El enigma de las 'mujeres jirafa'
Perdidas en la selva, en la difusa frontera de Birmania con Tailandia, estas mujeres de cuello estirado con anillos de metal son objeto de teorías dispares y de gran curiosidad
El embarcadero de Ban Huai Dua, a poco más de una legua de la ciudad de Mae Hong Son, es apenas un pantalán de tablones y un chamizo donde un corro de muchachos juegan a algo similar a las damas. Cuando el cargamento de turistas baja de los autocares, les acoplan en lanchas alargadas con motores fuera borda. Hay que remontar el río Pai que, si está limpio, es amarillo, y si no, chocolate puro. A un lado y otro, la selva se muestra cerrada como una cancela. Tras media hora de navegación se llega a uno de los poblados padaung, donde viven las llamadas mujeres jirafa. Hay que caminar un trecho, y subir a las colinas donde se extienden las casas de madera y la gente, poca, está a lo suyo. Como si los turistas fueran extraterrestres en calzón corto, y además, invisibles.
De momento. Las cosas van cambiando, lógicamente, ante la afluencia de curiosos adinerados que quieren ver con sus ojos y sobre todo con sus cámaras a estas mujeres (y niñas) singulares. Están aquí por culpa de la guerra. La etnia padaung a la que pertenecen, y que cuenta con unos 60.000 individuos, fue expulsada por la guerrilla socialista de su tierra, el sureste de Birmania (actual Myanmar), y el Gobierno tailandés les permitió instalarse en esta selva fronteriza. El ritmo calmo que se advierte en la aldea podría ser el suyo tradicional: cultivo de maíz, algodón y otras actividades agrícolas adaptadas al entorno selvático. Pero el turismo ha trastocado todo. Las mujeres tejen telas de vivos colores para vender a los visitantes, junto con otros pequeños recuerdos.
Son elegantes y silenciosas. Y distantes, no importunan con su mercancía, ni les importa posar para los turistas. Llevan los anillos de metal en el cuello, pero también en los tobillos y en los brazos. Algunas teorías dicen que la tribu les ponía estos aros para protegerlas del ataque de los tigres, que se lanzan a la garganta, pero también a brazos y pies. No todas pueden ser mujer jirafa: sólo las niñas que nacen con la luna llena de agosto. Los padres futuros hacen sus cálculos para que sus hijas nazcan en esas fechas, ya que las mujeres jirafa gozan de una alta estima en la tribu, como personas con algo de sagrado o mágico.
A los cinco años empiezan a prepararse con estiramientos de cabeza. El bedinsaya o hechicero del poblado, tras examinar los auspicios, decide cuándo tendrá lugar la ceremonia para colocar los primeros anillos, entre cantos y danzas. Cada dos años, se añade un aro en una nueva ceremonia. Cuantos más aros, más belleza y sobre todo, mayor reputación social. Dicen que antes los anillos eran de oro; ahora son de cobre o metal sobredorado. La limpieza del cuello es un problema cotidiano; el sudor puede provocar moho en el metal, y el roce, heridas en la piel. Las mujeres padaung tienen que infiltrar un paño húmedo dos veces al día para evitar el óxido y las lesiones. Los anillos las acompañan de por vida: si alguna vez intentaran quitárselos, el cuello se les doblaría como una espiga grávida.
Color tropical
Los viajeros quedan fascinados con esta excursión. Sobre todo por la lección de dignidad que estas mujeres transmiten a los grupos un tanto alborotados. Pero también la pequeña ciudad-base de esta escapada, Mae Hong Son, deja un imborrable sabor de boca. En un ambiente de clima y colorido tropical, la arquitectura que se aprecia por allí es de estilo claramente birmano. Los templos vecinos de Chong Klang y Chong Kam, reflejándose en un pequeño lago sofocado por un revoltijo de palmeras, forman una acuarela sutil y deslumbrante a la vez. En lo alto de una colina a la que se enrosca la carretera como una serpiente, el conjunto religioso de Phra Tha Doi Kong Ku reúne varias pagodas y monasterios de distintas épocas y de hechuras completamente birmanas. Por este singular mirador, o por cualquier tramo de la ciudad, pueden aparecer una pareja de monjes o una hilera de niños-monje, con sus túnicas azafranadas, sus paraguas negros y una sonrisa tan fugaz como los tintes de la tarde. Lo normal para volver a la civilización es llegarse hasta Chiang Mai; si se hace por carretera, habrá que atravesar algunos poblados karen, distintos a los padaung, pero no menos sorprendentes. Sólo que allí el abundante turismo ha maleado a los campesinos; uno hace votos, al notarlo, para que eso no ocurra con las silentes y esbeltas hijas de la luna.
Cómo ir. Singapore Airlines (913 319 414 y en agencias de viajes) vuela martes y jueves desde Madrid a Bangkok y Chiang Mai a partir de 595 euros ida/vuelta.
Algunas mayoristas ofrecen paquetes en los que se incluye una extensión a Mae Hong Son y excursiones a los poblados de las mujeres jirafa: Catai, por ejemplo, ofrece un combinado del norte de Tailandia (incluida excursión a poblados padaung) y playas, de 13 días (salidas lunes y sábados), a partir de 1.277 euros. Otro combinado de Tailandia y Bali, también con visita a las mujeres jirafa, de 13 días, a partir de 1.302 euros. En otros paquetes de esta misma mayorista se incluye la excursión como una extensión del viaje base.
Nobel Tours ofrece un paquete de 13 días por antiguas capitales de Tailandia con visita a los poblados padaung a partir de 1.474 euros. Otro combinado de norte de Tailandia más Phuket, que incluye también la excursión por el río Pai y visita a los poblados padaung, a partir de 1.680 euros. En agencias.