás organizada por las Naciones Unidas. El sector privado también acudirá a la cumbre, con camisa de domingo y tono seductor, predispuesto a competir por ese baile tan deseado. Pero llevar el compás y no perder el ritmo entre ellos no será fácil.

El Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD), junto con la Cámara Internacional de Comercio (ICC), ha creado la iniciativa de Acción Empresarial para el Desarrollo Sostenible (BASD), con el objetivo de acudir a Johanesburgo y demostrar que el sector privado tiene un papel importante que jugar y está activamente involucrado en promocionar los principios del desarrollo sostenible.

Es obvio que la iniciativa privada es la forma más eficiente de combatir la pobreza, pero sería ridículo volver a caer en los errores de los ochenta

Una de sus actividades principales será la organización del Día Empresarial, que se llevará a cabo el 1 de septiembre, y reunirá a líderes empresariales con Gobiernos, ONG y sindicatos laborales. Su objetivo será discutir iniciativas y alianzas para alcanzar un desarrollo que genere beneficios económicos y a su vez sea positivo para el desarrollo social respetando el entorno natural.

Mark Moody-Stuart, antiguo director ejecutivo de Shell y actual director del BASD, comenta que para que una empresa sea sostenible, no sólo ha de crear un valor añadido a nivel económico, sino también integrar el desarrollo de la comunidad a la que sirve. Las empresas no deberían centrarse exclusivamente en el beneficio económico a corto plazo, ya que las que son responsables están comprometidas a servir a personas con visión y valores. Según él, aquellas empresas que no reflejen en sus productos la visión y valores de sus consumidores, no sobrevivirán.

Con esta filosofía, varias empresas han decidido asistir a la cumbre para mostrar sus logros en materias de desarrollo. Por ejemplo, la textil H&M, junto con la Organización Internacional del Trabajo, ha creado escuelas en Bangladesh para formar a jóvenes en cómo montar sus propios talleres; Aventis, la farmacéutica, ha invertido 25 millones de euros para combatir la enfermedad del sueño con ayuda de la Organización Mundial de la Salud, y la organización de banca internacional HSBC ha invertido 50 millones de euros para aliarse con Earthwatch, el World Wild Fund y el Botanic Gardens Conservation International para promocionar la investigación y conservar la naturaleza.

Son avances positivos, desde luego, pero ¿son suficientes? Muchas organizaciones creen que no.

El pasado lunes 19 de agosto, Friends of the Earth se manifestó en Johanesburgo denunciando al lobby empresarial por haber 'comprado' las Naciones Unidas. Christian Aid publicó un informe denunciando severamente al sector privado por 'secuestrar' la agenda de la cumbre para satisfacer sus intereses personales. CorpWatch no sólo critica a la cumbre por ser un títere del sector privado, sino que denuncia la iniciativa Global Compact, iniciada por Kofi Annan, por justificar a empresas contaminantes a través de lo que denomina lavados de imagen verdes y azules. Verdes por su falso activismo a favor del medio ambiente, y azules por utilizar el logotipo de la ONU para justificar falsos compromisos.

Incluso el Pnuma, en su evaluación de 22 sectores industriales, afirma que la gran mayoría de empresas ha ignorado totalmente el medio ambiente y continúan de forma habitual con su producción contaminante.

Es obvio que la iniciativa privada es la forma más eficiente y directa de combatir la pobreza, y que la primera necesidad actual del tercer mundo, en especial de los 49 países menos desarrollados, es la inversión extranjera directa. Pero sería ridículo volver a caer en los mismos errores de la década de los ochenta, en que la bandera del neoliberalismo parecía ser la solución a todos los males del desarrollo y se formaron oligopolios de poder que generaron más pobreza y más desigualdad.

El sector privado tiene la obligación de involucrarse en el desarrollo. John Browne, director ejecutivo de BP, reconoció que las actividades empresariales afectan cada vez más la riqueza de comunidades y Gobiernos, y por ello no sólo es legítimo cuestionar el poder empresarial, sino que tiene sentido compartir las decisiones que afectan la pobreza.

La integración de la agenda empresarial con la sociedad civil, aparte de crear una mayor armonía entre la empresa y su entorno, consolida su aceptación en la comunidad local protegiéndola de las transiciones políticas tan comunes en el Tercer Mundo.

Las alianzas en proyectos entre el Gobierno, el sector privado y la sociedad civil son cruciales para asegurarse de que el desarrollo económico vaya acompañado de un desarrollo social y un respeto medioambiental. Este tipo de alianzas deberían ser parte de la esencia misma de la naturaleza empresarial y no quedarse en simples proyectos piloto.

El 1 de septiembre será la gran gala entre el sector privado y el desarrollo sostenible, pero el ritmo de este baile es cosa de tres. Varios líderes empresariales, los que Moody-Stuart define cómo líderes con visión, han estado aprendiendo los nuevos pasos y están ansiosos por salir a la pista a lucirlos. Los otros, los que tozudamente siguen empeñados en marcar su propio ritmo y dar la espalda a todo lo que no tenga que ver con su beneficio a corto plazo, simplemente se quedarán sin bailar.

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