Comienza el último año de circulación de la peseta
Comienzan hoy los últimos 365 días de existencia de la peseta. Tres años después de su desaparición virtual, acontecida el 1 de enero de 1999, el próximo 1 de marzo de 2002 la peseta habrá perdido definitivamente su valor de curso legal.
Para Didier Reynders, ministro belga de Finanzas y presidente del Eurogrupo durante este último año de transición al euro, la desaparición de 12 divisas nacionales supone, "después de la supresión de fronteras, la primera señal decisiva para 300 millones de europeos de que participan en un proyecto común". Reynders se mostraba convencido esta semana, tras unas jornadas sobre la preparación de las pequeñas y medianas empresas para el euro, de que "tener la misma moneda facilitará el debate sobre el proyecto político de la Unión Europea".
Reynders y el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pedro Solbes, copilotarán el "desafío sin precedentes", como lo califica el español, de introducir en los 12 países un total de 15.000 millones de billetes y 50.000 millones de monedas en apenas dos meses.
El próximo 28 de febrero de 2002 la peseta se fundirá definitivamente en ese proyecto a un cambio ya fijado y definitivo de 166,386 unidades por euro. En la medianoche de ese jueves, para el que ya sólo faltan 365 días, también perderán su valor el franco belga y el luxemburgués (de hecho, ya la misma moneda a efectos prácticos), la dracma griega, la lira italiana, el florín holandés, el chelín austriaco, el escudo portugués y el marco finlandés. Pocos días antes habrán desaparecido el marco alemán, el franco francés y la libra irlandesa.
Todas ellas, sin embargo, comenzaron a beneficiarse de la pertenencia a una unión monetaria desde el 1 de enero de 1999, salvo Grecia, que se ha incorporado el 1 de enero de este año. Desaparecieron entonces los riesgos de los tipos de cambios de divisa, facilitando los flujos comerciales en la zona euro y potenciando los beneficios del mercado único.
Apenas un año después del nacimiento de la moneda única, el Banco Central Europeo constataba ya el inicio de la concentración en el sector financiero. Más de 400 entidades desaparecieron en los 11 primeros meses del euro, lo que supuso un descenso aproximado del 4% en el número de operadores. El emisor destaca que como consecuencia de la unión monetaria, los bancos han buscado la expansión geográfica mediante fusiones y adquisiciones, pero, al mismo tiempo, en su búsqueda de clientes han extremado la mejora en la calidad del servicio y diversificado su gama de productos financieros.
Se ha alcanzado además un elevado grado de integración en el intercambio de liquidez entre los bancos de la zona euro (con la inmediata aceptación del euribor) y se avanza en la de los mercados de renta fija.
Cabe esperar que la introducción física del euro extienda estos procesos de concentración e integración a los sectores no financieros. La Comisión Europea ya ha detectado un incremento cercano al 30% en las operaciones de concentración transfronteriza y, con mucha cautela, atribuye esta aceleración, al menos en parte, a la unión monetaria.
La Comisión Europea te-me, en cambio, el impacto en las pequeñas y medianas empresas, hacia las que dirige un llamamiento urgente para que aceleren la adaptación a la nueva moneda. Bruselas recuerda que el 1 de enero del próximo año, desde la mayor multinacional hasta el más sencillo negocio de turismo rural, deberá tener ya su contabilidad en euros. Pocas semanas después ya no llegará ningún cliente con pesetas.
Bélgica pide una eurotasa para la UE
El proyecto político de la Unión Europea al que alude el ministro belga de Finanzas, Didier Reynders, puede exigir una financiación directa por parte de los contribuyentes europeos. Reynders, que ocupará la presidencia del Eurogrupo (ministros de Economía de la zona euro), se hacía eco esta semana de la conveniencia de financiar el entramado institucional comunitario a través de un impuesto recaudado directamente en toda la UE. El ministro sostiene que crisis como la provocada en el sector ganadero por la enfermedad de las vacas locas ilustran la necesidad de una financiación que no dependa del regateo entre los Estados miembros cada ciertos años.
En junio del año pasado se cerraban en Berlín los presupuestos comunitarios para el próximo sexenio, fijando techo del gasto y pactando su inquebrantabilidad. Esta misma semana, el Gobierno español exigía, por boca del ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete, la ruptura de aquel acuerdo y el aumento del gasto. La respuesta de Reynders es un impuesto para todos.