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CRâNICA DE MANHATTAN

<i>El fantasma japonés </i>

En EE UU tienen muy claro que las "percepciones" son importantísimas. De ahí que tengan tantos indicadores para reflejar el "espíritu" y la "confianza" de consumidores, empresas e inversores. Y las percepciones mostradas por los economistas y los medios de comunicación son cada vez más inquietantes. Los estadounidenses empiezan a sospechar que sus líderes no son infalibles. Y ésta es la peor de las percepciones en momentos de crisis. El secretario del Tesoro, Paul O'Neill, no para de repetir que la recesión aún puede evitarse. Pero sus declaraciones chocan tanto con las previsiones de los expertos que incluso The Wall Street Journal le acusó en primera página de estar haciendo un alarde de "exuberancia irracional" y de "poner en peligro su credibilidad". Crece, además, la percepción de que el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, no puede (o no sabe cómo) revitalizar la economía.

En Wall Street, los economistas han revisado sus previsiones tras la ofensiva terrorista de septiembre para retrasar aún más la fecha en la que esperan que repunte la economía. La mayoría cree que habrá que esperar, como mínimo, hasta la primavera de 2002. Y en los medios de comunicación se habla cada vez más de la amenaza del "fantasma japonés". Una expresión con la que se refieren a la prolongada fase recesiva que atraviesa la segunda mayor economía del mundo. Muchos comparan la burbuja financiera e inmobiliaria de Japón durante los ochenta con la explosión de las tecnológicas registrada en EE UU en los noventa. Dos espejismos que se desvanecieron de golpe, evaporando cantidades ingentes de riqueza y frenando en seco el ritmo de crecimiento.

Japón respondió a la crisis bajando aceleradamente los tipos de interés y poniendo en marcha generosos programas de gasto público. Una receta tradicional que también defienden ahora Greenspan, el Congreso americano y el presidente George Bush. En Japón, el banco central colocó los interbancarios a cero en 1999 y el Gobierno ha lanzado tantos proyectos e incentivos para intentar reactivar la economía que la deuda pública ronda el 130% del PIB. Pero el país lleva una década sin levantar cabeza. ¿Puede ocurrir lo mismo en EE UU? El influyente economista Paul Krugman, profesor de la Universidad de Princeton, aseguraba hace unos días que es posible. Y lo hizo nada menos que en el suplemento dominical de The New York Times, una de las publicaciones con más circulación del país.

La Reserva Federal ya ha bajado los tipos del 6,5% al 2,5% sin ningún efecto aparente en el ritmo de crecimiento. Y corre el riesgo de quedarse sin munición antes de que la economía haya empezado a repuntar. Además, el plan de estímulo fiscal que debate el Congreso amenaza con llevar la balanza fiscal a déficit e impulsar los tipos a largo. Y algunos expertos avisan que los abultados estímulos monetarios y fiscales pueden impulsar la inflación y obligar al banco central a subir tipos antes de que la economía se haya estabilizado. Si la prensa sigue publicando editoriales sobre el menguante poder de Greenspan y la falta de credibilidad de O'Neill, la percepción de los estadounidenses sobre el futuro de su economía puede caer en picado. Y con ello el PIB.

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