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La Reserva Federal baja los tipos de interés hasta el 3% para limitar la crisis

Por octava vez en lo que va del año, la Reserva Federal de los Estados Unidos redujo los tipos de interés. Sin aviso previo, el presidente del banco central estadounidense, Alan Greenspan, se anticipó a la reapertura de Wall Street tras los atentados de la semana pasada, y envió un mensaje de apoyo a los mercados. La flexibilización de la política monetaria podría continuar en el próximo periodo.

En una decisión absolutamente sorpresiva y concertada con los principales bancos centrales del mundo, la Reserva Federal anunció, una hora antes de que la Bolsa de Nueva York reanudara su actividad, que bajaba los tipos en medio punto, para dejarlos en el 3%.

De este manera, el costo del dinero para los bancos se encuentra en el punto más bajo desde febrero de 1994. Anteriormente, los tipos habían caído al 3% en septiembre de 1992, cuando la Reserva Federal los bajó para combatir, como ahora, la profundización de la recesión. En aquel momento, dos meses antes de las elecciones que consagraron presidente de Estados Unidos a Bill Clinton, este país, junto a Australia, Gran Bretaña, Nueva Zelandia y Canadá, atravesaba la que se llamó "recesión anglosajona". Pero que, por esa fecha, comenzó a golpear a Europa con la crisis del sistema monetario europeo. Eran las postrimerías del Gobierno de George Bush, el padre del actual presidente estadounidense.

De manera inmediata y como es normal, los grandes bancos comerciales siguieron la misma tendencia y recortaron el precio de los préstamos. Aunque Wall Street no reaccionó positivamente de inmediato, los expertos estimaban que la acción de la Reserva Federal contribuyó a limitar la tendencia bajista de la Bolsa.

Al explicar su decisión, el banco central aseguró que "el empleo, la producción y el gasto empresarial registraban niveles de debilidad antes de los trágicos sucesos de la semana pasada", los cuales tienen un potencial suficientes para perjudicar la economía y el gasto de los consumidores en el corto plazo. Al mismo tiempo, la Reserva Federal volvió a insistir en que la productividad presenta un cuadro favorable en el largo plazo.

Aunque algunos analistas habían especulado en los dos últimos días con la posibilidad de una intervención de la autoridad monetaria, la mayoría esperaba -desde antes de los atentados de la semana anterior- que Greenspan procediera a una reducción de los tipos en su reunión del 2 de octubre. Esta especulación tenía su base en el comportamiento de los principales datos de la economía de los Estados Unidos en el último trimestre y en las últimas semanas. De hecho, el crecimiento del PIB, que el año pasado fue del 5%, cayó en el primer trimestre de este año al 1,2%, y al 0,2% en el segundo trimestre. Un dato, este último, que está sujeto aún a revisión. El fuerte incremento del paro en el segundo trimestre y la caída del índice de confianza de los consumidores, conocido pocos días antes de la ofensiva terrorista en Nueva York y Washington, alertaban ya sobre las crecientes dificultades que encuentra la primera economía del mundo para evitar el abismo recesivo.

El vaivén del dólar

La moneda estadounidense, sometida en la última semana a la presión bajista provocada por los atentados y el cierre de los mercados locales, había abierto ayer con fuerte descenso respecto al euro y el yen. Tras cotizar a 0,933 euros, la decisión de la Reserva Federal le permitió al billete verde una leve recuperación, hasta 0,916 euros.

Pero la decisión conjunta de bajar los tipos, adoptada por el Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal, volvió a invertir las tendencias en poco rato de negociaciones en el mercado de divisas. Luego de que la autoridad monetaria de Francfort decidiera reducir también en medio punto porcentual su tipo de referencia, dejando en 3,75% el costo del dinero en Europa, la corriente vendedora de dólares se recuperó y la divisa verde cotizaba por encima de 0,92.

Analistas y expertos estimaban que esta extrema volatilidad entre las monedas se corresponde con la coyuntura de incertidumbre y con el temor a que la economía mundial esté ya en recesión. En el caso de la relación entre el dólar y el yen, sólo la intervención del Banco de Japón, que compró ayer una cantidad indeterminada de dólares, impidió una mayor caída de la moneda de Estados Unidos, un efecto que Tokio quiere evitar para no perjudicar aún más sus exportaciones con un yen más valorizado.

El secretario del Tesoro, Paul O'Neill, elogió las bajadas de tipos de la Reserva Federal y del BCE, y dijo que su Gobierno estudia estímulos fiscales para apuntalar el crecimiento y ratificó su política de dólar fuerte.

Confianza de Bush

En la misma línea de su secretario, el presidente George Bush ratificó ayer su confianza en que están sentadas las bases para que Estados Unidos retorne a un crecimiento sostenido, tras la caída experimentada a lo largo del año.

"Tengo gran fe en nuestra economía", dijo Bush. A su juicio, "los cimientos para el crecimiento económico están allí". Pero los economistas advirtieron que los riesgos de recesión en Estados Unidos ya eran grandes antes de los atentados. Y que ahora son mayores y se proyectan sobre la economía mundial.

El economista jefe de Morgan Stanley, Stephen Roach, dijo que las posibilidades están "decididamente a favor de una gran caída en el crecimiento económico mundial". Y, agregó, "no creemos que una política de estímulos pueda deshacer la creciente y letal dinámica cíclica en la que nos estamos moviendo". Una opinión que parece compartir Alan Greenspan.

 

El FMI

y el Banco Mundial aplazan

su reunión

El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial resolvieron dejar sin efecto su asamblea anual conjunta, prevista para el 29 y 30 de septiembre.

"La decisión se ha tomado con el más profundo de los respetos y simpatía hacia las familias que el pasado martes se vieron afectadas por tan horrendos acontecimientos", dijeron ambos organismos en el comunicado oficial dado a conocer ayer en la capital estadounidense, donde están las sedes de ambos.

De esta manera, y tal como se había anticipado en fuentes del FMI y del Banco Mundial a lo largo de la semana pasada, la reunión se ha aplazado sin fecha. El secretario del Tesoro estadounidense, Paul O'Neill, ya había expresado su opinión favorable a posponer esta asamblea. Cabe recordar que la duración de la reunión ya había sido recortada en su duración, en función de las protestas previstas por los manifestantes contra la globalización.

El director-gerente del FMI, Horst Koehler, y el presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, dijeron que "la actividad normal del Banco Mundial y del FMI no será interrumpida" y que "esperan volver al calendario de actividades normal de las instituciones con las reuniones de 2002".

El G-7, sin fecha

Por otra parte, miembros de los Gobiernos del G-7, cuyos ministros de Finanzas se reúnen por separado durante la asamblea anual del Fondo y del banco, dijeron que su reunión se llevará a cabo en Italia, aunque no especificaron la fecha y el lugar del encuentro.

A pesar de la suspensión, el FMI publicará su informe anual sobre la perspectiva económica a fin de mes. Pero la conferencia de prensa en la que se presentará el World Economic Report será presidida por el economista jefe de la institución, Kenneth Rogoff, y no por Koehler, como es tradicional. Este informe es muy esperado, más aún tras los atentados en EE UU.

Hasta ahora, las previsiones del FMI para el crecimiento económico mundial en 2001 pasaron del 3,2% de la primavera pasada al 2,7% hace dos semanas. Para 2002, el último pronóstico fue rebajado al 3,6%. Fuentes próximas al FMI dijeron que se rebajarán aún más la previsión de un crecimiento del 1,5% para este año en Estados Unidos.

 

O'Neill y Cheney discrepan sobre si habrá recesión

Lydia Aguirre Nueva York

Los miembros del Gobierno de George Bush no parecen ponerse de acuerdo sobre si los graves atentados del martes serán o no el catalizador final que hunda a EE UU en una recesión.

El secretario del Tesoro, Paul O'Neill, dijo ayer que la recesión no tiene por que ser inevitable."Vamos a demostrar la resistencia de la economía estadounidense", declaró en el programa Buenos días América, de la ABC.

La confianza de O'Neill contrasta con el pesimismo del vicepresidente Dick Cheney, que apareció el domingo en la NBC diciendo que es "muy posible" que los daños provocados por la ofensiva terrorista desaten una recesión. El propio presidente de la nación, George Bush, hizo ayer unas declaraciones con cierta preocupación sobre el estado de la actividad económica, en las que admitía que había buenos fundamentos para seguir creciendo y reafirmaba su fe en la economía.

La definición técnica de recesión son dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo. El PIB creció un minúsculo 0,2% en el segundo trimestre. Si el dato es revisado a la baja (algo que aún es posible) y el crecimiento cae durante el tercer trimestre, el país habrá entrado formalmente en fase recesiva.

Tanto O'Neill como Cheney están de acuerdo en una cosa: habrá que esperar al cuarto trimestre del año para ver una mejora.

Según el secretario del Tesoro, "en los tres meses finales vamos a ver una mejora del crecimiento y el año próximo deberíamos recuperar una tasa de crecimiento normal del 3,2% o algo así". Los economistas privados creen que la recesión es prácticamente inevitable, pero la mayoría dice que será corta y moderada. La producción industrial cayó un 0,8% en agosto, lo que supone el decimoprimer declive consecutivo. Y las compañías, azotadas por fuertes declives de beneficios, han congelado sus inversiones de capital.

Pendientes del consumo

El único elemento que ha servido de pilar al crecimiento en los últimos meses es el consumo privado, y las ventas al por menor crecieron un 0,3% en agosto.

Pero este indicador puede sufrir una fuerte caída si el desánimo se extiende entre los estadounidenses. Según un sondeo de The Wall Street Journal y NBC, un 48% de los ciudadanos cree que la tragedia del martes tendrá "un gran efecto" en las posibilidades de recesión.

Por lo pronto, el país sigue sujeto al llamado efecto CNN, que hace que todo el mundo permanezca todo el día pegado al televisor (con lo que no están en la calle consumiendo).

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