¿Adónde va Argentina?
Argentina toma decisiones que aceleran la degradación. Carlos Sebastián cree que acabar con el 'corralito' es primordial. No es la solución, pero no hay solución sin pasar por esa medida
La situación en Argentina no hace más que deteriorarse y, lo que es peor, nada parece indicar que el deterioro vaya a detenerse.
Uno tiene la impresión de que en un contexto de continua degradación institucional, que se inició hace mas de 70 años, se toman decisiones que no hacen más que acelerar esa degradación. Así fue el mantenimiento de la paridad con el dólar, cuando era evidente que era insostenible y que, además, estaba dañando a los pocos sectores dinámicos. Más aún la desgraciada idea del corralito, que ahora se quiere reforzar. Argentina tiene (y tenía) un problema de credibilidad: los ciudadanos desconfían de las instituciones públicas por las irregularidades y corrupción existente, lo que limita su deseo de producir y de innovar.
Con la idea del corralito se ha creado una importante brecha de confianza en otra institución, el sistema bancario, echando por tierra los efectos positivos del nuevo marco regulador bancario y de las inversiones extranjeras en el sector.
Sobre la degradación de las instituciones públicas hay algunos datos objetivos. Es verdad que en la base de datos del Banco Mundial sobre estas cuestiones (construida a partir de varios estudios privados y públicos) Argentina dista mucho de ser el peor país latinoamericano en términos absolutos (sólo Chile, Costa Rica, Uruguay y, en varios sentidos, Brasil están mejor que Argentina), pero en términos relativos su deterioro es mayor. Brasil, Costa Rica y Uruguay tenían en 1998 una renta per cápita más baja que Argentina (especialmente los dos primeros países), pero disfrutaban de una mayor calidad institucional, sobre todo en lo relativo al control de la corrupción.
Pensemos en los argentinos. Llevan años desconfiando de su clase política y acomodándose a la situación (a veces, de forma vergonzante). Llega un momento en que no sólo resultan empobrecidos por una feroz devaluación, sino que además se les prohíbe disponer de la única parte líquida de su riqueza, ¿puede la misma clase política exigirles la aceptación de más sacrificios? Arbitrar un procedimiento para acabar con el corralito, aunque esto suponga imponer costes a entidades que no son culpables de la situación, me parece primordial. No es la solución de la crisis, pero no hay solución sin pasar por esa medida. El FMI debería contribuir a superar este desaguisado, incluso antes, o en paralelo, a introducir disciplina fiscal, que no fue el origen del problema y que ahora resulta más difícil de abordar con los ingresos fiscales cayendo a tasas cercanas al 20%.
Sin el fin del corralito es imposible alcanzar la estabilidad cambiaria. ¿Cómo es posible definir un tipo de cambio fijo realista, como se propone ahora, si los agentes económicos tienen prohibido disponer de sus activos monetarios? Si no es realista, y la gente no se lo cree, no tiene sentido ni siquiera intentarlo.
Si se superase la crisis monetaria, los problemas que están empobreciendo a aquel país seguirían presentes. Resulta difícil proponer vías para su regeneración institucional. Unas nuevas elecciones, desde luego. Pero eso por sí mismo es poca garantía. Es aplicable a Argentina la frase de Mark Twain: 'No hay una clase criminal bien definida, excepto en el Congreso'.