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'Stock options'

Intel se niega a contabilizar las opciones sobre acciones como gasto en sus cuentas

La presión para que las empresas traten las opciones sobre acciones como una retribución salarial, y por lo tanto como un gasto que resta beneficios, ha crecido en las últimas semanas después de que escándalos como los de Enron y Worldcom hayan generado un clima de opinión favorable a exigir más transparencia a las corporaciones.

Pero Intel, uno de los emblemas de la nueva economía, se desmarcó de esta corriente y lidera la resistencia al criterio recomendado por el Consejo Internacional de Estándares Contables (IASB, por sus siglas en inglés), organismo con sede en Londres y cuyas reglas prevé fijar la Unión Europea con carácter obligatorio a partir de 2005.

En un comunicado difundido, el director financiero de Intel, Andy Bryant, confirma que la compañía seguirá utilizando los métodos empleados hasta ahora -una anotación añadida a los estados financieros sin efecto en resultados- porque considera que 'no hay un buen modelo para determinar el valor de las opciones de los empleados no ejecutadas'. De acuerdo con el directivo del fabricante de microprocesadores, 'el debate está mal dirigido' y 'debería centrarse en las retribuciones excesivas a los ejecutivos'.

El beneficio de Intel habría caído un 80%, de 1.300 a 254 millones de dólares, si hubiera aplicado el nuevo tratamiento de las opciones, según admite la compañía.

En EE UU es voluntario contabilizar las opciones como coste laboral y existen alternativas contables menos costosas. Aun así, algunas grandes empresas están anunciado estos días que cargarán las opciones al resultado, lo que se entiende como un intento de ganar confianza entre los inversores.

El movimiento ya ha sido hecho por Coca-Cola, General Motors, General Electric, Procter & Gamble, The Washington Post, Bank One o Dole Food. A ellas se acaba de sumar el mayor grupo financiero del país, Citigroup, que trataría de compensar el deterioro de su imagen por su implicación en el caso Enron.

La decisión tiene un coste notable. Según un estudio de Bear Sterns, las compañías del índice bursátil S&P 500 habrían perdido un 20% de sus ganancias el año pasado por el efecto de las opciones sobre acciones. El banco alemán DrKW eleva ese porcentaje hasta el 30%. Y en el caso del sector tecnológico, Merrill Lynch calcula unos perjuicios hasta del 70%.

Esto explica que las empresas de la nueva economía sean las que más se resisten al cambio. æpermil;stas generalizaron durante los años noventa las opciones sobre acciones, que en el caso de Intel se repartieron entre todos los empleados fijos. Argumentan además que sus acciones son más volátiles, por lo que dependerían en exceso de las variaciones del mercado.

Como Intel, el fabricante de redes de telecomunicaciones Cisco Systems denunció que no existe un sistema preciso para calcular el gasto atribuible a las stock options, por lo que prefiere mantener sus métodos habituales. Microsoft dijo que estudiaría el asunto, pero no se espera que cambie por ahora sus prácticas contables.

El criterio del IASB está llamado a ser el dominante en Europa, donde las opciones sobre acciones no alcanzaron tanto volumen, pero en Estados Unidos es el Consejo de Estándares Contables y Financieros (FASB) quien tendrá la última palabra. Este organismo anunció que estudiará la posibilidad de obligar a las empresas a publicar el gasto en stock options junto a sus comunicados de cuentas de resultados, en un intento de hacer el dato más visible de lo que ha sido. 'Me impresiona que hasta hace poco nadie se fijara en las notas a pie de página', dijo el presidente del FASB, Bob Herz.

Ante el tono que alcanza la polémica, Neel Foster, miembro del FASB, confesó: 'Vamos a meternos en un torbellino'. En caso de que la FASB se decante por el sistema más riguroso, se espera que establezca un periodo de transición de varios años.

Una reforma polémica que en 1995 se quedó a medias

 

 

La propuesta de reforma contable para obligar a cargar al resultado las opciones sobre acciones no prosperó en EE UU en los años noventa, cuando se generalizó esta fórmula de remuneración. La oposición de un bien organizado lobby empresarial, con sólidos apoyos en el Congreso, frenó varias iniciativas en ese sentido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De esa tensión surgió una norma confusa. En 1995 el Consejo de Estándares Contables y Financieros (FASB) dictó la norma SFAS 123, por la que se invita a las empresas a valorar las opciones sobre acciones como gasto según su valor justo teórico (fair value). Quedó abierta la vía a eludir esa obligación mientras se incluyera en los estados financieros una anotación con un cálculo de su impacto.

 

 

 

 

 

 

 

Incluso las empresas que voluntariamente aplican ahora la SFAS 123 admiten que es imperfecta. Tras anunciar que se acoge a ese método, el consejero delegado de General Motors, John Devine, se quejó de que 'no es el ideal' y reclamó una clarificación legal.

 

 

 

 

 

 

 

Para muchos expertos, el debate no debería ser ya si las opciones son un gasto, sino cómo y cuándo se contabiliza. Un estudio del banco de inversión FBR denuncia que la SFAS 123 'sobrevalora el gasto en opciones', pues trata igual un desembolso de 50 millones de dólares en efectivo que un paquete de opciones valoradas en 50 millones, lo que es muy distinto. Incluso se da la paradoja de que se carguen opciones no ejecutadas por las condiciones del mercado.

 

 

 

 

 

 

 

El debate es acalorado. Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, apoya que las opciones se cuenten como gasto; el presidente de la SEC, Harvey Pitt, se opone con firmeza.

 

 

 

 

 

 

 

El popular financiero Warren Buffet, que apoya la primera opción, resume su posición en tres preguntas: 'Si las opciones sobre acciones no son una retribución, ¿qué son? Si una retribución no es un gasto, ¿qué es? Y si un gasto no va al cálculo de los beneficios, ¿dónde debe ir?'.

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