La Cumbre de la Tierra recicla los objetivos incumplidos hace 10 años
Agosto empezó con lluvias torrenciales que inundaron Centroeuropa, no perdonaron a Praga y provocaron las mayores evacuaciones desde la posguerra, con 300.000 personas desplazadas de sus hogares y un centenar de víctimas. El año comenzó ya con incendios en el sur de Australia, que devastaron 600.000 hectáreas de bosque y nos trajeron imágenes de la ciudad de Sydney cercada por las llamas y envuelta en humo. Estados Unidos se sumó en verano a los desastres por incendios, que arrasaron 2,5 millones de hectáreas.
A sólo tres semanas de la cumbre mundial sobre desarrollo sostenible en Johanesburgo (Suráfrica), la llamada cumbre de la Tierra o incluso Río +10, que se inicia hoy, los científicos han descubierto los efectos de la niebla marrón de tres kilómetros de espesor que recorre buena parte del continente asiático. Chinos, indios y afganos ya se han acostumbrado a su sombra vigilante y, desde luego, saben que no presagia ningún temporal.
El mayor estudio de este fenómeno, auspiciado por Naciones Unidas (ONU), advierte que la 'bruma marrón asiática' es responsable de cientos de miles de fallecimientos a raíz de enfermedades respiratorias.
Además de su elevado contenido en carbono negro, esta bruma es densa en partículas procedentes de las emisiones a la atmósfera de los aerosoles. Como reduce la iluminación solar hasta un 15%, la característica neblina de contaminación que pende sobre el subcontinente indio ha generado temperaturas erráticas, provocando terribles inundaciones en Bangladesh, Nepal y el noreste de la India, mientras que el noreste del país y en Pakistán eran presa de sequías.
Sólo en India, 900 personas han muerto y 25 millones han tenido que abandonar sus hogares por las inundaciones registradas desde junio. El país sufre inundaciones similares cada año, coincidiendo con las lluvias monzónicas que desbordan los ríos que parten de las cordilleras del Himalaya. Pero en esta ocasión el problema se ha extendido por todo el sur de Asia y ha afectado incluso a Filipinas.
China, donde las riadas se han cobrado ya un millar de vidas desde el pasado mes de mayo, ha anunciado que, durante la celebración esta semana de la segunda conferencia de la ONU sobre desarrollo sostenible, ratificará el Protocolo internacional de Kioto para la reducción de las emisiones de los seis gases más contaminantes.
Así enjuga China su imagen como el segundo mayor contaminador del mundo. Pero peor es el caso de EE UU, que, a pesar de saberse la nación más poderosa del mundo y también la más contaminante, no piensa ratificar este pacto porque menoscabaría las cuentas de su saludable industria petrolera, para empezar. Quizá olvida que la amenaza de la bruma marrón asiática alcanza a gente de todas las latitudes, 'entre otras razones, porque una parcela de contaminación como ésta puede recorrer medio planeta en una semana', explica Klaus Töpfer, director del programa de Medio Ambiente de la ONU. Las inundaciones y otras catástrofes relacionadas con el cambio climático acaparan el 71% del total de las víctimas mortales.
La reunión de Johanesburgo también se producirá bajo el impacto que ha tenido la última propuesta del presidente de EE UU, George Bush, para combatir los incendios forestales. Bush argumenta que el efecto de los incendios es más devastador y costoso que la 'regeneración' de los bosques públicos mediante la tala de todos los árboles adultos.
El escenario social y medioambiental que se presenta a evaluación de todos los dignatarios del mundo en Suráfrica es claramente tanto o más insostenible a futuro que hace 10 años. El informe anual sobre desarrollo de la ONU alerta que la lucha contra la pobreza está perdiendo fuerza. Los países desarrollados han reducido su aportación al desarrollo de los más pobres, que apenas supone en conjunto un 0,39% de su producto interior bruto (PIB). Dinamarca, Holanda, Luxemburgo, Noruega y Suecia ofrecen hasta el 0,7% de su PIB. En cambio, EE UU entrega apenas un 0,1%.
Discrepancias sobre la reforma de la ayuda al desarrollo
La reunión preparatoria celebrada en Bali a principios de mayo fracasó en lograr un borrador de compromisos para la Cumbre de Johanesburgo, por lo que las principales conclusiones de la misma llegan abiertas a la reunión surafricana. La discrepancia vino de la mano del cambio en la política de ayuda al desarrollo que propone EE UU, secundado por otras grandes potencias, como la UE, Japón y Australia. Estos países, como ya puso de manifiesto Washington en la Cumbre de Monterrey, quieren vincular la ayuda a la financiación de los programas de gestión de recursos naturales, cambios en los modelos de consumo y producción y reformas gubernamentales para combatir la corrupción y mejorar la eficiencia.
Los países pobres consideran que estas condiciones suponen una injerencia en su soberanía y dejan suficiente margen a la arbitrariedad de los países ricos para determinar la cuantía de los fondos en función de sus intereses políticos o económicos.
Su reivindicación es que la ayuda al desarrollo debe dirigirse, por un lado, a alcanzar los objetivos globales y de lucha contra la pobreza establecidos en la agenda del Milenio de la ONU y, por otro, establecer fuentes de financiación adicionales para financiar los programas que les exigen a los países pobres, con criterios claramente establecidos en función del grado de necesidad de las diferentes naciones.
Asimismo, y frente a las políticas liberalizadoras que pregonan los países desarrollados, las naciones más pobres reivindican el papel esencial que debe jugar el Estado en estos territorios para garantizar la equidad y asumir la propiedad de los recursos que pueden ayudar a sus ciudadanos a salir de la pobreza. El grupo de países pobres, agrupado en torno al G-77 más China, recuerda que el mercado ha fallado en la protección del medio ambiente y que no son los países ricos, precisamente, los que pueden dar lecciones al resto en esta materia.