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La Seda sale del túnel tras 10 años sin Akzo

Akzo abandonó La Seda en julio de 1991. En 10 años, la compañía ha pasado de la quiebra técnica y el desánimo a la configuración de un grupo que dice no necesitar socio industrial

La Seda cumple el próximo 28 de julio 10 años desde el abandono de su accionista de referencia, Akzo, que ofreció a precio de saldo el 57,5% de la empresa, primero a un grupo de inversores capitaneados por el abogado Juan Vives de Hinojosa, y que acabó por traspasarla por una peseta a otro abogado, Jacinto Soler Padró. Sin embargo, la crisis del primer productor de fibras textiles español se larvó en 1989, por la construcción de una planta energética de gas, que aumentó el endeudamiento hasta los 15.000 millones de pesetas, y por la masiva entrada de importaciones de Oriente Próximo.

La compañía contabilizó unas pérdidas de 195 millones de pesetas ese año, que pasaron a ser de 2.867 millones en 1990, con una plantilla de 2.661 personas. La multinacional holandesa inició en mayo de 1991 los contactos para vender su participación a un grupo de bancos acreedores que habían prestado meses antes un crédito de 7.000 millones de pesetas para aumentar la liquidez de la compañía.

Pero el intentó no cuajó. A partir de ahí Akzo prefirió olvidarse de La Seda, aun a riesgo de perder más de 4.000 millones en concepto de deudas de su propia filial con la matriz holandesa.

Inflexión

De esta forma, empezó la ruta de La Seda o el primer ejemplo de abandono industrial en España desde la entrada en la Comunidad Europea. Además, este fue el primer capítulo de un cúmulo de despropósitos de gestión empresarial, que culminó un año después, cuando La Seda fue también la primera empresa en el mundo que tenía constituidos dos consejos de administración simultáneos, uno presidido por Soler Padró, que contaba con los derechos económicos del 57,5% del capital de la empresa, y otro en el que seguía como presidente Lorenzo Gascón. Mientras, la CNMV no reconocía la venta a Soler Padró porque no había documento alguno, ni OPA presentada.

A partir de julio de 1992 se inició un punto de inflexión, coincidiendo con el relevo de Gascón por Rafael Amézola. En 1993, José María Villamarín relevó a Amézola y llegó poco después Rafael Español, primero como director general y después como máximo responsable de la empresa. En este proceso, el consejo de administración se pobló de un grupo de notables catalanes, en representación de los principales grupos políticos: Joan Majó (ex ministro de Industria); Pere Grau (ex Catalana de Gas); Artur Mas (actual consejero de la Generalitat); Carles Vilarrubí, y Jordi Vilajoana. Soler Padró desapareció del mapa.

Mientras, Akzo volvió a aplazar la deuda subordinada de 4.117 millones, que acabó perdonando por las presiones de la Generalitat. Finalmente, el 28 de diciembre de 1995 Español y Soler Padró alcanzaron un acuerdo por el que el abogado conserva el 12,6% del capital y otro 20% queda en manos de La Seda para su posterior amortización. El 24,9% restante se traspasó a Iberseda, una sociedad en la que participa el propio Español.

En este proceso, La Seda también se convirtió en la primera empresa española que contaba con un representante de los sindicatos en el consejo de administración. José Luis Morlanes, aún tiene un puesto en el máximo órgano de gobierno. El 15 de abril de 1996 las acciones volvieron a cotizar en Bolsa y se comenzó la etapa en la que entró en el capital Ibersuizas, la aseguradora Fiatc y Catalana d'Iniciatives (que sale más tarde). En lo que respecta a la gestión, la compañía centró su negocio durante los últimos tres años en ampliar la capacidad de plásticos para botellas de la filial Catalana de Polímers.

La Seda tiene en curso actualmente una ampliación de capital que tiene asegurada en un 40%. Pero no existe socio industrial alguno a la vista.

 

El grupo cierra la fábrica de rayón alemana

La compañía presidida por Rafael Español ha optado por cerrar la factoría alemana de rayón, que intentó vender a dos grupos europeos a principios de este año. La Seda ya tomó una decisión similar con la histórica factoría de El Prat a finales de 2000, para rentabilizar, al menos, los terrenos de alrededor de 16 hectáreas (pendientes de la pertinente recalificación del ayuntamiento), vendiéndolos a la sociedad Landscape (participada por Banco Sabadell) para realizar una promoción de viviendas.

El desmantelamiento de la primera actividad textil de la empresa se ha compensado en parte con la adquisición de la compañía navarra Inquitex a Banesto, dentro de su intención de crecer en el negocio de fibra de poliester.

Precisamente, una de las obsesiones de Rafael Español al frente de La Seda ha sido la verticalización de la producción, primero con la adquisición de Industrias Químicas Asociadas (IQA) a Shell y después con el intento fallido de consolidar Hispano Química en el grupo (finalmente vendida a Henkel). La compra de Inquitex ha añadido capacidad a la empresa.

Las constantes idas y venidas en la compra y venta de empresas, fusiones y segregaciones han marcado la vida de la empresa desde 1997. Primero, Español se decantó por segregar sus divisiones en filiales, para acabar haciendo lo contrario. Ahora, Grupo Seda cuenta con una facturación de 48.838 millones de pesetas en 2000, que contrasta con los 25.628 millones que vendió en 1990.

El socio industrial merece un capítulo entero. El abandono de Akzo respondió a una voluntad de que La Seda muriera poco a poco. Pero la propia inercia de los proveedores y clientes mantuvieron la actividad. De la misma forma, ningún otro grupo multinacional se atrevió a mostrar su interés por la compañía, que sólo recibió ofertas de fabricantes coreanos.

Hualon estuvo cerca de entrar en el capital. Con el paso de los años, La Seda volvió a ser atractiva al fabricar plásticos para botellas. Kosa llegó a firmar un acuerdo, que fracasó más tarde.

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