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Tribuna
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La oportunidad biológica y biotecnológica

Las ciencias biológicas y las biotecnologías asociadas han experimentado en la última década un crecimiento exponencial que las ha llevado a representar la mayor oportunidad para renovar el crecimiento económico sobre la base de la mejora de la calidad de vida de las personas, y esto de modo sostenible, manteniendo las condiciones agradables de nuestro mundo. Esta oportunidad es especialmente cierta para los países con economías de mercado desarrolladas y amplio bagaje científico y tecnológico, pero no sólo eso. A diferencia de anteriores revoluciones, la oportunidad biológica también es una realidad para países en vías de desarrollo que, como China, decidan saltar por encima de diversas etapas por las que han pasado los países más avanzados.

Europa debe concentrarse en cómo aprovechar las oportunidades que ofrece el conocimiento biológico y no quedar fuera de esta nueva revolución. Por ello, saludamos la reciente iniciativa de la Comisión Europea (CE) de establecer un plan estratégico para el desarrollo de las ciencias biológicas y la biotecnología en Europa.

El lapso de tiempo que pasa entre los nuevos descubrimientos en ciencias biológicas y su aplicación se está reduciendo a límites insospechados, con un impacto de ámbito planetario. En salud, con la posibilidad de producir mejores medicinas y tratamientos, en particular en relación con los problemas asociados al envejecimiento, la proliferación de fármacos a la carta, o el gran empuje de la medicina preventiva. En alimentación humana, con la mejora de la cantidad y calidad de los alimentos, el desarrollo de alimentos funcionales, o la reducción de antinutrientes o componentes adversos. En agricultura, en relación con las prácticas sostenibles y sus implicaciones para el mantenimiento de la biodiversidad, o en relación con la compatibilidad de los cultivos transgénicos con la agricultura biológica. En medio ambiente, además, contribuyendo a la implementación de fuentes de energía renovables. En numerosos procesos industriales, mejorando la eficiencia y limpieza de la producción. En la creación de nuevas actividades más acordes con las aspiraciones y dignidad de las personas, con la aparición de nuevos tipos de trabajos, nuevas profesiones. También la apertura de nuevos campos y disciplinas, como la bioinformática o la genómica.

De ahí la importancia estratégica y la nueva oleada económica que cabe esperar asociada a los nuevos conocimientos biológicos. El fenómeno sólo puede compararse con la revolución asociada a las ciencias de la información, inteligencia artificial y comunicaciones, y aún salvando ciertas distancias. La más significativa: el impacto ético, y sobre las creencias y modos socioculturales de muchos de los desarrollos asociados a las ciencias biológicas (clonación, medicina regenerativa, o la amenaza de armas biológicas), que suscitan dilemas relacionados con el concepto de vida.

Tampoco puede considerarse baladí que ambas oleadas de nuevos conocimientos se encuentren superpuestas. De este tipo de contactos íntimos (bioinformática, nanotecnologías, genómica funcional) sólo pueden surgir auténticas chispas cargadas de energía revolucionaria.

Uno de los activos principales de Europa en esta encrucijada es el bagaje de investigación básica de que disponemos, aunque la inversión (pública y privada) sea inferior a la de EE UU, se efectúe de forma más dispersa y fragmentada, varíe considerablemente entre los distintos países, y transcurra débilmente conectada a las aplicaciones prácticas e innovación productiva, en comparación con lo que sucede en América. Todos estos inconvenientes favorecen la concentración de las nuevas tecnologías en manos de multinacionales (un ejemplo flagrante lo constituye la producción de nuevos cultivos y alimentos transgénicos) y dificultan la consolidación de las pymes europeas dedicadas a la biotecnología que van emergiendo. De hecho, el número de pymes biotecnológicas en Europa crece a un ritmo superior al de EE UU, pasando de representar menos de la mitad de las americanas en 1997 a superarlas en un 10% en 2002, aunque éstas son de pequeño potencial económico.

Precisan de ayuda o, como mínimo, no deben ponérseles más trabas que en otras regiones del mundo desarrollado. Otro problema son los numerosos compartimentos estancos de nuestra estructura social y profesional, como sistemas conservadores de privilegios corporativos, que frenan la innovación y la actividad interdisciplinaria e intersectorial. Parece llegado el momento de aceptar los retos que debe afrontar Europa. De ahí el plan estratégico que plantea la Comisión Europea, que aborda tres aspectos fundamentales:

Atraer recursos humanos, financieros y empresariales al desarrollo y aplicación de estas tecnologías, para aprovechar las oportunidades que ofrecen de satisfacer las necesidades globales en el campo de la salud, el envejecimiento, la alimentación y el medio ambiente.

Afrontar las novedades y dilemas de gran impacto ético-social, para obtener la confianza y el apoyo de los ciudadanos europeos. Mejorar la confianza en el papel de la ciencia en nuestra sociedad.

Dado que la revolución tecnológica tiene lugar globalmente, y ocurrirá en cualquier supuesto, se plantea cómo adaptarse mejor a los problemas locales y a la vez cómo actuar con una perspectiva internacional.

Objetivos concretos destacados por la Comisión para la presente década son:

Identificar las necesidades de educación en Ciencias Biológicas, y acompasar el esfuerzo en su formación con el desarrollo de empleos.

wReducir la exportación de científicos y activar los planes de investigación e innovación en áreas clave (biotecnologías posgenómicas y salud, calidad y seguridad agroalimentaria, desarrollo sostenible, etcétera.).

Mejorar los sistemas de protección de la propiedad intelectual y estimular la inversión de capitales en la industria biotecnológica.

Estimular el diálogo social y asegurar la armonía de los desarrollos con los valores éticos y objetivos sociales. Establecer foros para el análisis de las cuestiones éticas.

Desarrollar diversas medidas legislativas sobre productos farmacéuticos.

Cada Estado miembro, y en particular España, con la complejidad adicional de sus autonomías, debe implicarse en este plan global de acción, evitando soluciones a corto plazo o locales cuya aplicación a problemas globales no resiste un mínimo análisis. En esta encrucijada nos parece un objetivo fundamental el reforzar la educación y formación en Ciencias Biológicas, un objetivo que está al margen del debate sobre la reforma de las enseñanzas medias planteada por el Gobierno, aparentemente más centrada en el continente que en los contenidos.

Es evidente que varios países de gran potencial económico, como China, han emprendido un camino decidido, sin esperar a más. Nada que ver con la más que prudente espera de nuestras sociedades europeas o incluso poco que ver con la más decidida posición norteamericana. Tampoco es una casualidad, ni es ajeno a la bioeconomía, que el Reino Unido haya abierto sus laboratorios a la clonación humana con fines terapéuticos.

Más que meras opciones en el ámbito de la ética social en relación con el bienestar de las personas, se trata de decisiones de gran calado estratégico que dan pie a futuras posiciones de predominancia en el concierto internacional.

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