EE UU trata de proteger a sus cultivadores de clementinas
La decisión estadounidense de bloquear la entrada de clementinas españolas tiene más calado del que se pensaba en un principio. La reclamación que España presentará ante la OMC dentro de 10 o 15 días tardará entre uno y tres años en resolverse, justo el tiempo que necesitan los cultivadores americanos para poner en el mercado variedades idénticas a las españolas. España perdería anualmente 240,40 millones de euros.
La única amenaza para los agricultores estadounidenses es la popularidad de las clementinas españolas¢, escribía una ama de casa americana en la sección de cartas al director de The Washington Post el pasado mes de diciembre. El texto, que parecía estar inspirado directamente por los citricultores españoles, concluía que nuestras mandarinas ¢tienen un precio razonable, son manejables, dulces, sin semillas, fáciles de pelar, refrescantes y bajas en calorías¢. Tales características explican la popularidad que las clementinas han alcanzado en Estados Unidos desde que los productores españoles lograron introducirlas, en los primeros años de la década de los noventa.
Desde entonces, la cantidad exportada se ha multiplicado por 12 a partir de esa fecha, hasta superar las 100.000 toneladas en la presente campaña, un volumen de negocio de 300,5 millones de euros entre producción y distribución.
Los españoles consideran (y también lo piensan las autoridades comunitarias) que sus homólogos americanos rabian ante el lustre de la clementina ibérica y han recurrido a la coartada de la Ceratitis capitata o mosca del Mediterráneo para recuperar el mercado. Los cítricos españoles han muerto de éxito en los Estados Unidos.
Mucho y rápido se tendría que mover ahora la Organización Mundial del Comercio ante la que recurrirá el Gobierno español a través de las instituciones comunitarias. Pero los productores no son optimistas. Saben que lo habitual es que la OMC tarde entre uno y tres años en resolver el litigio y que, mientras tanto, perderán unos 240,4 millones de euros.
Los que no perderán el tiempo son las compañías frutícolas norteamericanas. Ya están plantando e injertando las variedades más codiciadas (marisol, clemenules...) a imagen y semejanza de las españolas, por lo que, cuando la OMC resuelva los mercados estarán nutridos de variedades de clementinas españolas pero producidas en Norteamérica.
El presidente de la Asociación Valenciana de Agricultores (Ava-Asaja), Cristóbal Aguado, sostiene que ya les avisaron en su día: ¢O se comercializa la fruta a través de nosotros o habrá consecuencias¢. Ya las ha habido. Y en el peor momento, vistos los síntomas que aquejan al otrora boyante sector citrícola español. De momento, la presente campaña ¢sólo puede ser calificada de desastrosa¢, sentencia Joan Brusca, de la asociación agraria valenciana La Unió-Coag.
¢A las adversas condiciones climáticas, a la elevada incidencia de la mosca en los campos, al veto de EE UU hacia las clementinas y a la incertidumbre de la próxima campaña, cabe añadir ahora que la crisis económica argentina también afecta de alguna manera a nuestros cítricos¢, concluye Brusca. Este país ha dejado de importar 4.000 toneladas de cítricos. Pero, además, junto a Turquía ha inundado los mercados comunitarios y los de terceros países de cítricos más baratos, lo que ha propiciado que las exportaciones de limones españoles hayan caído casi un 40%, según datos de la interprofesional Ailimpo.
Naranjas, limones, mandarinas y pomelos producidos en España están siendo azotados por una crisis internacional que, según el sector, es más profunda de lo que manifiesta a primera vista. Les resulta insólito, por ejemplo, que en Alemania, uno de los principales y tradicionales consumidores de productos frutícolas de nuestro país, la crisis haya resentido tanto el consumo de fruta, hasta el punto en que las exportaciones a ese país hayan caído en más de 100.000 toneladas en los dos últimos ejercicios.
Las ventas a la UE bajaron un 14% en 2000
Ahora toca ¢pelear cuesta arriba y recuperar un mercado que nos ha sido robado¢, dice Cristóbal Aguado, presidente de la sección valenciana de Asaja.
El mercado citrícola español, un negocio de 1.803 millones de euros, que puede llegar a mantener 300.000 empleos en tiempos de recolección, entró en 2002 en un periodo de recesión que durará, según los productores, al menos dos años.
La exportación a la Unión Europea cayó en la campaña 2000/2001 350.000 toneladas, casi un 14%, y en los avances de la presente temporada ya se detecta igualmente un desplome de 15.000 toneladas, casi un 7%, como confirman los datos de la interprofesional, Intercitrus.
Las ventas a terceros países tampoco dibujan mejor paisaje: en la temporada 2000/2001 cayeron cerca de un 5% y en el avance de 2001/2001 se anuncia, hasta la fecha, una disminución de más de un 10%.