SOS África
El continente africano se presenta como un territorio profundamente complejo en lo cultural -en este amplio espacio se hablan 1.300 lenguas- y en lo político -56 Estados soberanos, de los que 6 tienen menos de 1.000.000 de habitantes- y fuertemente desestructurado no sólo en el plano económico, social y territorial, sino también demográfico.
África, pese a ser rica en recursos, aparece -al contrario de lo que la opinión pública cree si juzga por la situación de hambre y subnutrición por la que atraviesa- débil y desigualmente poblada, y se enfrenta a un futuro socio-demográfico que vendrá marcado por la hiperurbanización, el éxodo rural, la intensificación de las migraciones intra y extracontinentales, la pobreza, los violentos contrastes sociales entre una minoría que concentra el poder y la riqueza y una inmensa mayoría de desheredados, la patente desagregación social y política y los fuertes desequilibrios rural-urbanos, todo ello en medio de una crisis económica crónica que hunde a la región en el subdesarrollo y la dependencia y la conduce al círculo vicioso pobreza-explosión demográfica.
Los problemas demográficos y sociales derivados del crecimiento de su población africana no son sino el reflejo de los múltiples factores que parecen conjugarse en este vasto y contrastado territorio.
África, pese a ser rica en recursos, aparece débil y desigualmente poblada y se enfrenta a un futuro marcado por la hiperurbanización La UE debe encabezar un movimiento de respuesta política, económica y cultural que ayude al continente a salir de la postración
La economía se presenta atrasada y jalonada de problemas estructurales. La agricultura, predominantemente extensa y de subsistencia -aunque coexiste con cultivos de exportación no exentos de dificultades en los últimos años- no asegura las necesidades alimentarias a una buena parte de los países del continente -singularmente la de la franja subsahariana, Mauritania, Malí, Níger, Chad, Sudán, Etiopía, Eritrea, Somalia, a los que es preciso sumar, al sur, Angola y Mozambique-. La industria, a pesar de su potencial natural, se presenta muy poco desarrollada. El sector terciario es escasamente productivo, desigualmente desarrollado, es en buena parte parasitario y siempre insuficiente en sectores claves como el transporte, el turismo y la banca.
Otros factores -y consecuencias coadyuvantes- del escaso nivel de desarrollo demográfico son el bajo nivel de vida de su población, la subnutrición generalizada, el lamentable estado sanitario y la emergencia progresiva del sida (que está haciendo retroceder la esperanza de vida en 15 años en el África subsahariana), así como de otras enfermedades contagiosas y parasitarias, el creciente analfabetismo y el bajo nivel de escolarización que tiene la población.
Este gran continente, pues, constituye el paradigma del subdesarrollo, de la dependencia (comercial, financiera, política…) de la marginación económica, de la desarticulación social, cultural, política, y, por ende, demográfica.
Desde el punto de vista poblacional, la región presenta el nivel de desarrollo demográfico más bajo del planeta: sus altas y estables tasas de fecundidad, que se aproximan a la fecundidad natural -media de 5,2 hijos por mujer actualmente; Europa, 1,5-, el progresivo, aunque lento descenso de las tasas de mortalidad, merced a la revolución epidemiológica que la lucha contra las enfermedades infecciosas supuso, está provocando unas tasas de crecimiento vegetativo extraordinariamente altas, 3% como media -lo que significa que su población, a este ritmo, se duplicará en 25 años, frente al crecimiento negativo en Europa- y unas estructuras demográficas muy rejuvenecidas (el 46% de la población tiene menos de 15 años y tan sólo el 3% más de 65; en la Unión Europea, 15,4%, y 16%, respectivamente).
Otras características socio-demográficas que comparte este amplio conjunto de países son su corta esperanza de vida -en torno a los 50 años, mientras que la europea está en los 74 años-, los altísimos valores de sus indicadores de mortalidad de menores de un año (94 por mil, 9 por mil en Europa), el bajísimo nivel de instrucción de la población, sobre todo la población rural, y sus altas tasas de analfabetismo, mayor aún entre las mujeres, paradójicamente consideradas en los foros internacionales de población como las verdaderas protagonistas del cambio demográfico que tendrían que empezar a experimentar estos países.
Este presente sombrío permite, sin embargo, percibir a medio plazo algunas luces en el horizonte: que su creciente grado de urbanización se convierta en factor de cambio, que su potencial demográfico se interprete en clave de 'recursos humanos', que sus tradicionales lazos de solidaridad se mantengan, que sus inmensos recursos naturales se exploten en beneficio de toda su población y contribuyan a crear una serie de estructuras económicas, sociales y territoriales sólidas en el continente.
Pues bien, África no puede continuar sempiternamente siendo la eterna asignatura pendiente de la humanidad, no puede seguir siendo un continente cada día más a la deriva. Los países desarrollados no podemos consentir que en un continente que podría albergar en algunas de sus regiones dos y tres veces más población que en la actualidad, la mitad o sufra desnutrición o se muera de hambre.
La Unión Europea debe encabezar a escala internacional un decidido movimiento de respuesta política, económica y cultural que ayude al continente a salir del grado de postración económica, social y demográfica, en que se encuentra actualmente. Tenemos con el continente africano una profunda deuda histórica, las nuevas generaciones no deben olvidar que hasta hace dos generaciones era para Europa una gigantesca colonia, un vasto y riquísimo espacio de reserva de los recursos naturales.
No podemos seguir avanzado en el siglo XXI arrastrando el peso de unos problemas que nunca han presentado tal nivel de gravedad en la historia moderna y contemporánea de la humanidad.
Es una brutal injusticia que todo un subcontinente, el África subsahariana, retroceda en términos históricos, pues, como señala el economista y escritor José Luis de Sampedro, citando a Pablo Neruda, 'no es hacia abajo ni hacia atrás la vida'.