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Viajes

Color indígena

Es uno de los países americanos que mayor riqueza de contrastes ofrece: selvas, lagos y volcanes, ruinas mayas, mercados coloristas, ciudades coloniales. Guatemala es un destino seguro, y la gente, acogedora

Es difícil elegir. Quien va a Guatemala tiene que domar su atención: son muchos los reclamos y golosinas. La herencia maya es portentosa, entre otras cosas, la mayor ciudad maya conocida, Tikal, perdida en la selva del Petén. La herencia colonial no le va a la zaga, con Antigua como patrimonio universal. La naturaleza no ha sido seriamente herida, y las selvas, lagos y volcanes conjugan un ámbito primordial. Pero sobre todo está la gente, y lo que la gente mueve y representa, los mercados coloristas, las fiestas, las devociones, los ritos ancestrales, los trajes cotidianos, las tareas y gestos de siempre. Guatemala es, junto con Bolivia, la nación suramericana con más población indígena; apenas el 4% son blancos puros. Hay bastantes ladinos (mestizos) y muchos mayas, pertenecientes a más de 20 etnias, y que hablan otras tantas lenguas.

Eso es lo que más deslumbra y emociona, el factor humano. Y el lugar privilegiado para rozar la pulpa indígena en estado casi puro son los mercados del Altiplano. Chichicastenango es el más conocido de ellos. Jueves y domingos, el pueblo se llena de campesinos embutidos en tejidos artesanos que remedan el plumaje brillante de los pájaros de la selva, huipiles las mujeres, ponchos, y a veces faldas, los hombres: por el tipo de bordado o de tejido se puede saber de qué aldea proviene cada cual. Las escalinatas de la iglesia de Santo Tomás se cubren de hortalizas, gallinas, flores, nubes de copal. Dentro, arden cientos de candelas, en el suelo, frente a santos que más parecen demonios de poco fiar. En ese templo descubrió un dominico español, en el siglo XVIII, el Popol Vuh, libro del consejo o Biblia quiché escrita por un indígena hacia 1540.

Pero Chichicastenango no es un caso único, aunque sí el que goza de un aura de lugar entre místico y esotérico. Casi todos los pueblos del Altiplano tienen sus días de mercado. Y algunos resultan más auténticos, si cabe. Recomiendo especialmente los que están en la región del lago Atitlán. Dicen de éste que es uno de los lagos más bellos del mundo, pero quien diga eso se queda corto. Varios volcanes de perfecta geometría se reflejan en sus aguas hialinas. Entre los cañaverales de la orilla aún se puede ver, con suerte, algún pato poc, zampullín autóctono prácticamente extinguido. Una veintena de pueblos rodean al lago Atitlán. Sololá celebra un mercado que nada tiene que envidiar al más publicitado de Chichicastenango. En la orilla misma del lago, Panajachel oficia como centro neurálgico. Allí se alinean los tenduchos de recuerdos, los cafetines y restaurantes, hoteles de mochilero y también algunos complejos de ciertas ínfulas; pero el pueblo no ha perdido del todo su ingenuidad, ésa que hace sentir al viajero que pisa los bordes del mundo. Desde el rústico embarcadero de Panajachel se puede cruzar en barca a Santiago Atitlán, el pueblo ribereño más codiciado. Tanto, que ya va perdiendo también su inocencia. La calle principal se ha tornado un zoco -de telas y objetos maravillosos, eso sí, auténticos-; pero basta desviarse dos pasos para recorrer una distancia galáctica, o de siglos, para entendernos: la que acerca al mercado de abastos, o al lavadero entre los juncos del lago, o a la iglesia atiborrada de santos contra la pared, revestidos y forrados como brujos con telas y floripondios.

Otros pueblos de la orilla -son 12, como los apóstoles- resultan menos vistosos, pero son la pura realidad, es decir, apenas infectados por el turismo galopante; lo cual además, hace que las casas y el ritmo de las horas sigan como siempre han estado. Pero ya todo cambia. También en San Antonio Palopó, o en Santa Catarina Palopó, se ven tejedoras en las calles próximas al embarcadero. Trabajando con el telar de cintura, y ofreciendo al forastero piezas recién rematadas; como si fueran peces del lago recién capturados, coleando todavía en los capachos de mimbre. æpermil;sa es allí la única nota pintoresca, en un escenario demasiado real, tanto que se hace cuesta arriba ejercer, ante ese apremio de lo básico, el oficio despreocupado de visitante.

Cómo ir. Iberia (902 400 500) tiene un vuelo diario desde Madrid o Barcelona a Guatemala vía Miami, a partir de 827,18 euros. Viajes El Corte Inglés ofrece el paquete Contrastes de Guatemala de 9 días/ 8 noches, que incluye vuelo i/v en línea regular, vuelos desde Ciudad de Guatemala al Petén, hotel y desayuno en Guatemala Ciudad, Tikal, Chichicastenango, Lago Atitlán y Antigua, a partir de 1.657,25 euros.

Alojamiento. Hotel Real Intercontinental, 14 calle 2-51 Zona 10, 379 44 44, un cinco estrellas en la zona viva de ciudad de Guatemala, 220 euros la doble. Hotel Westin Camino Real Tikal, cerca del parque nacional y yacimiento de Tikal, en el Petén, 926 02 04, situado junto al lago Petén Itzá, adaptado al entorno y con toda clase de instalaciones, 127 euros la habitación doble.

Comer. Kacao, el sitio de moda: alta cocina guatemalteca en una cabaña rodeada de jardines y agua, 2ª Ave. 133-44, Zona 10, 337 41 88, unos 25 euros. La mesa de los mayas, restaurante (y hotel) discreto y buena comida, en la ciudad de Flores (Petén), 926 12 40, unos 15 euros.

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