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La alta dirección quiere más movilidad salvo cuando le afecta directamente

Para las empresas y los Gobiernos, la movilidad laboral es en principio una bendición que reduce desequilibrios y genera riqueza. Según los teóricos, los mercados perfectos, los que no son rígidos, siempre asignan más adecuadamente los recursos. Pero, a la hora de la verdad, las barreras culturales, las infraestructuras deficientes, las leyes y los propios deseos de los directivos o los trabajadores impiden la aparición de un mundo de flujos humanos rápidos y suaves.

El director de recursos humanos de Nestlé, Miguel García Rodríguez, afirmaba ayer mismo en el IESE que ahora que su empresa, una multinacional centenaria, ha decidido lanzar un plan mundial de racionalización, el Globe, una de las prioridades es hacer viajar a los directivos y técnicos para homogeneizar todos sus sistemas en el mundo. Pero denuncia que, 'al margen de las enormes dificultades que pone la administración española para dar permisos de trabajo a personal extracomunitario', hay problemas culturales persistentes. En una empresa de EE UU, dice, al menos tienen la misma lengua. Pero en España, mandar a un español a vivir en Alemania es un trauma.

En Nestlé, sin embargo, no han cejado en el empeño y han decidido hacer el tránsito más fácil, buscando casa a sus directivos, encontrando colegios para los hijos, hallando trabajo para los cónyuges o enseñando el nuevo idioma a la familia durante los tres años anteriores al traslado, entre otras medidas.

Pero, según dice García, es inútil. Cuanto más ayudan, más problemas plantean los afectados. Argumentan que desplazarse con hijos de 17 años ya es más difícil que cuando son pequeños, o ponen otras pegas. Al final, revela García, el directivo se plantea esta pregunta: 'Si Nestlé me paga bien en España, si tengo familia, si me gusta el trabajo, ¿para qué me voy a meter en el lío de irme fuera? ¿Qué pinto yo en Alemania?'.

García opina que sólo la gente más ambiciosa, los pocos que quieren 'liarse la manta a la cabeza y comerse el mundo', son los únicos realmente trasladables.

Parados inamovibles

Durante un reciente seminario organizado por la Asociación para el Progreso de la Dirección y por la compañía Adecco, los ponentes convinieron en que la escasa movilidad de los trabajadores es un grave problema.

Juan Chozas, secretario general de Empleo, afirmó que los datos que existen sobre movilidad son fragmentarios y deficientes. En cualquier caso, dijo, hay grandes diferencias entre unas y otras regiones en cuanto a la tasa de paro. Si en 12 provincias el paro es superior al 20% y en otras 12 es inferior al 10%, y si en media docena de ellas esa tasa está en el 5%, entonces, en una primera aproximación, parece evidente que la movilidad no es mucha, puesto que los parados de unos sitios no se desplazan a otros lugares hasta equilibrar el porcentaje de paro.

Si embargo, los sindicatos disienten radicalmente. Manuel de la Rocha, abogado de la UGT y miembro del Consejo Económico y Social (CES), opina que el Gobierno enfoca mal el problema de la movilidad. La reciente reforma del subsidio de desempleo por parte del Gobierno, en su opinión, parte de una idea equivocada. De la Rocha dice que las provincias con menos paro son las que pierden población. Huesca, Teruel o Soria tienen, es verdad, sólo un 5% de paro, considerado friccional, pero en su opinión es porque la gente se va de esas provincias, que se están desertizando. No es que esos lugares tengan poco paro porque sus poderosas economías generen trabajo, sino, todo lo contrario, porque su población activa mengua.

UGT afirma que, según datos de la EPA, hay 600.000 parados españoles que están dispuestos a cambiar de lugar de residencia si encuentran un empleo que se ajuste a sus cualificaciones y a sus necesidades familiares. Si no lo hacen es porque faltan ofertas de empleo dignas, guarderías, colegios y, sobre todo, formas razonables de acceder a la vivienda.

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