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PRESENTE
Columna
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Una locomotora con achaques

La desaceleración europea ha resultado finalmente similar a la de la economía estadounidense, con una diferencia, el consumo. Para Carlos Sebastián la clave está en el gasto de las familias alemanas

Carlos Sebastián

El PIB de la zona euro disminuyó en el último trimestre del año pasado y en el conjunto del ejercicio aumentó un modesto 1,5%, tras haber registrado un crecimiento del 3,9% en 2000. Al final ha resultado que la desaceleración europea ha sido similar a la de la economía de los EE UU. Una diferencia importante entre las dos zonas, tanto en el auge anterior como en la desaceleración actual, ha sido el comportamiento de la demanda interna y, muy especialmente, del consumo. Mientras que el consumo de los estadounidenses se ha mantenido relativamente vivo a lo largo de todo el ciclo, el de Europa creció moderadamente en el auge y se ha desacelerado más en los últimos trimestres. A ello ha debido contribuir el distinto carácter de la política monetaria en ambos lados del Atlántico, pero hay otros factores relevantes.

Ha sido el gasto de las familias alemanas, que por renta per cápita y por número tienen un peso importante en el total de la Unión Europea, el que explica buena parte de la diferencia. El consumo privado alemán ha tenido un comportamiento muy moderado en la última década, salvo unos pocos trimestres en 1995 y en el año 2000, lo que ha restado fuerza a la demanda interna europea.

Si observamos la evolución del índice de confianza de los consumidores alemanes, comparada con la del mismo índice en España y Francia, se confirma que a lo largo de la década de los noventa (especialmente desde 1995) la confianza de las familias germánicas ha sido más débil que la de las familias francesas y españolas. Hay dos factores que han contribuido a este hecho: por un lado, el mercado de trabajo alemán ha tenido un comportamiento relativamente peor que el del resto de la Unión Europea seguramente por la combinación de rigideces en el mercado de trabajo de origen institucional (comunes a muchos otros países europeos) y de la unificación.

Al principio de los años noventa la tasa de paro alemana era cinco puntos menor que la francesa y tres puntos menor que la media de la UE y al final del año 2001 es un punto menor que la francesa y cuatro décimas menor que la del conjunto de la Unión Europea. Por otro lado, el endeudamiento de las familias alemanas ha crecido enormemente en la década, pasando del 85% de su renta disponible en 1991 al 115% en 2000, cuando en este último año en Francia sólo representaba el 71%.

Probablemente la unificación no sólo ha supuesto que el conjunto de las familias alemanas hayan tenido que ahorrar más, pero también que se hayan tenido que endeudar más. No es de extrañar que unas familias muy endeudadas, que observan un deterioro del mercado de trabajo, tengan un comportamiento muy conservador en cuanto a su gasto.

No quiere decir esto que las dificultades de la locomotora alemana se circunscriban a las consecuencias sobre el consumo de la unificación y de las rigideces del mercado de trabajo.

También Alemania, e igualmente toda Europa, parece tener un problema de lento crecimiento de la productividad, que lastra su crecimiento a largo plazo. Pero, además, un mejor comportamiento de la productividad afectaría positivamente al consumo, al permitir un mayor crecimiento de los salarios reales y una dinamización del empleo.

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