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TRIBUNA
Columna
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Los precios hedónicos

Víctor Gonzalo y Alejandro Inurrieta consideran que la UE debería aplicar la metodología conocida como precios hedónicos, que refleja las mejoras en la calidad de productos y servicios al elaborar los índices de precios.

Con el paso del tiempo, un serio problema en la elaboración de índices de precios es la posibilidad de cambio de los bienes o servicios sobre los que se realiza la medición. Así, si siguiéramos la evolución del precio de los ordenadores personales podríamos observar variaciones de precios que tienen que ver con la mejora del equipamiento que incorporan. Como este tipo de artículos mejora su calidad, su precio puede estar reflejando tal mejora, y no, por ejemplo, una situación de escasez. Para recibir una imagen fiel de la inflación en este mercado, se debería corregir el aumento de precios de su aumento de calidad o prestaciones.

Quien haya observado la evolución de los precios de los ordenadores personales en los últimos años habrá podido constatar que su velocidad de proceso, su capacidad de almacenamiento o cualquiera otra de sus prestaciones son cada vez más baratas, aunque el precio de todo el conjunto (un PC con los periféricos de moda) haya permanecido aproximadamente constante.

En momentos de cambio tecnológico, esta situación se generaliza; algo que podemos comprobar si comparamos el precio y las prestaciones de los aparatos electrónicos que nos rodean con los que tenían hace cinco o 10 años. Además, el problema no sólo tiene que ver con artículos electrónicos, pues se pueden observar mejoras de calidad también en vehículos, viviendas, telefonía e incluso en servicios públicos.

Para solucionar este problema de medición, los organismos encargados de elaborar índices de precios disponen de metodologías con las que corregir sus cambios de los debidos a los que se producen en la dotación de atributos de un bien o servicio. Si pensamos en el mercado de viviendas y tenemos el precio de las transacciones realizadas, para ajustar la evolución de su precio se debería tener en cuenta el equipamiento y ubicación de la vivienda en cada transacción. Con suficientes observaciones y procedimientos estadísticos se podría asignar precio a cada atributo individual (el precio del metro cuadrado, su cercanía al centro, la dotación de infraestructuras en la zona...), y separar del aumento de precio el debido a la mejora de dotaciones de la vivienda. æpermil;ste es el tipo de información que, por ejemplo, usan los tasadores para sus valoraciones, de forma que, en sus aspectos prácticos, el problema ya está teniendo solución en algunos casos.

La percepción de que éste era un problema generalizado llevó en EEUU a la realización de un estudio (cuya versión pública se conoce como Informe Boskin), en el que se estimaba que la inflación medida por el IPC podría estar sobrestimada en hasta 1,5 puntos porcentuales por año. Si bien este sesgo no era exclusivamente debido a los cambios de calidad en bienes y servicios, ésta era una de las causas principales de la desviación. En el caso español, según el estudio dirigido por el profesor Ruiz Castillo, la magnitud de la desviación puede ser similar a la del caso estadounidense.

La sobreestimación de la inflación tiene implicaciones muy importantes, por ejemplo, en el ámbito de la política económica. Implica crecimientos del gasto público excesivos, ya que algunas de sus partidas están vinculadas a la evolución del coste de la vida; cuando las tarifas de los impuestos progresivos se corrigen por inflación, implica reducción de los tipos que gravan la renta real, y condiciona las decisiones de la autoridad monetaria, que puede ser innecesariamente cauta respecto al problema del aumento de precios.

La solución es ajustar por calidad la evolución de los índices de precios, generalizando la práctica de los tasadores de viviendas en sus valoraciones. La metodología tiene el sugerente nombre de precios hedónicos, ya que el valor de las cosas se descompone en el de sus fuentes de satisfacción. En el IPC estadounidense, esta práctica se está incorporando progresivamente a la medición de los precios, abarcando grupos de consumo como automóviles, vídeos, ordenadores, libros de texto e incluso alguno de los ciclos de educación.

Hay quien manifiesta que el cambio en el crecimiento de la productividad en EEUU se debe en su mayor parte a este cambio metodológico, pues reparte el crecimiento nominal en forma de mayor crecimiento real y menor crecimiento de precios. Desde ese punto de vista, lo que se produce en los años noventa en EEUU en términos de aceleración de la productividad es más un cambio metodológico que un cambio tecnológico. Este punto de vista puede ser algo exagerado, pero utilizando este mismo argumento, un reciente informe del Bundesbank cuestiona el diferencial de crecimiento entre EEUU y la UE, pues en Europa la corrección de precios por calidad no se ha incorporado a la elaboración de los índices.

En la coyuntura actual, uno de los mayores problemas que se perciben en el horizonte es el de una recesión en EEUU. Sobre este asunto, la medición de la inflación sobre la base de la metodología de precios hedónicos puede tener también repercusión. Como el cambio de calidad de bienes y servicios ya no se asigna a precios, sino al producto real, resulta más improbable entrar en recesión. Por otra parte, la autoridad monetaria, mejor informada sobre la evolución de los precios, puede reaccionar sin el temor de una alta inflación.

Dadas las implicaciones de la correcta medición de la inflación, deberíamos dar la bienvenida a este tipo de técnicas y esperar que se utilicen por los servicios estadísticos que todavía no la han incorporado.

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