El descalabro de un modelo empresarial
Con la burbuja tecnológica en pleno fulgor se produjo una de tantas fusiones: la de Time Warner con la empresa de Internet AOL. Alguien hizo este somero análisis: 'Que una empresa como Time Warner, una de las grandes de la comunicación con una trayectoria de décadas, sea absorbida por otra que se llama AOL, que sólo tiene cinco años de existencia, ya es una aberración'.
Muchas fueron las voces que alertaron sobre la especulación en los mercados bursátiles de un negocio sin presente, pero al que se auguraba un gran futuro.
En el caso del descalabro de Worldcom, han confluido varios factores: al pinchazo de la burbuja financiera se han sumado la crisis mundial del sector de las telecomunicaciones y el afán de las autoridades de EE UU, tras el caso Enron, por aplicar la más estricta ortodoxia contable.
Para Jorge Calderón, director general de Inova Capital, 'es una crisis relacionada con las que han sufrido las empresas de la nueva economía, que, sin haber contado con un respaldo sólido, fueron sobrevaloradas por el mercado'. En su opinión, este tipo de compañías 'aprovecharon el boom para fusionarse con empresas tradicionales, que les proporcionaban, entre otros activos, una gran cartera de clientes' y un cierto marchamo de solera. Así, asegura, 'al adquirir MCI [la segunda telefónica de Estados Unidos, detrás de AT&T] en el intercambio de acciones se hizo una valoración con los parámetros tradicionales'.
Casi todos los análisis coinciden al señalar entre las causas de la insolvencia de la compañía su desenfrenada política de adquisiciones. Así, bajo la dirección de Bernard Ebbers, Worldcom compró más de 70 empresas, por lo que tuvo que vérselas en más de una ocasión con los órganos reguladores de la competencia. Tras la dimisión de Ebbers como consejero delegado, el analista de Davenport, Drake Johnstone, recordaba que 'Worldcom compró muchas empresas, pero no las integró nunca. De hecho, mantenía cinco sistemas distintos de facturación'.
Huida hacia adelante
Tras hacerse con MCI, Worldcom entró en el mundo de los grandes operadores y se convirtió en el primer gestores mundial de tráfico de Internet. Como mayorista, intentó garantizarse una estructura financiera sólida para hacer frente a la crueldad de un mercado que, para mantener el valor de una empresa, 'tenía que dar aumentos de resultados del 20%', en palabras de un experto. Algo que no se conjugaba bien con las necesidades de inversión de un negocio en ascenso como el de las telecomunicaciones.
Pero mientras las operadoras tradicionales han mantenido, por lo general, la regla de invertir en torno al 20% de lo facturado, en el caso de Worldcom los ratios de inversión llegaron al alcanzar el 70%. Algo que ha resultado insostenible a medio plazo.
Porque, además de sufrir el fin del modelo empresarial de la nueva economía, la empresa que protagonizó ayer la mayor suspensión de pagos de la historia, con una deuda de 30.000 millones de dólares, ha sufrido de lleno la crisis del sector de las telecomunicaciones, que, en EE UU, arroja un balance desalentador: además de las investigaciones de la contabilidad de Qwest, Global Crossing (también en suspensión de pagos) y la propia Worldcom, las que se están librando de los investigadores, como Lucent o Verizon, se han sometido a una fuerte reestructuración.
Desde 1996, las empresas del sector han recibido préstamos bancarios por 1,5 billones de dólares y desde que se desencadenó la crisis, a comienzos de 2001, se han destruido 300.000 empleos. De la magnitud de las inversiones realizadas da cuenta el hecho de que bajo el suelo de EE UU se han desplegado una red de 62 millones de kilómetros de fibra óptica, de la que sólo se utiliza el 10%.
En estas inversiones se encuentra hoy la clave de la pesadilla de una compañía que optó por la práctica contable de activar gastos. Esto es, contabilizar como inversión lo que las normas contables consideran gasto (algo habitual en muchas empresas europeas) y que en Worldcom ha generado un desfase de 3.850 millones de dólares.