Empleo temporal y precariedad
Mucho se ha escrito y debatido sobre la precariedad laboral generada por el uso (y abuso) de los contratos temporales como uno de los problemas principales de la economía española. Sin embargo, no abundan los esfuerzos por analizar por qué surge dicha precariedad y por cuantificar en qué medida los diferentes aspectos de lo que llamamos un trabajo precario inciden sobre la calidad de vida y trabajo de los trabajadores y sobre la salud de la economía más en general.
La contratación temporal atañe en España al 31% de los trabajadores. Pero ¿por qué debería traducirse en mayor precariedad? Los contratos temporales se caracterizan por su corta duración y la certidumbre sobre la fecha en la que se extinguirá la relación laboral a menos que ambas partes decidan renovarla. Esto genera una tasa de rotación elevada pero al margen de ésta no está claro qué es exactamente la precariedad ni cuantificados sus efectos en muchos casos.
Para poder hablar de precariedad como consecuencia de la contratación temporal es necesario que el trabajador temporal esté en peor situación que un trabajador fijo con sus mismas características y en el mismo puesto de trabajo. A partir de esta definición básica distinguimos tres vertientes de la precariedad: como probabilidad de estar desempleado, como menores ingresos salariales y como peores condiciones de trabajo y salud laboral.
En primer lugar, la precariedad está relacionada con la inseguridad que genera la posibilidad de ser despedidos o que se acabe el contrato. En sí no tiene por qué ser negativo, ya que si no hubiese paro en la economía, al perder un puesto encontraríamos inmediatamente otro y, a priori, el cambio frecuente no tiene por qué ser negativo si no se acompaña de largos periodos de desempleo (no tiene porqué ser peor que pasar toda la vida en la misma empresa). Así que el problema surge de la conjunción de la alta rotación con tasas elevadas de paro, no necesariamente de la rotación en sí.
Otra fuente de precariedad podría ser que los trabajadores temporales reciben menores salarios que los fijos. Esto en principio no debería suceder, ya que en España los salarios se fijan por convenio de acuerdo con la categoría profesional y es ilegal establecer salarios diferentes para trabajadores en igual puesto. Sabemos, sin embargo, que se juega con las categorías profesionales para pagar salarios distintos a trabajadores que desempeñan igual trabajo.
Los estudios muestran que los trabajadores temporales cobran alrededor del 8,5% menos que los fijos con las mismas características. Sin embargo, es posible que los temporales cobren menos porque, por alguna razón, son menos productivos.
Hay dos tipos de argumentos a distinguir en este caso. Si son menos productivos porque son peores, y por eso las empresas les hacen contratos temporales en lugar de fijos, entonces la temporalidad no tiene que ver con la precariedad salarial, ya que ese trabajador siempre cobrará menos porque es menos productivo, lo único que sucede es que las empresas deciden contratar como fijos a los buenos y como temporales a los malos. La verdadera precariedad sólo puede surgir de la existencia de algo en la contratación temporal que conduce a pagar menores salarios, como podrían ser las diferencias en formación. También podría surgir de diferencias en el poder de negociación (a los temporales les costaría más reclamar el salario del puesto que desempeñan).
No conozco ningún análisis convincente que determine por qué surge la diferencia salarial, y por tanto no se pueden sacar conclusiones tajantes sobre la relación entre precariedad en términos de salarios y contratos temporales.
El tercer aspecto de precariedad concierne a condiciones del puesto como la seguridad y la higiene. Una manifestación de la precariedad inducida por los contratos temporales es que un trabajador temporal tenga una probabilidad entre dos veces y media y tres veces mayor de tener un accidente con baja que otro con contrato indefinido. Pero esta probabilidad no tiene en cuenta, por ejemplo, que los temporales tienen casi por definición menor experiencia o que se concentran en sectores con mayor riesgo, como la construcción. Estos dos elementos por sí solos generarían la diferencia en la incidencia de los accidentes entre los dos grupos que hemos mencionado, y en sí nada tienen que ver con la precariedad sino con la composición del grupo de los temporales.
La verdadera precariedad laboral asociada a los contratos temporales está sin embargo asociada al efecto del contrato por sí sólo, es decir, que el mismo trabajador con distinto tipo de contrato tenga una tasa de siniestralidad diferente. Es posible que este efecto también sea positivo y, por lo tanto, en esta dimensión la temporalidad realmente generaría precariedad.
Habría que averiguar entonces por qué subsiste dicha diferencia. Una posible fuente de precariedad en esta dimensión surge cuando el tipo de contrato altera los incentivos de las partes en la relación laboral. Por ejemplo, si la contratación temporal conlleva menor inversión en formación, o si los trabajadores temporales trabajan con más intensidad para que su contrato sea renovado, entonces habría un efecto real de la temporalidad sobre la precariedad en la salud laboral.
En este intento de aclarar el concepto de precariedad y su relación con la contratación temporal hemos definido tres aspectos fundamentales de precariedad que son la mayor probabilidad de estar desempleado, el recibir salarios menores y las peores condiciones de seguridad laboral.
Podemos concluir que la temporalidad aumenta la precariedad en términos del primer aspecto citado por la existencia de desempleo en la economía, no en sí misma, aunque es sólo en términos de salud laboral donde estudios recientes indican una clara relación entre ambos. En cuanto a la precariedad en términos salariales, no se ha establecido hasta ahora empíricamente la fuente de la diferencia salarial.
Como se ha visto, la relación entre temporalidad y precariedad no es de necesidad y es importante que se realicen estudios que cuantifiquen cada uno de los aspectos para que en el futuro informen el debate y el diseño de la política económica.