La factura de la jubilación
La OCDE sostiene que España será el país que más gaste en pensiones en 2050. La dificultad de sostener proyecciones a tan largo plazo invita, pese a todo, a la prudencia


España será en 2050 el país de la OCDE que más gaste en pensiones si la factura se mide como porcentaje del PIB. Con los parámetros actuales, el Estado destinará un 17,3% a pagar las prestaciones públicas, a la cabeza de este club mundial de países ricos. La proyección, divulgada este jueves, ha soliviantado al Ministerio de Seguridad Social, que sostiene que el impacto está sobreestimado porque para calcularlo se utilizan cifras desfasadas que no tienen en cuenta el crecimiento real del PIB (y, por tanto, el menor peso que representan las prestaciones públicas sobre la economía) ni los flujos migratorios.
Más allá de si el pronóstico resulta más elevado que otros, es innegable que el envejecimiento de la población, sumado a una mejora continua de las prestaciones, eleva la cantidad que se destina cada año a esta importante partida, que ahora representa casi un 14% del PIB. Se trata, en buena medida, de una decisión política: las sociedades avanzadas han decidido otorgar a sus jubilados unas condiciones de vida lo más dignas posibles y eso obliga a gastar más.
Existe un relativo consenso respecto a prolongar esa tendencia, pero hay un punto débil: los cotizantes que hoy aportan al sistema (con la expectativa de recibir prestación el día que se jubilen) son menos de lo deseable y, sobre todo, en muchos casos sus salarios son bajos, por lo que la cotización es también baja. Según el vaticinio de la OCDE, en 2050 habrá en España tres jubilados por cada cuatro personas en edad de trabajar. El promedio de los países de la organización se quedará en una persona jubilada por cada dos potenciales empleados.
Antes de publicar ese documento, el club de países desarrollados ya había pedido reformas a España. La recomendación, no obstante, debe ser vista con prudencia. El sistema español aún no ha incorporado todo el impacto derivado de la gran reforma elaborada en 2012, cuando se elevó la edad de jubilación a los 67 años, lo que ha supuesto un incremento constante de la edad efectiva de abandono del mercado laboral. Además, las proyecciones a tan largo plazo dejan fuera fenómenos difíciles de anticipar (por ejemplo, llegadas de migrantes que mejoraran considerablemente la ratio entre cotizantes y pensionistas).
En cualquier caso, el pico de gasto en pensiones se espera precisamente para 2050, cuando esté jubilada buena parte de la generación del baby boom. A partir de entonces habrá, previsiblemente, menos volumen de personas que cobren pensión. Como todos los vaticinios a largo plazo, resulta difícil de evaluar. El informe es un aviso de que están pendientes algunos ajustes en el sistema. Lo ideal es que sean progresivos y lleguen con consenso.

