El trabalenguas empresarial
Antonio Cancelo analiza la compleja terminología que se usa en la literatura empresarial y lo difícil que resulta para el resto de los mortales entender de qué hablan los empresarios
Asistimos a una creciente sofisticación del lenguaje en la literatura empresarial que hace cada vez más difícil comprender el sentido de lo que se quiere transmitir para el común de los mortales, que parece debiera ser el destinatario final de lo comunicado. Esta complejidad del lenguaje no afecta sólo a lo escrito, sino también a la transmisión oral, probablemente porque los comunicadores, los que hablan y los que escriben, son los mismos. Sin ánimo de señalar y sólo a efectos ilustrativos, tomo de este mismo periódico dos muestras de anuncios insertados en sus páginas: 'La seguridad intuitiva de la Información es la fusión de la intuición humana con la tecnología adaptativa para crear estrategias evolutivas'. 'El Nuevo Marketing Científico'.
Es también muy frecuente utilizar expresiones griegas, latinas o alemanas, lo que parece realzar la valía del contenido expresado. La literatura empresarial trata de exponer criterios, enfoques, orientaciones, proponer modelos, diseñar herramientas, etc., que ayuden a gestionar mejor las empresas. Se dirigen por tanto a directivos a los que quieren facilitar la realización de la compleja tarea que tienen encomendada.
El ajuste entre la terminología empleada y sus destinatarios debería ser algo inherente al deseo de utilidad que se le supone a esta literatura especializada. Sería necesario tener en cuenta que la mayoría de los directivos trabaja en pequeñas y medianas empresas y que los modelos propuestos convienen a una minoría de empresas.
Con esto no quiero decir que los directivos de las grandes empresas tengan una superior capacidad de comprensión que los de las pequeñas y medianas. Y como para muestra, un botón, considérese mi propio testimonio, ya que habiendo desarrollado siempre funciones de alta dirección en grandes empresas siento con frecuencia un complejo de estupidez por la dificultad, o incapacidad, que tengo para entender muchas de las cosas que leo.
Si alguien tiene capacidad para descubrir algo nuevo debería asimismo poder comunicarlo en términos inteligibles, de lo contrario podría sospecharse que lo único realmente nuevo que aporta son palabras rebuscadas que no esconden sino conceptos preexistentes. La multiplicidad de modelos de gestión existentes es una buena constatación del valor de las palabras por sí mismas, independientemente de su contenido. Se suceden unos a otros sin comprobar la eficacia de ninguno en el campo experimental, que es donde tienen que demostrar su valía. Lo vertiginoso de su aparición genera estados de ansiedad en muchos directivos, ya que sus valedores, consultoras o personajes de relieve, utilizan expresiones que desautorizan a los no adheridos.
Nadie quiere verse tachado de convencional, defensor de paradigmas tradicionales, no incorporado a los valores de la modernidad, o mejor de la posmodernidad, alejado de los nuevos enfoques, etc. Resulta difícil defender hoy día la planificación estratégica, la dirección participativa por objetivos, etc., sin ser calificado, en el mejor de los casos, de reliquia del pasado, y todo el mundo corre a cobijarse en las corrientes de moda para no quedar desfasado. Dirección por valores, gestión del conocimiento por competencias, cuadro de mando integral, son algunas de las propuestas para superar lo viejo, y todas ellas encierran aportaciones de interés si se despojan de su afán excluyente y del ropaje carnavalesco con que se adornan. Si cualquiera de las propuestas se creyera lo que predica, sabría que su reino es de este mundo y que antes que después probará su propia medicina, es decir, otra alternativa, que adornada con la virtud de lo nuevo y presentada con un vocabulario diferenciador expondrá, de modo difícilmente comprensivo, muchos conceptos de siempre acompañados de alguna aportación creativa. Hace unos días reflexionaba sobre estas cosas con los directores de un seminario sobre la dirección por valores en una prestigiada escuela de negocios y les afirmaba mi creencia profunda en los valores como base para cualquier modelo de gestión.
Lo mismo puedo decir del conocimiento, o de las competencias, o del cuadro de mando. Ya que todo ello tiene que formar parte de cualquier modelo, pero me resulta difícil entender que cada uno de estos conceptos pueda ser en sí mismo un modelo si excluye a los otros. Pero ya sabemos lo que se puede hacer con el lenguaje, sobre todo si lo manejan especialistas.
Por ahí creo que deberían ir las cosas. Sería deseable que si alguien tiene ideas para escribir un artículo, por favor, que no escriba un libro. Y ante todo lo nuevo, analice sin miedo a que le consideren convencional, pero, eso sí, cambie si encuentra algo que le merece la pena.