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INTERNACIONAL

Turquía deja flotar libremente la lira, que se deprecia el 30%

El banco central de Turquía decidió ayer abandonar la defensa de su moneda y dejó que la lira flotase libremente. Se depreció un 30% frente al dólar, pero la medida fue bien acogida en la Bolsa, que recuperó un 10%, y recibió el respaldo del FMI. La última crisis turca le ha costado esta semana a la entidad central más de 820 millardos de pesetas.

Turquía está de nuevo con problemas. El Gobierno apostó ayer por abandonar el control de su moneda, la lira, y la dejó flotar libremente en el mercado. La reacción fue inmediata y el dólar terminó cambiándose en el mercado de Londres por 991.660 liras, frente a las 694.000 del día anterior.

La devaluación pone fin a 14 meses de depreciación gradual gestionada por el banco central. La Bolsa recibió bien la noticia y el índice de referencia se recuperó un 10%, tras haber perdido un tercio de su valor desde el lunes. "La subida de la Bolsa es una corrección, las caídas de la semana eran excesivas. Además, la devaluación de facto de la lira empujará los tipos a la baja, reanimando las expectativas", opina Juan Carlos Berganza, especialista en Turquía del BBVA.

El diferencial del índice de JP Morgan de bonos emergentes se estrechó dos puntos básicos sobre los bonos del Tesoro de EE UU, una ligera reducción en la percepción de riesgo. Berganza afirma que la agitación turca no debe afectar a otros países emergentes, ya que es un problema local. Tampoco habrá un impacto fuerte, estima, en los mercados de bonos emergentes, ya que Turquía sólo pondera un 1% en el índice de JP Morgan.

Los bancos turcos son los grandes perjudicados por la depreciación monetaria. La devaluación supone un fuerte aumento del valor de la deuda de estos bancos en divisas extranjeras, que se calcula en 15 millardos de dólares (2,7 billones de pesetas).

El origen de la enésima crisis turca está en la pelea del lunes entre el primer ministro, Bulent Ecevit, y el presidente de la República, Ahmet Necdet, que acusó a Ecevit de incapacidad para frenar la corrupción.

Turquía es una economía débil, con una deuda externa de 110.000 millones de dólares (casi 20 billones de pesetas) y sensible a cualquier inestabilidad política. La anterior crisis, en noviembre, se saldó con una fu-ga de capitales de más de un billón de pesetas. El Fondo Monetario Internacional acudió al rescate con un préstamo de dos billones de pesetas. A cambio se acordó un programa que exigía una inflación del 12% a final de este año y de menos del 10% en 2002, un crecimiento del 5%-6% en 2002 y un déficit co-rrien-te del 3% del PIB para 2002.

La inflación bajó al 28% en enero, y el crecimiento del tercer trimestre fiscal fue del 6,9%. Sin embargo, una amenaza de ruptura en la coalición tripartita de gobierno hace peligrar los objetivos. El director general del FMI, Horst Köhler, respaldó la libre fluctuación: "Mirando hacia el futuro, cree-mos que esto ayudará a Turquía a reducir el IPC y a tener un crecimiento sostenido".

 

Otra crónica

de devaluación anunciada

La devaluación turca, ironiza Barry Eichengreen, economista de Berkeley, "es el último clavo en el ataúd de los sistemas fijos de cambio".

En el verano de 1997, en medio de una masiva fuga de capitales al comienzo de la crisis asiática, los sistemas fijos saltaron por los aires en Tailandia, Indonesia, Filipinas y Malaisia.

En noviembre del mismo año, Corea dejó flotar su divisa, el won. La ola de devaluaciones se extendió durante 1998 a Rusia y Europa del Este, a diversos países latinoamericanos (México ya había optado por la flotación libre en 1994), y finalmente alcanzó Brasil en enero de 1999.

Quedaba claro el fracaso de las estrategias contra la inflación que se basaban en la llamada ancla cambiaria. El Tesoro estadounidense y el FMI recomendaron la libre flotación, salvo en casos de casi dolarización, como Argentina.

Japón y Francia intentaron replantear la utilidad de las tasas semifijas en enero en la cumbre de Kobe. Pero Turquía vuelve a dar la razón a los libreflotadores. Ahora bien, Turquía era "un caso especial", añade Eichengreen.

Se intentó realizar una devaluación gradual para amortiguar el golpe para los bancos, altamente endeudados en euros y dólares. "Necesitaban mucha suerte. No la tuvieron", dice Eichengreen.

 

EE UU apoya la asistencia del FMI a su "aliado y buen amigo" de Oriente Próximo

Lydia Aguirre, Nueva York

Estados Unidos "apoya plenamente" la decisión de dejar en flotación la divisa turca y "el permanente apoyo del Fondo Monetario Internacional (FMI) al programa de reformas económicas de Turquía", según dijo ayer en un comunicado Paul O'Neill, secretario del Tesoro del Gobierno de George Bush.

Esta declaración contrasta con las críticas que el propio O'Neill hizo al FMI durante la última reunión del Grupo de los Siete en Palermo (Italia). Sin embargo, Turquía es aliado de la OTAN y un puntal clave para la política de seguridad de EE UU en Oriente Próximo (el comunicado de ayer se refiere a este país como "aliado y buen amigo de EE UU"). De ahí que su estabilidad política y financiera resulte clave para Washington.

Reforma del FMI

Lo que no parece previsible, es que el Gobierno de Bush vaya a moderar las presiones a favor de una amplia reforma tanto en el FMI como en el Banco Mundial. Y como modelo a seguir seguramente propondrán las recomendaciones de la Comisión Meltzer. Dicho documento, redactado por encargo del Congreso de EE UU, pide que el FMI se centre sólo en préstamos de emergencia a corto plazo a países que cumplan ciertos prerrequisitos (capitalización adecuada de sus bancos, abrir su sistema financiero a inversiones extranjeras, reglas fiscales estrictas y más transparencia financiera).

Es decir, que en lugar de socorrer a países en crisis con préstamos a largo plazo que incluyen una larga lista de condiciones, el FMI debería actuar como bombero a corto plazo para quienes cumplan estos requisitos [según O'Neill, lo ideal sería que el FMI fuese una estación de bomberos en la que los camiones nunca tienen que salir a apagar un fuego].

En cuanto al Banco Mundial, debería centrarse en "combatir la pobreza global". Según Allan Meltzer, el profesor de la Universidad Carnegie Mellon al que se encargó este informe, el Banco Mundial "insiste en centrar sus créditos a una docena de países -incluidos Argentina, México, Brasil y China- que tienen amplio acceso a capital privado", y con ello, "se queda desastrosamente corto donde es realmente necesario, que es ayudar a los países más pobres".

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