Malos tiempos para los tigres coreanos
No hay una edad para dejar de trabajar", dijo Chung Ju Yung en su autobiografía. Las ideas de Confucio, ejemplificadas por su padre, fueron lluvia fina que caló en el fundador del Grupo Hyundai, y tras su muerte, el pasado miércoles, a los 85 años, ni sus críticos pusieron en duda su capacidad de trabajo y creatividad hasta el último momento.
La desaparición de Chung se produce apenas año y medio después de que otro de los hombres de negocios más carismáticos y poderosos del país, Kim Woo Choong, fundador de Daewoo, optara por la fuga antes de responder ante la justicia de su gestión.
La salida de la escena de estos empresarios pone la puntilla al proceso de descomposición de algunos de los grandes conglomerados de empresas coreanos, los chaebol. La democracia en Corea del Sur, la tímida apertura del país y, sobre todo, la crisis que recorrió todas las latitudes de Asia desde 1997 y la posterior ayuda -condicionada a las reformas del sistema- del Fondo Monetario Internacional hirieron de muerte a estas empresas.
La inmensa deuda de los conglomerados era un agujero que hacía inviable su continuidad. Ahora sin sus alma máter, el empeño (inspirado por el FMI) del Gobierno por reducir el poder de estas empresas se refuerza.
Según UBS Warburg, en tres años habrán visto disminuida fuertemente su influencia y un estudio de Gallup asegura que en 2010 sólo existirá un tercio de los 30 primeros conglomerados.
Cambios a tiempo
Algunos de ellos han afrontado el cambio de forma menos conflictiva que Hyundai y Daewoo, la primera y segunda empresa del país, respectivamente, pero en el camino de la supervivencia se dejaron sus actividades deficitarias y perdieron tamaño.
Una de ellas es Samsung -cuyo presidente lucha contra el cáncer-, que tuvo que vender su ultramoderna y deficitaria división automovilística a Renault. LG tuvo que desprenderse de sus negocios en crisis para concentrarse en la electrónica y la química antes de que los números rojos afectaran a sus actividades estrella. LG es ya la tercera empresa del país, pero el que fuera el rey del electrodoméstico ya no es el conjunto que era, aunque sus cuentas están saneadas.
Pese a todo, los conglomerados fueron los responsables de la industrialización de un país reducido a cenizas por la invasión japonesa y la guerra. En menos de 50 años, y en buena medida por su empuje, el país se ganó el calificativo de tigre asiático.
De hecho, la historia económica y política de Corea del Sur tenía un lugar de honor para Chung Ju Yung y Kim Woo Choong. Durante años ambos fueron unos héroes, y los libros sobre sus vidas y su pensamiento, los más leídos.
El fundador de Hyundai nació en 1915 en lo que ahora es Corea del Norte. Sus padres eran unos humildes granjeros para los que mandar a Chung a la escuela, cuando éste ya tenía 10 años, resultaba un sacrificio. El joven Chung no quería dedicarse al ganado y se escapó hasta cuatro veces de su casa. Sólo la última, a los 19 años, consiguió llegar a Seúl sin que su padre le alcanzara.
Con los bolsillos vacíos comenzó a trabajar como repartidor de arroz, pero, consciente de que el asolado país necesitaba de la construcción, empezó como obrero hasta conseguir fundar su propia compañía, la que dotara posteriormente de infraestructuras al país. En 1940 montó un taller de coches y en 1967 comenzó a fabricarlos con apoyo de Ford.
Aunque Chung tenía mucho empuje -vendió su primer barco antes de tener un astillero para construirlo-, las buenas relaciones con el dictador Park Chung Hee (1961-1979) le dieron la oportunidad de desarrollar, con mano de hierro, su empresa, ahora fracturada.
Los vínculos que Daewoo trazó con el poder también le ayudaron a impulsar un imperio desde una empresa textil en 1967. Park le vendió empresas quebradas que fueron la base de un imperio diversificado: de coches a neveras.
Daewoo Motor, entró en suspensión de pagos en noviembre de 2000, pero Kim, de 65 años, huyó del país en 1999 antes de responder a lo que puede ser el mayor fraude de la historia: la sobrevaloración de los activos en 462.000 millones de pesetas.
Su abogado, Seok Jin kang, asegura que quien fuera un multibillonario empresario vive de sus amigos "y puedo pensar hasta 30 jefes de Estado que le ayudarían". Según Seok, Kim escribe un libro de memorias bajo los efectos de una depresión.
Para evitar su suicidio y que Kim responda ante la justicia, cuatro trabajadores de Daewoo buscan en Europa y África a su antiguo patrón.