Pérdida de población del País Vasco
Cualquier realidad observada es resultado de una serie de interacciones, donde cada variable influye y, a la vez, se ve influida por otras variables en una ininterrumpida sucesión de relaciones causa-efecto. No obstante, sabido esto, la contemplación de una variable en un sentido unidireccional constituye una legítima simplificación que suele revelar conclusiones que pasarían bastante inadvertidas en un análisis más complejo y globalizador.
Tal es el caso, por ejemplo, del tratamiento de los fenómenos migratorios como efecto de una multiplicidad de causas, entre las que cabe destacar la situación económica de los lugares de origen y destino, las características personales y familiares de los emigrantes, así como otros factores de índole cultural, política o religiosa.
Vistos los movimientos migratorios bajo esta perspectiva, se observa, como no podía por menos de ocurrir, la similitud de los flujos humanos con la ley física que lleva a los fluidos, en ausencia de barreras, a desplazarse hasta alcanzar iguales niveles en los vasos comunicantes del laboratorio. Cualquier éxodo de los que se han dado a lo largo de la historia encuentra una sencilla explicación en sequías, hambrunas o persecuciones de cualquier índole, donde las personas han acudido en búsqueda de otros espacios geográficos que pudieran aliviar su dificultad.
Las variables económicas, que suelen determinar los movimientos migratorios, se dejaron sentir en el País Vasco cuando, según Ortazu (El igualitarismo vasco, mito y realidad), a partir del siglo XVI se fundaron los mayorazgos para evitar la descomposición de la hacienda familiar, lo que llevó a muchos hijos segundos a dirigirse hacia otros lugares.
En el mismo sentido, como señala Letamendía (Historia de Euskadi), la venta de ejidos propiedad de los ayuntamientos que se produjo en 1855 generó un nuevo éxodo de campesinos para los que el caserío dejó de ser una unidad económica autosuficiente. En sentido contrario, debido al desarrollo industrial del País Vasco, este territorio recibe fuertes contingentes de población, sobre todo durante los años sesenta y setenta del pasado siglo.
Pero las variables económicas dejan de funcionar a partir de los años ochenta y el País Vasco, a pesar de ocupar los primeros lugares en renta por habitante y de tener unas cifras reducidas de paro, se sale de la norma que mantienen otros territorios desarrollados como Madrid, Cataluña o la Comunidad Valenciana, invirtiendo lo que sería una situación natural hasta el punto de presentar el mayor saldo neto migratorio negativo de todas las comunidades autónomas, cuestión achacable a la violencia política y a la presión social que se vive en el territorio vasco.
En tan solo los 10 años que separan 1991 de 2000, la suma de los saldos migratorios interiores ofrece una pérdida de población de 51.394 habitantes, el 2,4% de la población que el territorio vasco tenía en 1991. Estas pérdidas de población no se llegan a compensar con entradas de inmigrantes procedentes del extranjero, de los que en este decenio han llegado al País Vasco 20.123 de los 825.275 entrados en España, lo que indica el escaso atractivo que ofrece este territorio a quienes llegan de fuera, incluidas las personas de nacionalidad española, emigrantes y sus descendientes, entre los que hay muchos originarios vascos.
Pero en 2000, sólo la sexta parte de los 7.622 que llegaron al País Vasco desde el extranjero tenían la nacionalidad española, cifra que contrasta, por ejemplo, con la de Galicia, donde más de la mitad de las 12.547 entradas del extranjero que registró en 2000 correspondían a antiguos emigrantes gallegos y sus descendientes. Las pérdidas de población del País Vasco, posiblemente infraestimadas por el escaso interés de personas sometidas a persecución a notificar sus cambios de residencia, pueden tener un efecto innegable del que no pueden dejar de responsabilizarse sus actuales gobernantes, sin perjuicio de que, como aseguran, estén en contra de la violencia política.
Ante eventuales consultas sobre autodeterminación, el total de población y su estructura por lugares de nacimiento, ideología y otras características similares serán determinantes del resultado y, en línea con lo dicho, los estadísticos, entre los que posiblemente no estará Francisco Llera, contaremos con un ejemplo admirable de los efectos que puede generar la demografía, en este caso nada menos que sobre el destino de un pueblo.