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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

10 años desde Río

Diez años después de la cumbre de Río de Janeiro, Naciones Unidas vuelve a convocar, ahora en Johanesburgo, otra cumbre mundial en favor del desarrollo sostenible donde los objetivos, los mensajes y los retos son los mismos que entonces, dados los escasos avances registrados y el grave deterioro que el medio ambiente ha sufrido en esta década. Sólo es menor la esperanza de que la cumbre propicie un auténtico cambio de la política medioambiental mundial. A ello contribuye especialmente la lista de dirigentes mundiales que no asistirá a la reunión, encabezada por el presidente de Estados Unidos, George Bush, y continuada por líderes europeos como Silvio Berlusconi o José María Aznar.

Las inundaciones frente a graves periodos de sequía y la proliferación de incendios que se vienen sucediendo este verano han puesto en evidencia las repercusiones del actual modelo de desarrollo económico y han elevado las voces de quienes reclaman el inmediato cumplimiento de los compromisos firmados en Kioto. Pero el hecho de que EE UU, el mayor contaminador mundial, haya quedado fuera de la ratificación del acuerdo deja poco margen a la esperanza, por no mencionar la reciente propuesta de Bush de impulsar la tala de árboles como fórmula para frenar los incendios que asolan el país. Ese modelo de desarrollo es el que han aplicado los tigres asiáticos de forma salvaje en los últimos años y el que les hace vivir ahora sumidos en una nube de polución que amenaza millones de vidas, cosechas y con un alto coste derivado de las enfermedades respiratorias, según la ONU.

Los países llegan a Johanesburgo sin un acuerdo sobre las conclusiones de la cumbre. La propuesta lanzada por EE UU y apoyada por la UE, Japón y Australia entre otros, para cambiar el actual modelo de ayuda al desarrollo se ha encontrado con el rechazo de los países receptores de esa ayuda. El plan consiste en condicionar las donaciones a la aplicación de reformas que pasan por cambios en el modelo productivo y de consumo del país, así como la lucha contra la corrupción y mejoras en la eficiencia de los Gobiernos. Los países pobres denuncian la injerencia en cuestiones de soberanía nacional y reivindican el papel esencial que debe jugar el Estado para garantizar la equidad y asumir la propiedad de recursos que ayuden a sus ciudadanos a salir de la pobreza.

El sector que mayor impulso recibirá de la cumbre será el de la biotecnología. La regulación del uso de los transgénicos ha abierto un intenso debate en el seno de la UE pese a que EE UU insiste en exportar a territorio comunitario alimentos genéticamente modificados. La ONU defiende, con cautelas, el uso de los transgénicos para combatir el hambre en el mundo y ha enviado maíz transgénico a África con ese fin, aunque Zambia ha rechazado la ayuda y ha exigido garantías antes de exponer a su población y a sus propios cultivos a consecuencias desconocidas.

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