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Columna
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Nueva sociedad, nuevos alimentos

Manuel Pimentel destaca el paralelismo existente entre los cambios de la sociedad y las modificaciones en sus hábitos a la hora de comer. El autor asegura que las nuevas tendencias nos acercan más a Europa

Existe una sociología elemental que reviste el mayor interés para las empresas y sus responsables. La evolución de la sociedad, sus nuevos gustos y demandas y el perfil de las personas que la componen, no son materias de estudio exclusivas para expertos universitarios. También deben ser analizadas detalladamente por las organizaciones o personas que aspiran a satisfacer esas nuevas demandas. Aunque el análisis sería válido para casi cualquier tipo de consumo (vivienda, seguros, ocio o vestido) querríamos centrarnos en los modernos hábitos alimenticios generados por un nuevo tipo de sociedad emergente. Existe un evidente paralelismo entre los cambios que experimenta nuestra sociedad con la forma en que modifica sus alimentación.

Una empresa es una organización de personas que producen bienes o servicios para satisfacer una demanda de la sociedad, por lo que tienen que estar muy pendientes de las tendencias que experimentan esas demandas. Las empresas que logran anticiparse encuentran importantes nichos de mercado; las que quedan desfasadas terminan pagando un alto coste por ello. El progreso del bienestar económico ha permitido que disminuya el porcentaje de nuestro gasto dedicado a la alimentación. Mientras que en los países pobres la alimentación supone más del 70% de ese gasto, en España asciende al 18,6%, muy cercano ya al 17,4% europeo.

Los cambios más importantes de nuestra población son bien conocidos. La sociedad, crecientemente urbana, demanda naturaleza. Y la quiere consumir de forma directa, a través de turismo rural o natural, o de forma indirecta, incorporándola a sus hábitos alimenticios y de salud. Así, el consumo de productos ecológicos, o de los que evoquen, de una u otra forma, naturaleza irá en incremento. Los industriales se esforzarán en incorporar elementos naturales a sus productos, marcas o publicidad.

Las marcas intentarán adornarse con atributos que evoquen una vida sana y natural y el retorno a lo tradicional será otro reclamo

La imparable incorporación de la mujer al mercado de trabajo, determinará el consumo creciente de platos precocinados; nadie tiene tiempo ya de preparar la comida. Así, mientras bajan de forma sensible los consumos per cápita de azúcar, legumbres, arroz, margarinas y huevos, por citar tan sólo algunos alimentos básicos, el consumo de alimentos precocinados se incrementa un 188% en los últimos 10 años.

Otra modificación importante en los hábitos de consumo es el descenso del consumo de frutas frescas por habitante en un 14 %, mientras que se incrementa el consumo de zumos en un 158%. Los derivados industriales de la fruta, como yogures o pastelerías, también tienen un importante incremento. Moraleja: queremos comer frutas, pero no pelarlas. Otra muestra del creciente interés por la calidad y la salud lo muestra el fuerte crecimiento, un 135%, en el consumo de aguas minerales, que paulatinamente va sustituyendo al consumo del agua del grifo. A pesar de que nuestras potabilizadoras cada vez funcionan mejor y de que se incrementa el control sanitario del agua que bebemos, creemos que incorporamos garantía de salud al consumir agua embotellada.

No sólo los cambios familiares modifican nuestro consumo alimenticio, también influyen los hábitos de compras. Así, una parte significativa de la clase media urbana realiza sus compras un día a la semana en un centro comercial, acumulando comida para varios días. Eso ha determinado que la leche pasteurizada (leche del día) haya descendido en un 83%, mientras que sube la leche conservada en tetra brik, fácilmente almacenable y conservable por un mayor periodo de tiempo. También en la leche crecen los derivados (un 92%) más que el consumo del alimento básico. El consumo del queso también crece un 12%. A las carnes les ocurre algo similar. El consumo per cápita de carne fresca disminuye, mientras que se incrementa un 11% el de los productos cárnicos elaborados, como embutidos y preparados.

Las repercusiones demográficas también serán evidentes; el creciente envejecimiento de la población no sólo significará que viviremos más años; también los querremos vivir mejor. Por eso, la alimentación intentará incorporar todos los posibles componentes de salud. La vertiginosa caída de la natalidad desde mediados de los setenta tendría que haber originado un descenso en la población española que hubiera supuesto un disminución en la cantidad de alimentos consumidos. La realidad nos está demostrando que eso no ocurre, ya que los flujos migratorios, que serán crecientes en el futuro, incrementarán la población total española. Las necesidades de alimentos cada vez más elaborados aumentarán con el tiempo.

Las marcas y las denominaciones de origen seguirán siendo determinantes a la hora de captar el consumo de una clase media urbana con poco tiempo para comprar y cocinar. Las marcas intentarán adornarse con todos los atributos posibles que evoquen una vida sana y natural. El retorno a lo natural y tradicional también será uno de los principales alicientes publicitarios.

Nuestra sociedad cada vez se parece más a la europea. Somos Europa no sólo en moneda, sino también en tendencias alimenticias. Spain is not different. Estemos atentos a los cambios.

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